Memories | Baúl de Ziggy

Joan es una mujer independiente y segura de si misma, que condujo su vida por el camino que le dictó su corazón sin miedo al qué dirán o a equivocarse. Con 20 años, cuando apenas había comenzado sus estudios en la escuela de Bellas Artes de Manchester se quedó embarazada de Layla, y la sacó adelante ella sola. No pidió ayuda a sus padres ni a su hermano, tampoco se preocupó de tratar de averiguar quién era el padre de la pequeña... ¿para qué semejante dolor de cabeza? Es una mujer liberal, desatada y más despreocupada y despistada aún que su hija, aunque posee un caracter fuerte que llega a ser férreo si la ocasión lo requiere. A pesar de vivir volcada en su arte, gracias al que logró sacar adelante a su hija, jamás descuidó su educación ni la echó a un lado por tener cosas más importantes que hacer. Desde hace 23 años, lo más importante es Layla.

Hace 5 años se trasladó junto a su hija a Holywell, donde ha montado un nuevo estudio y encontrado la inspiración que le faltaba en la ruidosa y caótica urbe. Hace dos años convenció a Layla de que se trasladara a un apartamento compartido, que ella misma se encargó de buscar, para que tuviera su espacio y echara sus propias raíces en Holywell. Compagina las exposiciones en bares o alguna galería con clases particulares a niños y jóvenes de la ciudad, y se plantea incluso solicitar una plaza como profesora de Arte en la Universidad de Holywell. No mantiene ni ha mantenido nunca una relación estable con un hombre, tal vez porque no desea atarse, o porque no necesita a nadie a su lado para valerse por sí misma.

Dave hizo las veces de hermano y padre de Layla desde que era una niña, pues cuando ésta nació Dave contaba 12 años de edad, era apenas un crío. No está casado ni ha tenido descendencia, por lo que su sobrina es como una hija para él. Cuando era apenas un adolescente podía pasarse horas jugando con ella y haciéndole carantoñas, y adivinad quien la enseñó a montar en bicicleta. Aún ahora la cuida y mima en demasía, la protege como un león a sus cachorros, a veces tal vez demasiado, pues peca de ser un tanto exagerado y sobreprotector. Y es que para él, ningún chico jamás será suficiente para Layla, a pesar de que su sobrina sea un cúmulo de imperfecciones.

Nunca fue un hacha en los estudios, más por vagancia que por falta de intelecto, y es por ello por lo que su vida siempre se ha orientado hacia la práctica. Tan pronto como tuvo edad suficiente para trabajar, siguió los pasos de su padre y entró en la fábrica como peón. Poco a poco fue aprendiendo, y tras adquirir suficiente experiencia montó su propio taller mecánico en Manchester. El taller está especializado en coches clásicos y motos vintage, la gran pasión de Dave, aunque debido a la escasa demanda termina siendo un taller como otro cualquiera, aunque con cierto renombre en la ciudad, que permite al menor de los hermanos Stevens vivir con holgura, teniendo en cuenta que está soltero y no tiene grandes gastos. No afrontó demasiado bien la marcha de su hermana, a la que está tremendamente unido, y su sobrina a Holywell, por lo que siempre que tiene ocasión les hace una larga visita.

Eloise es una mujer chapada a la antigua, pero no por ello menos cariñosa o atenta que cualquier otra abuela con su única nieta. Es una mujer elegante y de carácter regio, siempre preocupada por las buenas formas y el protocolo, perfeccionista, ordenada y pulcra hasta la médula. Parece mentira que de una mujer así desciendan personas tan diferentes como Joan, Dave y Layla, pero los genes no lo son todo, al fin y al cabo. Siempre trató de inculcar sus valores a sus dos hijos, y le salió el tiro por la culata.

Pero por lo demás, es una mujer afable y preocupada, la típica abuela que llama 5 veces por semana para preguntar si comes bien y recordarte que te pongas la bufanda que con tanto esfuerzo te tejió. De joven trabajó como costurera en Manchester, pero lleva ya varios años jubilada y disfrutando de su vejez junto a su marido. Siempre que pueden y el clima acompaña, se escapan a Holywell para hacer alguna que otra visita de fin de semana a Layla y su madre.

Jovial y repleto de vitalidad pese a que ya pasa de los 70 años. Pero si algo puede decirse de Albert es que desde que se jubiló no ha parado. Siempre dice que ahora es cuando puede hacer todas esas cosas para las que antes no tenía tiempo. Eloise se lleva las manos a la cabeza cada vez que su marido le salta con alguna de sus excentricidades. Que si quiere tirarse en paracaídas, hacer tai-chi o apuntarse a clases de informática. Se apunta a un bombardeo, cualquier cosa con tal de no sentirse un viejo inútil. Es su modo de vivir los años que le quedan, a tope y con energías renovadas.  

Durante toda su vida, desde que tiene uso de razón, trabajó para una fábrica de coches en Manchester. Primero como peón, cuando apenas era un chaval, y poco a poco fue ascendiendo y aprendiendo, hasta jubilarse como director de la sucursal. Pasó toda su vida alrededor de las mismas personas, en la misma ciudad, montando y fabricando coches para la misma compañía. Tal vez eso explique sus actuales ganas de cambio y movimiento. Eso sí, jamás a logrado arrastrar a su esposa a ninguna de sus trepidantes nuevas aficiones, pues Eloise siempre ha sido una persona mucho más tranquila y calmada, el punto de cordura que ahora le falta a Albert.