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Mensaje por Anya L. Treadaway 01.02.15 16:04

Las compras. Definitivamente no era una de las cosas en la que Anya se desenvolvía con libertad, el punto era que había sido invitada a un evento importante del pueblo e incluso Pyter le dijo que tendría que vestirse adecuadamente para la ocasión y que no contaba ir con uno de sus vestidos usados. La pelirroja no quería gastar dinero, por lo menos no los pocos ahorros que tenían y que no sabían cuando deberían utilizar, sin embargo Pyt la hizo entrar en razón, le dijo lo buena y hermosa que era y que necesitaba dejar atrás sus preocupaciones, que estaban trabajando duro y que por una fecha especial no caerían en banca rota. Lamentablemente el mayor no estaba dispuesto a pasar una tarde de chicas viendo un sin fin de prendas que le parecían lo mismo así que le dijo a su hermana que debería buscar a una de sus amigas, que los comentarios de las mismas serían más inteligentes que los de él mismo. Rodie tenía deberes pendientes y se disculpó un par de veces por no poder ir, pocas eran sus opciones pero, mientras cocinaba unas galletas para dejar hechas en el tarro del salón, la imagen de una chica rubia, colorida y llena de vida llegó a su mente; Thea Olson, esa chica seguro la ayudaría en un mundo donde la muchacha de rostro pecoso no se movía con tanta libertad. Intercambiaron unos mensajes y desde luego Anthea se ofreció a ayudar gustosa, incluso ella había sido invitada y tendría que buscar un vestuario igual que su amiga.

Anya se colocó unos jeans desgastados, una camiseta blanca, unos converse y un abrigo, rodeo su cuello con una bufanda y dejó su melena suelta que danzaba por su espalda en cada uno de sus pasos. Le dejó un hueso a Tobby y se despidió de la morena que vivía con ellos asegurándole que no llegaría tarde. Su motocicleta estaba en plena recuperación así que decidió caminar un poco más y tomar el bus más cercano que la dejaba justo en la avenida de las grandes tiendas y vestidos. No solo tendría que buscar el ideal si no unos tacones apropiados y aunque sea una prenda de joyería, mentalmente Anya contaba y marcaba con sus dedos lo que estaba dispuesta a pagar, cosa que la hacía sentir un poco intimidada.  La pelirroja iba tan distraída que se pasa una calle y tiene que parar el bus lo más rapido posible. Camina a pasos rápidos, no quería dejar sola a Thea o llegar tarde. Afortunadamente fue la primera, seguro su amiga estaba cerca, así que Annie se toma su tiempo y pasa por algunas estanterías. Habían vestidos clásicos y de fiesta, ella quería algo moderno pero que conservara la esencia y antigüedad del pequeño poblado. Los precios eran exorbitantes y seguro si hubiese ido sola ya habría regresado a casa. Rezaba porque Thenie conociera más tiendas o tardaría toda la tarde en encontrar la prenda adecuada para tocar el violín en medio de una multitud de personas.

Abre su bolso, tenía una bolsita hermética de gomas rojas, mete su mano y toma dos, empieza a masticar mientras ve zapatos, tacones de todos los tamaños y colores, uno de punta de aguja que brillaban como nada, la muchacha abre exageradamente sus ojos chocolate y niega, necesitaba ayuda, con carácter de urgencia.
Anya L. Treadaway
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Mensaje por Anthea E. Olson 01.02.15 20:04

Dos semanas. Más o menos ése era el tiempo que había pasado desde que había regresado a Holywell, el pequeño pueblo al que, muy a su pesar, debería llamar hogar. Se había marchado cuatro años atrás, huyendo de un padre del que no había sabido nada más. Había buscado las noticias relacionadas con la muerte de su madre, obviamente, y fue así como supo que Peter había sido encarcelado. No se molestó en indagar dónde le habían llevado porque, obviamente, no tenía pensado ir a visitarle. En algunos de esos artículos hablaban de ella, aunque no mencionaban su nombre, se referían a la rubia como la única hija del matrimonio que se encuentra en paradero desconocido. Bien, pues su paradero ya no era tan desconocido, aunque ella tampoco era la misma, o eso se esforzaba en aparentar. La historia familiar que Thea contaba era completamente diferente, aunque era algo que sólo podía narrar en presencia de desconocidos. Había vivido en Holywell, sí, pero el motivo de su marcha era mucho más alegre puesto que aseguraba que un cambio de trabajo por parte de su padre era lo que les había llevado a abandonar el lugar. ¿Dónde estaban los Olson? Viviendo en Londres, obviamente.

Cuatro años era mucho tiempo y había comprobado que pocos se acordaban ya de ella. Se había cruzado con antiguos compañeros de instituto que ni siquiera la habían mirado dos veces, aunque otros la habían reconocido al instante. No sabía si había cambiado demasiado en aquel tiempo, pero su aspecto sí era diferente. La Anthea que se fue siempre vestía con ropa cómoda, mientras que la que había regresado siempre iba bien arreglada, aunque sus prendas no fueran particularmente caras. Pantalones negros ajustados, blusa blanca, abrigo rojo y bolso del mismo color que los pantalones y los botines de tacón alto. Mientras intercambiaba unos cuantos mensajes con Anya salía del instituto puesto que había tenido una reunión con el director -uno distinto al que ella había conocido- para hablar con él sobre el taller de fotografía que impartiría para los estudiantes que estuvieran interesados. Se sentó en el asiento del conductor de su viejo coche de color amarillo y comprobó en el retrovisor que no había un solo cabello fuera de la cuidada cola de caballo que lucía aquel día.

Aparcó cerca de la tienda y deseó que Anya no llevara demasiado tiempo esperando. Habían quedado para mirar unos vestidos nuevos puesto que pronto se celebraría uno de los acontecimientos más importantes de la ciudad y todo el mundo estaba invitado. Ella todavía no sabía si acudiría o no, pero comprar un vestido bonito no le hacía daño a nadie. Desabotonó su abrigo nada más cruzar la puerta de la tienda puesto que la temperatura era mucho mayor allí dentro. Vio a la pelirroja antes de que ella pudiera percatarse de su presencia y esbozó esa sonrisa tan estudiada y que todos creían, aunque debía reconocer que sonreír era más sencillo cerca de Anya. —Siento haber llegado tarde. —se disculpa en tono alegre. —¿Has visto algo que te guste ya? —preguntó con curiosidad. Thea había aprendido a apreciar las tardes de compras, aunque no fuera uno de sus hobbies favoritos.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 01.02.15 21:23

Su vida nunca fue de lujos, tampoco de prendas caras, escuelas costosas o casas enormes. Anya recordaba su infancia a la perfección y lo felices que eran ella y su hermano junto a sus padres viajando en un auto modesto por Inglaterra, tocando en algunas calles, trabajos a medio tiempo, los niños haciendo la tarea tarde porque amaban ver películas en familia y la mañana siguiente no se podían despertar. Quizás no sea la infancia adecuada y perfecta en la sociedad inglesa pero para ella era más que suficiente y lo importante es que era feliz, nada más. Probablemente esas fueron las razones que la llevaron a incomodarse tanto con una vida que era tan opuesta a su niñez; una casa grande que arreglar y de la cual encargarse, eventos y una sociedad clasista aún con el paso del tiempo, una imagen familiar que mantener, una madre enferma, un hermano que quería ver hacia el futuro y una amiga a la que tenía que ayudar. No sabía cuál de esos dos escenarios tenía más peso, si el primero que era “el incorrecto” o el segundo que parecía ser “lo que debía ser”.  Por otro lado la moda no era lo suyo, Anya no se vestía mal pero su tipo de ropa era más bien suelto, deportivo, casual y cómodo, no sabía mucho de vestidos, eventos, que tan altos tenían que ser los tacones en comparación con el vestido y que peinado llevar en caso de escoger un vestuario con o sin mangas. Por ello la imagen de su amiga apareció en su mente, Thea era opuesta a la pelirroja en ese aspecto; siempre arreglada, hermosa, sabía que podía confiar en ella y que no haría quedar mal a la joven que tendría que tocar el violín frente a una densa audiencia.

Anya no tiene que esperar demasiado, incluso solo le da tiempo de ver un estante de zapatos y otro de bisutería, lo suficiente para que su amiga llegue y haga que ella de un pequeño brinco, la muchacha estaba distraída, posiblemente sacando cuentas.  —Thea… que gusto verte. No, has llegado justo a tiempo, no tuve que esperar demasiado, solo… estaba tomando una idea de lo que quiero aunque no he visto nada que me convenza—. Anya saluda a su amiga como es común en ella, choca su mejilla y le da un suave abrazo mientras arruga la frente y la nariz evidenciando que no había logrado nada estando sola. —Afortunadamente ya estás aquí.

Anya le señala a su amiga la entrada, era la primera tienda, blanca, completamente iluminada con algunos asientos de cuero negro. Las mujeres que atendían parecían tener que ser elegantes y delgadas como requisito principal, todas eran así y miraban el atuendo de la pelirroja con una mueca que Annie no pudo descifrar. Ella se mantiene cerca de su rubia amiga justo cuando una morena se acerca a ellas. —¿Necesitan algo en especial?, tenemos diferentes modelos dependiendo la ocasión. Mi nombre es Iohanna, puedo ayudarlas en lo que necesiten—. Parecía ser la más normal de todas. —Mi amiga y yo… vamos a una fiesta y pues, quisiera algo elegante pero no tan… exagerado, no sé si me explico—. Y si, se sentía torpe, sumamente torpe.
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Mensaje por Anthea E. Olson 02.02.15 16:24

Thea no se había preocupado jamás por su aspecto físico, aunque empezó a hacerlo cuando se trasladó a Londres. Una nueva vida implicaba también una nueva imagen y su estilo había dado un giro de ciento ochenta grados desde que hubiera dejado Holywell cuatro años atrás. La chiquilla que apenas se peinaba, que no usaba maquillaje y que vestía jeans llenos de agujeros, ahora parecía una persona completamente diferente. No tenía el dinero suficiente como para vestir ropa de marca, pero sí cuidaba cada mínimo detalle de su apariencia. Paradójicamente, cuando más cómoda estaba era cuando pasaba la tarde en el sofá, vestida con su viejo pijama y con el rostro completamente limpio. Anthea había visto cómo su vida era absorbida por el mundo que había ido creando a su alrededor y ya no sabía qué era real y qué no. Los pequeños momentos con Anya eran de las pocas cosas que parecían genuinas en su vida, a pesar de que estuvieran basados en la misma mentira de siempre.

Tuvo que contener una pequeña risa ante el sobresalto de su amiga. Anya parecía realmente concentrada y no la había visto llegar. —No te preocupes, seguro que encontramos un vestido precioso. —aseguró, abrazándola con calidez a modo de saludo. Anthea no se consideraba una experta, pero para eso confiaba también en el asesoramiento de las dependientas. Una joven morena no tardó en acercarse a ellas para ofrecerles su ayuda de manera servicial. Podría haber aceptado, pero el modo en que la joven mujer miraba a Anya no le gustaba, así que esbozó una sonrisa casi angelical antes de responder. —No quiero ofenderte, Iohanna, pero creo que daremos una vuelta por la tienda y te buscaremos en caso de necesitar tu ayuda. Muchas gracias. —tomó el brazo de su amiga con delicadeza para guiarla por la tienda. —Creo que podemos encargarnos de esto tú y yo solas. —explicó, guiñándole un ojo. —¿Has pensado qué es lo que quieres? ¿Largo o corto? ¿Algún color en especial? —preguntó con tranquilidad. Su amiga le había contado que actuaría en la celebración del centenario del pueblo y Thea quería que estuviera radiante, aunque sin necesidad de perder su estilo propio.

Ella, por su parte, también tenía pensado comprar un vestido nuevo. Aparecer en una fiesta como aquella aumentaba las posibilidades de encontrarse con antiguos compañeros de instituto a los que todavía no había visto desde su regreso. Por el momento, lo más importante era que Anya encontrase alguna prenda con la que sentirse cómoda y con la que deslumbrar a todo el mundo, su búsqueda era secundaria.
Anthea E. Olson
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Mensaje por Anya L. Treadaway 02.02.15 19:31

Honestamente prefería la asesoría de Thea, no sabía porque pero estaba segura que su amiga la veía mejor que cualquier vendedora, por muchos años de experiencia que esta tuviese. Además, Anya admiraba el excelente gusto de su amiga para vestirse que equilibraba sus facciones, su físico en sí y su agradable forma de ser. Sin embargo la pelirroja nunca pasaba por alguien de mala educación así que sonríe levemente con cierta timidez y mira a la vendedora. —Gracias, si te necesitamos te llamaremos, espero que todo sea rápido—. Se va junto a su amiga y sonríe ampliamente, las palabras de la rubia la animan un poco más por lo que asiente. —Si, en verdad me siento más cómoda así, creo que ella iba a hacer que me probara más de diez vestidos sin necesidad, creo que podemos conseguir uno con más rapidez—. Baja varias octavas su voz. Anya no era una chica adicta a las compras, le gustaba pero la verdad es que tanto lujo y nervios por el evento la aturdían, prefería comprar sus camisas de cuadros, vans y pantalones cómodos, Holywell podía ser un pueblo pero las historias de antaño evidenciaban el buen gusto y la clase de la mayoría de las familias que transitaban por sus calles. Quizás el apellido Treadaway no resonara demasiado pero Anya no quería hacer quedar mal al abuelo que nunca pudo conocer.

Anya la escucha, la verdad era que no había considerado ningún estilo en particular, tenía algunas referencias por las revistas que tenía en casa pero también sabía que no todos los vestidos le iban a quedar como las preciosas modelos que lo lucían y que había un protocolo de tamaño y forma que debía seguir y que de momento no conocía. Annie toma un respiro mientras camina a un lado de su amiga y ve una hilera repleta de vestidos con brillantes y de colores pasteles, si algo tenía claro es que los colores oscuros no le gustaban así que si quería dar un comentario acorde ese podía ser. —Bien, no se demasiado del tema pero si algo tengo claro es que no quiero un vestido oscuro. No me gusta el negro, ni el marrón, tampoco el gris, y el rojo—. Lo cual era una paradoja algo graciosa así que la muchacha ve las puntas de su melena pelirroja y ríe. —Si bueno, es raro pero prefiero colores suaves. Si ahora mismo me dijeras que un vestido me queda bien seguro te creería, así que si quieres puedes explicarme, solo voy a tocar el violín, no creo que requiera demasiado arreglo—. Comenta viendo a su amiga mientras aparta un mechón de sus cabellos rojos tras su oreja y se acerca a una hilera de vestidos. Toma uno de mangas largas, el corte era sobrio y aunque el color le gustaba sentía que no podría mover sus brazos con la misma agilidad. —Y tampoco mangas, pero no es por nada malo, siento que no podré mover bien mis brazos, complejo de músico.

Guarda el vestido con sumo cuidado, incluso a esa distancia puede sentir la mirada de las vendedoras. Anya llena sus pulmones de aire y pone ambas de sus manos a cada lado de su cadera mientras observa a Anthea, no puede evitar dejar salir una leve risa, se siente como una niña que no sabe explicar las cosas frente a su amiga y en realidad era eso lo que era. —Confío en ti y siento no ser más detallista, te prometo que si logras algo conmigo hoy, invito una pizza grande para las dos.
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Mensaje por Anthea E. Olson 03.02.15 7:55

A Thea nunca le había gustado esa atención tan personalizada al entrar en una tienda. Podía parecer extraño, pero la rubia se sentía incómoda en ese tipo de situaciones y prefería buscar por su cuenta para, después, si lo necesitaba, pedir la ayuda y el asesoramiento de alguna de las trabajadoras. Además, aquella mujer de cabellos oscuros no le había dado buena impresión. El modo en que había mirado a su pelirroja amiga no le había gustado y no pensaba dejar que les hiciera perder el tiempo probándose vestidos que ambas sabían que no iban a terminar por comprar. Le dedicó una pequeña sonrisa a su amiga. Estaba dispuesta a encontrar la prenda perfecta para ella, aquella que la hiciera brillar sin parecer que había sido disfrazada para la ocasión, algo más difícil de lo que podía llegar a creerse. Anya era una muchacha sencilla, por lo que Thea no se la imaginaba vestida con un millón de lentejuelas o con algún vestido de colores brillantes. Obviamente, pensaba escuchar las sugerencias de la muchacha.

Sonrió ante la mención de que no le gustaba el color rojo. —Yo también creo que te sentaría mejor algún color que resalte el tono de tu cabello, así que el rojo queda excluído. —comentó con una sonrisa. Lo cierto es que imaginaba a Anya con algún vestido en tono suave, de estilo romántico, tal vez algo vaporoso... Iba haciendo, mentalmente, una lista con las características que quería buscar en la prenda perfecta para su amiga. —Nada de mangas, entonces. —asintió con la cabeza, de acuerdo con ella. —Lo importante es que tú te encuentres cómoda con lo que vayas a llevar puesto. Imagino que tener que tocar delante de la gente puede hacer que te sientas presionada, así que lo último que quiero es que sientas que llevas un disfraz en vez de un vestido. —le dijo con una sonrisa amable. Anthea ignoraba deliberadamente las miradas de las vendedoras que seguían fijas en ellas.

La rubia comenzó a mirar entre las prendas, intentando buscar algo que le gustara y combinara bien con la personalidad de su amiga. Fue descartando vestidos demasiado estampados, de colores brillantes o aquellos que veía demasiado sobrios. Quería algo juvenil, delicado y con lo que Anya pudiera sentirse cómoda consigo misma. —Siempre está bien poder conseguir una pizza gratis. —rió, tomando un vestido con cuidado. No era demasiado largo, quedaría unos centímetros por encima de la rodilla, en un suave tono crema, con una tira de pedrería en la zona de la cintura. El tejido era suave y vaporoso y como Anya había pedido no tenía mangas. —¿Qué te parece éste? —preguntó. Quería buscar alguno más para tener más opciones, pero aquel le gustaba.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 04.02.15 18:21

Las palabras de Thea resonaron en la mente de la pelirroja que viajo a miles de kilómetros por hora en los recuerdos que aún mantenía en un cajón valioso en su memoria y que apostaba que Pyter había ignorado como una manera de huir al pasado. ¿Sus padres en algún momento tuvieron miedo? Ella recordaba a una niña de coletas y ojos chocolate que miraba con curiosidad sentada en el suelo a una mujer de cabellera igual a la de ella que se maquillaba a la perfección, como si su rostro fuera un lienzo, uno perfecto, deslizaba los pinceles por sus ojos y la pintura coral por sus labios. Su padre, siempre casual, procuraba que la ropa estuviera limpia y planchada y sus dientes impecables, ambos tocaban en la calle como si se tratara del escenario más amplio y valioso del mundo y parecían no temer aún cuando había un elemento detonante mucho mayor; la presión social de estar pidiendo dinero a cambio de música. Cuando era pequeña ella solo observaba, tenía miedo pero admira a la versatilidad de sus padres para no temer, aún cuando la policía podía llegar y aterrarlos. Cuando empezó a aprender solo rogaba tener la voluntad de ambos padres más allá del talento, la fuerza de agarrar el instrumento y unir su vida a él. —No, no es sencillo pero tengo fe de que todo va a salir bien, nunca había pasado por algo así pero siempre hay una primera vez y estoy segura de que lucir bien me ayudará a sentirme más segura, eso ayudaba a mi madre, siempre estaba impecable, hermosa, tienes que conocerla, claro, las cosas han cambiado pero puedo asegurar que aún no ha perdido su encanto—. Los ojos de Anya se pierden mientras ve un vestido azul claro. —Por más que los doctores digan lo contrario.

Anya ve a su amiga y admira la versatilidad que esta tiene para escoger cada una de las prendas. Da un paso hacia atrás cuando toma el primer vestido y se acerca para tocarlo, la tela era suave y fina como pensaba, le gustaba pero algo largo podía sentarle mejor, sin embargo el color se adecuaba perfectamente a su tez y podía lograr resaltar sus rasgos y su cabello. Annie ladea el rostro, vuelve a ver la prenda y termina por arrugar la nariz como cuando algo no le gustaba y no sabía como decirlo. —El color esta hermoso y los detalles también, si fuera más largo me gustaría más. ¿No crees que podamos encontrar otro parecido?—. Inquiere con su habitual ternura mientras busca uno para su amiga. Toma un gancho y saca un vestido corto, mas o menos del mismo largo que tomó su amiga, quizás unos dedos más encima, color plata con cristales y un lazo de una tela parecida bajo el busto. Logra ponerlo sobre su pecho para que Thea lo vea mejor. —Quizás no sea de tu estilo pero puedes decirme mas o menos que quieres a ver que logramos encontrar.

Anya alza la mirada y ve algunos zapatos de tacón alto, trata de palpar con sus ojos alguna opción que le permita caminar con tranquilidad y no caerse al subir a la tarima, justamente logra encontrar un par escarchado de tacón fino y plataforma, lo suficiente para sostenerse y lucir elegante el color era claro, parecido al primer vestido que tomo Anthea, Annie los señala con su dedo indice para que su amiga se fije. —¿Ves esos? Creo que no irían mal con el tono del vestido que escogiste, creo que quedé aferrada a ese color, y lo más importante es que con ese tipo de tacón si puedo caminar—. Afirma con una sonrisa asintiendo varias veces. —Esto de las tradiciones... No me acostumbro, siempre vivía viajando, además me parece muy conservador todo el asunto. Asumo que eras pequeña y no te acuerdas de este tipo de tradiciones pero me gustaría saber si siempre era así. ¿Alguna vez fuiste a un baile similar en los sitios que visitaste?
Anya L. Treadaway
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Mensaje por Anthea E. Olson 04.02.15 19:09

Si Thea tuviera que subir a un escenario y hacer algo ante un público de más de diez peronas, se desmayaría. Lo máximo que había hecho había sido cantar en un karaoke y siempre después de unas cuantas cervezas, así que no contaba. Sentía gran admiración por Anya, su hermano y todos aquellos que tuvieran el valor suficiente como para presentarse ante la gente y hacer aquello que más les gustaba. —Estoy segura de que todo va a salir perfectamente y pienso estar allí para presenciarlo y aplaudirte hasta que me duelan las manos. —aseguró, dedicándole una de aquellas escasas sonrisas que eran verdaderamente sinceras. —Y también pienso asegurarme de que luzcas preciosa, obviamente. —le guiñó un ojo. Esbozó una sonrisa tierna cuando Anya mencionó a su madre. Le había hablado de ella en más de una ocasión, así como de su problema, y Thea no podía sentir otra cosa que no fuera admiración hacia su amiga. Le gustaría poder recordar a su madre con ese mismo cariño, aunque nunca olvidaba que, según la historia que les había contado a todos aquellos que no la conocían, sus padres vivían en Estados Unidos. Tomó la mano de su amiga y le dio un leve apretón. —Puedo acompañarte algún día que vayas a visitarla, si quieres. Bueno y si mi presencia no causa ningún tipo de problema, claro. —dijo, sin borrar su cálida sonrisa. La madre de Anya no la conocía de nada y, teniendo en cuenta su estado, no sabía si sería buena idea que Thea fuera a verla.

Pudo ver en el rostro de su amiga que el vestido no era enteramente de su agrado, pero la pelirroja era tan dulce que incluso para rechazar la prenda lo hizo con su habitual ternura. Memorizó los detalles que sí le habían gustado para intentar encontrar algo que se acercara más a la idea de Anya. No creía que fuera difícil conseguir un vestido como el que ella quería. —Seguro que sí. Además, tengo que esforzarme si quiero esa pizza. —respondió en tono alegre. Volvió a colocar la prenda en su lugar y se volvió a mirar el vestido que la pelirroja le mostraba. Ladeó ligeramente la cabeza. —Me gusta la forma y también que sea corto, pero había pensado en algo más sencillo, en color blanco. —comentó, volviendo a sonreír. Athea seguía siendo simple a la hora de vestir y las prendas con demasiados detalles hacían que se sintiera incómoda por considerarlas demasiado llamativas. Echaba de menos esos años de su vida en los que parecía ser invisible para todos. Bueno, para casi todos.

Son preciosos. —afirmó al ver los zapatos que su amiga le mostraba. Sí, tendrían que encontrar un vestido de un tono similar al anterior y esa era su misión. Miraba entre las prendas con cuidado mientras escuchaba las palabras de Anya. Lo cierto es que aquellas fiestas no eran muy de su estilo, no del de la Anthea real, al menos. Jamás había acudido a la celebración del aniversario de la ciudad hasta que Cory le hizo ver que podría ser divertido. Había asistido a la fiesta una sola vez. —He asistido a algunos bailes, pero creo que ninguno como éste. —respondió. En parte era cierto, porque sí había acudido a un par de fiestas, a pesar de no ser tan elegantes como el centenario de la ciudad. —¡Anya, mira! —exclamó al encontrar un vestido similar al anterior, este sí, largo hasta el suelo y con unos adornos similares en el bajo de la falda a los que tenía en la zona que quedaría justo en la cintura. Tenía el mismo aire romántico y dulce del anterior. Se mordió el labio inferior, esperando que éste sí fuera de su agrado.
Anthea E. Olson
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Mensaje por Anya L. Treadaway 05.02.15 14:45

Mas allá de poder agradecerle lo que estaba haciendo por ella al ayudarla a conseguir una prenda y los tacones adecuados para el maquillaje y peinado que pensaba hacerse, Thea logró causar un alto impacto en su amiga cuando sugirió de una manera tímida poder acompañarla a visitar a su madre. No lo esperaba, tampoco hubiera considerado pedírselo de la nada, a nadie de hecho, era su pequeño secreto, uno que solo quería guardar con su hermano que a la vez se negaba firmemente. Por eso y por más el hecho de que Anthea se ofreciera sin que ella lo inquiriera solo pudo causar una profunda sensación de paz y calidez en su pecho, después de todo estaba contando con alguien que le ofrecía su ayuda de manera honesta y a quién podía contarle sus problemas seguramente sin que la juzgaran. Annie no pudo evitar sonreír ampliamente mientras asentía viendo a su amiga, olvidándose por un momento de vestidos, colores y lentejuelas, solo se enfocaba en lo bien que se sentía estar apoyada por alguien que lo hace desinteresadamente. —No sabes lo bien que me hiciste sentir con eso, en verdad no tengo problema, más bien creo que mamá se alegrará de verle la cara a otra persona que no sea yo. Seguramente le agradarás, de eso no hay duda, a veces tiende a confundirse pero el último doctor que la vio dijo que eso era normal, que en algún momento se le debía pasar—. Y en los ojos color chocolate de Anya brillaba la esperanza de que las soluciones llegarían más pronto que tarde. —Podemos ir luego de la fiesta de los fundadores, ¿te parece?, cuando hayamos olvidado todas estas preocupaciones, igual me toca ir a verla, han hecho cambios de médicos y estoy segura que esta chica nueva la ayudará.

Anya sentía que ahora podía moverse libremente en la tienda por lo que empezó a buscar en otra hilera de vestidos cercana alguno de color blanco que le gustara a su amiga mientras la escuchaba. Thea tenía buen gusto y acertaba con el color que deseaba ya que era una bonita manera de resaltar sus profundos ojos claros y su cabello rubio e impecable. Annie la escuchaba mientras caminaba e ignoraba los cotilleos de las chicas que atendían que ahora buscaban ayudar a una madre con su hija morena, de cabello oscuro y en perfectas ondas. —Una vez mamá nos contó a mí y a Pyter sobre estas celebraciones, ella decía que eran muy elegantes para su gusto, nunca supe de que se trataba en sí, vivíamos viajando y nos logramos establecer quizás un tiempo más prolongado pero en Manchester—. Comentaba mientras tomaba un vestido corto blanco con brillantes pequeños en el busto y en todo el vestido, luego de tres más encontró uno parecido sin tirantes, era corto pero desprendía una pequeña cola al estilo sirena que se acercaba a los tobillos de quien lo usara. Annie voltea de inmediato con sus ojos muy abiertos cuando su amiga la llama. Sus ojos se iluminan cuando ven el vestido, era precioso a simple vista, un poco antiguo pero sin caer en lo arcaico, lo que más le gustó es que combinaría perfectamente con los tacones que tanto llamaron su atención. Anya llegó en menos de un segundo a donde estaba su amiga y le entregó con sumo cuidado los dos vestidos blancos que había tomado a ver si le gustaban, Ann no era experta así que no se iba a sentir insultada si no le agradaban, ella tomó el que la chica había encontrando y lo alzó frente a sus ojos, sin duda era bellísimo, se sentía intimidada de no poder lucirlo bien.

—¿Te parece si nos probamos los vestidos?, saldré y te lo mostraré y así ves si te gusta alguno de los que yo tomé. En verdad está hermoso, Thea, dudo que pueda rechazarlo pero no sé si me quede muy bien, ¿te veo en los probadores?—. Annie estaba evidentemente contenta así que empieza a caminar a los probadores y solo voltea para asegurarse de que su amiga la sigue.
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Mensaje por Anthea E. Olson 07.02.15 9:50

Siempre había tenido problemas para conectar con la gente, desde su más tierna infancia. El hecho de que el ambiente en su casa no fuera particularmente bueno había convertido a Anthea en una muchacha desconfiada y solitaria. Recordaba los años de instituto, cuando caminaba por los pasillos sin que nadie le prestara demasiada atención o cuando comía sola. Nunca había tenido demasiados amigos y, aunque intentaba no echarlos de menos, siempre había deseado tener una excusa para no tener que volver a casa nada más terminar las clases. La encontró, pero no duró demasiado, puesto que tuvo que huir de aquel pueblo, sola, tal y como siempre había estado. Después, cuando inventó la historia de una vida perfecta, vio cómo la gente se acercaba a ella con mayor facilidad, pero Anthea no conectaba con nadie; por eso mismo se soprendió cuando, al volver al pueblo, conoció a Anya y las cosas con ella parecieron fluir con absoluta naturalidad. Se ofreció de manera desinteresada a acompañar a visitar a su madre algún día y esbozó una sonrisa genuina al escuchar la respuesta de la pelirroja. —Me parece perfecto. —sonrió dulcemente. No sabía si a la madre de su amiga le vendría bien su visita, pero Annie parecía creer que sí y eso era todo lo que Thea necesitaba.

Anthea debía admitir que, en su opinión, aquel tipo de celebraciones también eran demasiado elegantes. Si la única vez que había asistido se había sentido cómoda, era por la presencia de Cory, por nada más. —Estoy segura de que lo pasarás bien. Lo importante en este tipo de fiestas es la compañía. —comentó. Después ambas se dedicaron a buscar el vestido perfecto para la otra. Anthea pasaba con cuidado las prendas, intentando no dañarlas, cuando encontró el que pensó que sería el adecuado para la pelirroja. No tardó en llamarla, tal vez de un modo demasiado efusivo. Tomó los vestidos que Anya había escogido para ella, intercambiándolo por aquel que había encontrado. —Te quedará perfecto, ya verás. —afirmó, sin borrar de sus labios aquella sonrisa que siempre estaba presente, pero que era completamente sincera cuando se encontraba en presencia de su amiga.

Asintió con la cabeza cuando Anya propuso que fueran a probarse los vestidos y la siguió sin dudar. —Avísame cuando estés lista, ¿vale? —propuso, antes de ocupar el cubículo contiguo al de Anya. Dejó el bolso a un lado y después comenzó a quitarse la ropa para poder ponerse el primero de los vestidos. Escogió aquel que tenía una pequeña cola, aunque no sabía si sería el elegido. Los dos le gustaban así que iba a ser una elección complicada.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 07.02.15 13:25

Quizás fuera su ritmo de vida, quizás fuera que tenía un hermano varón que se había convertido en su compañero de juegos y único amigo en medio del cambio constante de vivienda. A ciencia cierta no lo sabía, pero el punto es que Anya nunca había tenido esa iniciativa de ser elegante o exageradamente femenina, para ella su estilo de vestir expresaba lo suficiente, el equilibrio entre dulzura y espontaneidad que englobaba lo que era la muchacha de cabellos rojizos, era por eso que sentía que desentonaba en medio de fiestas elegantes y cosas parecidas, si bien su madre formó parte de ese mundo, Annie nada más conoció a la Kirby de jeans y chaquetas de cuero que vivía una vida libre, a su manera, claro estaba que Ann no era tonta y sospechó del pasado de su madre cuando empezó a analizar aquellos pequeños detalles que solo quienes habían sido criados en buena cuna sabían, o por lo menos que habían asistido a un buen de bailes de etiqueta. Por otro lado le resultaba divertido al lado de Thea, se sentía cómoda, apoyada... ese día se sintió como si fuera de compras con una hermana mayor que la cuidaba para que no hiciera el ridículo. Pyter cumplía ese papel en su vida, desde luego, pero su carácter masculino evitaba que el muchacho pudiera adentrarse en diversos aspectos que ella necesitaba cubrir, siempre quiso tener una hermana mayor y quizás se fue el empujón que hizo que se aferrara a su amistad con la rubia. Anya sonríe y asiente mientras pega el vestido a su pecho y entra finalmente en uno de los vestidores —Te avisaré, Thea—. Eran blancos y bien iluminados, con un pequeño asiento de cuero blanco un perchero y un gran espejo donde se podía ver entera.

Ya dentro Anya se quitó los zapatos primero, luego sus pantalones, el abrigo y la camisa quedando solo en su conjunto sencillo de ropa interior. Con sumo cuidado, como si se tratara del cristal más antiguo, la chica empezó a subir el vestido por su cuerpo, temía infinitamente romperlo o causarle algún daño así que probablemente se demoró más de lo usual, seguro su amiga ya estaba lista y ella con el corazón latiendo a mil para no dañar nada. Finalmente lo tuvo sobre su piel, se sentía suave, la tela era cómoda y tan solo arrastraba un poco lo cual indicaba que los tacones no tenían que se exageradamente altos. Aún con su cabello suelto y desordenado y con un maquillaje diario, Anya supo que no sería ella misma esa noche y eso, en lugar de asustarla, hizo que su ansiedad creciera, no era por mal, seguramente se vería espléndida y diferente a la chica de vans que se veía diariamente en la calle. Ajustó el cierre a su espalda y empezó a subirlo, claramente necesitaba un poco de ayuda ya que quedó por la mitad y no quiso inventar demasiado, por suerte la joven de la tienda asomó su cabeza. —¿Necesitas ayuda?—. Parecía un poco apenada e incluso más relajada. Anya no quiso pasar por grosera así que asintió y tomó sus cabellos con sus manos esperando a que la muchacha terminara el trabajo que ella había empezado. —Te queda perfecto y combinaría con los tacones que te gustaron—. Por lo visto habían seguido la pista a su conversación.

Antes de buscar el calzado, Annie quiso mostrárselo a su amiga, no alzó mucho la voz para decir. —Estoy lista—. Y con el entusiasmo reflejado en sus ojos chocolate salió levantando un poco la falda para no arrastrarla. El vestido no tenía tirantes o mangas, el sujetador de Anya evidenciaba los tirantes blancos pero igual la belleza del vestido se podía ver claramente.
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Mensaje por Anthea E. Olson 07.02.15 16:56

La rubia jamás se había preocupado por su aspecto. Jeans, camisetas simples, zapatillas cómodas... El maquillaje tampoco había sido de vital importancia y por eso no podía evitar sorprenderse ante su imagen en el espejo, aunque ya debería haberse acostumbrado a ello. No podía evitar sentirse disfrazada y, como siempre hacía, dedicó un par de segundos a mirar a la chica que la observaba, como si no fuera más que una desconocida. Dejó su bolso sobre el pequeño asiento e hizo lo mismo con su abrigo para, después, comenzar a quitarse toda la ropa que la abrigaba en aquel día frío de octubre, hasta quedar vestida únicamente con su ropa interior. Tomó el primer vestido para probárselo, sin demasiada prisa. Imaginaba que Anya tardaría un poco más puesto que la largura de su prenda complicaría un poco más la tarea. Tuvo que hacer un pequeño esfuerzo para terminar de subir la cremallera. Observó su reflejo y arrugó levemente al ver los tirantes del sujetador. Se los bajó para esconderlos un poco y poder hacerse una mejor idea.

Escuchaba la voz de la vendedora fuera del probador y pronto llegó a sus oídos la suave voz de su amiga, dándole la señal que esperaba para salir. Abrió la cortina y cuando se encontró frente a Anya no pudo evitar sonreír ampliamente. —¡Oh, Annie! Estás preciosa. —halagó sin dudar, observando con atención el largo vestido. Como había esperado, le sentaba perfectamente y favorecía el tono de su piel, el de su cabello y también su rostro dulce y angelical. Se alegraba enormemente de haber acertado. Tanto que ni siquiera se lo pensó mucho antes de dar una vuelta alrededor de ella para comprobar que no había un sólo defecto en la prenda escogida. —Te queda perfecto. —aseguró. —Creo que me he ganado una pizza. —bromeó, guiñándole un ojo. —¿Tienes alguno sin tirantes? —le preguntó, refiriéndose a su sujetador. Si no tenía, deberían buscar uno también. Sus ojos claros brillaban ilusionados. Le alegraba haberla ayudado, aunque fuera en algo tan insignificante como aquello. —Deberías probarte los zapatos también.

¿Qué te parece el mío? —preguntó, como si acabara de recordar que ella misma también estaba probándoe vestidos. Le gustaba, pero algo en la otra prenda que esperaba en el interior del probador le decía que iba a gustarle más. Creía tener unos zapatos en casa que quedarían perfectamente con cualquiera de los dos trajes, así como unos cuantos bolsos de mano en los que no podría llevar más que las llaves del coche, las de casa, su teléfono y un par de cosas más.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 08.02.15 11:39

Era como ser princesa por un día, y Anya conocía lo que se sentía porque de pequeña le gustaba ponerse sus vestidos amplios y de lazo en la espalda solo para sentirse especial en medio de la rutina. No tenía muchos y no podían culparla, a penas guardaba los pocos que su madre le compraba en medio de las mudanzas y cambios de casa. A veces la pequeña pelirroja se levantaba de la cama, cepillaba sus dientes y antes de desayunar se quitaba la pijama y se ponía uno de esos vestidos con unas zapatillas que probablemente no combinaban mucho pero que igualmente la hacían sentir especial. Andaba por toda la casa, se movía y bailaba, a veces Pyter la acompañaba y la ponía sobre sus pies. Su hermano siempre fue un poco alto para su edad. Ahora la situación era diferente, la muchacha no solo se sentía especial, a sus veintiún años Anya se sentía hermosa dentro de ese vestido, su pecho se inflaba y era feliz con solo verse en el espejo. Esperaba que los demás pensaran lo mismo y no la vieran como el intento de una señorita de sociedad.

Por el gesto y las palabras de su amiga supo que su impresión no era errada y eso no hizo sino que hacerla sentir más feliz, definitivamente ese era su vestido; en la primera tienda, el segundo modelo, todo iba viento en popa, ahora solo esperaba que los tacones estuvieran a la altura y le quedaran perfectos. —Gracias, Thea. Y si, te has ganado la pizza, sin duda alguna—. Y ella siempre cumplía sus promesas. Anya asiente, desde luego que en casa tenía algunos sujetadores sin tirantes, incluso a ese podía quitárselos pero no lo hizo por la misma emoción de que su amiga le encontró el vestido indicado. —Si, desde luego, en casa debo tener alguno—. La joven que la ayudó parece oír la sugerencia de la rubia y comenta en voz baja ”No se preocupe, yo los busco”. Annie modula su talla con los labios y voltea a ver a su amiga para ser ella quien diera su opinión.

Anthea era hermosa, de eso no cabía duda, y cualquiera de los vestidos que usara, de esos dos que habían escogido, probablemente le quedaría de maravilla. El primero era hermoso, era juvenil y resaltaba cada curva de su cuerpo pero el segundo era el que más llamaba la atención de Anya. —Te queda maravilloso, Thea. Pero me gustaría verte el otro puesto, no lo sé, en lo personal ese me llamó la atención, no sé si por el largo. Igual capaz te sigue gustando este, creo que tenemos tiempo y no iría mal comparar ambos—. Comenta con una sonrisa encogiéndose de hombros mientras la chica de la tienda se acerca y Anya tiene que sentarse en un pequeño sillón cercano a los probadores para medirse el calzado. —Yo te espero aquí, no te preocupes, igual tengo que medirme los zapatos.
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Mensaje por Anthea E. Olson 08.02.15 15:23

No acostumbraba a ir de compras con otras chicas porque, aunque se había cobijado bajo su apariencia de chica popular, Thea seguía siendo, en el fondo, una solitaria. Las multitudes conseguían que se pusiera nerviosa y esa era la razón por la que se había pensado mucho acudir a la celebración del aniversario de la ciudad. Demasiados rostros, muchos de ellos conocidos, se darían cita en el Edificio de Gobernación y Anthea no estaba segura de sentirse preparada para reencontrarse con ese pasado del que llevaba cuatro años huyendo. Nunca había sido especialmente popular, pero puede que alguien se acordara de ella y no estaba preparada para afrontar preguntas que no deseaba escuchar. Es más, el simple hecho de imaginar las posibles cuestiones sobre su padre que podrían llegar a plantearle, hacía que todo su cuerpo temblara. Poco sabía de Peter, había sido detenido, juzgado y encarcelado. Jamás había ido a visitarle y tampoco tenía intención de hacerlo. Muchos en el pueblo conocerían su historia. Anthea guardaba la esperanza de que no la recordaran.

No quería que la ansiedad le privara de la diversión de probarse vestidos con Anya, así que puso su mejor sonrisa antes de salir del probador. Cualquier opinión que tuviera sobre su propio traje quedó en un segundo plano al poder ver a su amiga. El brillo emocionado se adueñó de sus ojos azules y no dudó en hacerle saber lo muchísimo que le gustaba. La vendedora, que parecía estar atenta a la conversación entre las dos amigas, se apresuró a ofrecerse para ir a buscar los zapatos que tanto le habían gustado a la pelirroja. —¿De verdad te gusta? —preguntó, aprovechando para mirarse en uno de los espejos que había fuera de los probadores. La joven de la tienda no tardó en llegar con los zapatos para Anya. —No tardaré. —prometió, antes de volver a entrar en el cubículo.

Se quitó el primer vestido, colgándolo en la percha con cuidado, para pasar al segundo. Se ajustaba perfectamente a la parte superior de su cuerpo, aunque la falda era algo más vaporosa. Tal y como Anya había dicho, el largo de aquella prenda era lo que la hacía especial. Sonrió suavemente ante la imagen que el espejo devolvía y no se entretuvo demasiado antes de volver a salir del probador. —¿Qué tal los zapatos? —inquirió, preocupándose, como siempre, por saber si ella estaba contenta con todo más que por saber si a Annie le gustaba el vestido que llevaba puesto.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 08.02.15 19:05

Los tacones eran la parte más compleja del asunto, el vestido podía hacerla ver como una princesa pero si se caía iba a perder todo el encanto de Cenicienta que alguna vez tuvo y todo porque el calzado no era el indicado. Visualmente parecía serlo, incluso tener el alto adecuado, sin embargo una cosa era verlo de lejos y otra era tenerlo en sus pies. Anya dejó que su amiga se cambiara con tranquilidad, la joven de la tienda llegó de inmediato con el par de tacones. La pelirroja tragó fuerte y los miró con algo de desconfianza, pero alzó sus pies y levantó la falda colocándose uno a uno. Se levantó dudosa e incluso se tambaleó un poco, se veía una cabeza y un poco más alta de lo que realmente era pero la plataforma hacía que se sintiera cómoda y segura. Caminó dos pasos pero por detrás sentía un espacio entre su pie y el zapato. —¿Tendrás una talla menos?—. La joven ya venía preparada así que le tendió la otra caja. Annie estaba totalmente sorprendida, por lo menos ella parecía arrepentida de su trato inicial. Estaba levantándose cuando su amiga salió del probador y para Anya ese era el vestido, definitivamente lo era.

Anya miró sus pies y caminó un poco, no era tan complicado así que supo que, con un poco de práctica ya sería una experta esa noche y no caería de boca en el escenario. —Te queda perfecto, Thea. No sé si el anterior te gustó más pero si dependiera de mi creo que tomaría esa opción, en serio—. Comentó con una sonrisa mientras asentía. Se podía decir que ambas estaban cómodas en sus vestidos y que el primer paso casi había sido superado exitosamente, solo faltaban los tacones de su amiga y la bisutería. —¿Has visto unos tacones que te gusten?—. Pero Anya no había empezado a buscar cuando la joven morena se adelantó un paso. —Si me disculpan creo que puedo buscar una opción—. No tardó mucho, quizás no fueran la talla de Thea pero se veía acorde con los pies de la chica. No eran cerrados como los de Anya, eran abiertos y con finos tirantes color plata, el tacón era un poco más alto pero se veían manejables y cómodos. La empleada los puso frente a ellas. —Deberías probártelos—. Anya finalmente se sentó, no quería poner a prueba su torpe equilibrio y dañar el vestido con una de sus caídas.

De reojo pudo ver algunos estantes con bisutería de todos los colores tamaños y tipos de brillantes. Annie pensaba que solo usaría un fino brazalete y algunos aretes, no pensaba gastar en salón de belleza, ella sola podría lidiar con su cabellera suelta, si, porque era así que se sentía más cómoda. Si tenían suerte podían encontrar todo lo que faltaba en esa tienda y luego ir a comer una pizza que era exactamente lo que el estómago de la pelirroja deseaba en ese momento.
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Mensaje por Anthea E. Olson 11.02.15 13:25

Recordaba la primera vez que salió de compras por Londres. Recordaba las miradas de las vendedoras fijas en aquella cría de dieciocho años vestida con unos vaqueros rotos y una camiseta de lo más simple. Recordaba su desconfianza y lo poco amables que fueron con ella. Recordaba también cómo todo fue diferente cuando comenzó a cambiar su estilo. Las zapatillas dejaron lugar a zapatos de tacón que resonaban con una seguridad de la que la rubia carecía y las ropas cómodas fueron sustituidas por vestidos sencillos que realzaban las escasas curvas de su delgado cuerpo. Recordaba lo amables que se volvieron todos cada vez que ponía un pie en alguna tienda. No era más que un fraude. Nadie había podido desenmascararla durante los últimos cuatro años, pero sabía que sería mucho más difícil guardar las apariencias ahora que había vuelto al que siempre había considerado su hogar.

En estas y otras cosas pensaba la joven de cabellos rubios mientras estudiaba la imagen que le devolvía el espejo. Tomó aire, alejando todas sus preocupaciones para salir del probador con la más radiante de las sonrisas dibujada en sus labios. La visión de su amiga, con aquel vestido y subida a aquellos hermosos zapatos, provocó que su sonrisa se ensanchara todavía más. Se olvidó incluso de que ella también estaba probándose un traje para esa noche, aunque Anya no tardó demasiado en recordárselo al darle su opinión. —¿De verdad te lo parece? —preguntó, pasando las manos de forma delicada sobre el tejido. Iba a responder a la cuestión sobre el calzado porque creía tener unos zapatos en casa que podían quedar perfectamente con el vestido, pero la vendedora se adelantó. La joven de cabello oscuro no tardó en regresar con un hermoso par de zapatos. Anthea se sentó en el sillón contiguo al de su amiga y dedicó unos escasos segundos a calzarse, sorprendiéndose al comprobar que la vendedora había acertado en la talla. Se puso en pie y caminó hacia el espejo. —Lo cierto es que me gustan. —reconoció. —¿Qué te parece? —se dirigió a Anya de nuevo, volviéndose para mirar a su amiga. Aquel vestido le gustaba más que el primero que se había probado, aunque debía reconocer que los dos eran preciosos.

Se puso las manos en la cintura para volver a mirarse en el espejo. La decisión estaba tomada. —Sí, creo que éste es el elegido. —sonrió suavemente. —¿Necesitas comprar algo más? —preguntó mientras regresaba al sillón para quitarse los zapatos y permitir que la vendedora los guardara en su caja. Thea asintió con la cabeza cuando la morena le preguntó si se los llevaría. Independientemente de que Anya quisiera seguir mirando artículos en aquella tienda, no creía que fuera necesario hacerlo con sus vestidos puestos, así que Thea se puso en pie de nuevo.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 11.02.15 14:27

Anya podía no tener un gusto exquisito con las prendas de vestir ni tampoco ser la persona más adecuada para decir si las proporciones del cuerpo iban acordes al vestido, pero la joven poseía un don que era mucho más fuerte que los anteriores; honestidad. La pelirroja no mentiría, no ocultaría nada y diría siempre lo que pensaba, quizás no de una manera franca y directa pero si lo haría con la amabilidad con la que estaba acostumbrada a actuar. Ella sabía admirar la belleza en el lugar que la encontrara, sabía decir que podía estar bien y que tendría que mejorar, nunca nada negativo, siempre buscando ayudar a crecer a la persona. Thea era su amiga y eso sumaba puntos a que Anya nunca le mentiría así que asintió varias veces cuando volvió a preguntar si creía que el vestido estaba bien, para la pelirroja cualquiera de los dos hubieran estado de maravilla pero creía que el segundo era más acorde con la situación y resaltaría mucha elegancia en la rubia de ojos claros. Thea se veía maravillosa y ahora incluso la chica de cabellos rojizos también se vería de maravilla gracias a su amiga. Notó como se colocaba los tacones, Anya prefería los cerrados pero a Anthea le quedaban perfectos, su cuerpo era delgado y no tan estirado así que el equilibrio entre el vestuario y los zapatos estaba perfecto. —Creo que deberías comprarlos, te quedarían muy bien con el vestido a mi parecer.

Anya se quitó los zapatos y se los tendió a la vendedora para que los guardara. —Si, estos también me los llevo, ya te entrego el vestido que va también en la cuenta—. La chica sonríe y se levanta tomando un respiro mientras pone sus manos a ambos lados de su cintura pasando la mirada por la tienda y viendo que nada se le pasara por alto, creía tener un pequeño bolso pero si bisutería no era adecuada a ese vestido. —Si, creo que veré la bisutería un momento, ¿me acompañas?, no creo demorarme mucho, solo serán unos aretes largos. Podemos cambiarnos, vemos que tienen y vamos a comer—. Comento la chica como si planeara la rutina que mejor creía conveniente, luego caminó a su vestidor y entró para quitarse el vestido. —Te veo afuera—. Dijo desde su probador segura de que su amiga la había escuchado.

Quitarse el vestido fue más sencillo, en menos de cinco minutos ya había entregado la prenda a la joven de la tienda y se había vestido, antes de que Thea saliera ya se había puesto los zapatos y se había encaminado a un estante con hermosas joyas, unas más caras que las otras. Anya trataba de averiguar cuál sería adecuada para el vestido, desde luego algo largo. Había un par de un color parecido a los tacones y al vestido, largos de los que guindaba una pequeña flor, otros solo eran pequeñas tiras con brillantes y los últimos que señaló eran un triángulo largo con pequeñas gotas de perlas en la parte baja. Ya con las muestras frente a sus ojos Anya muerde su labio no muy segura, la verdad es que los tres le agradaban, ojala que su amiga no tardara en llegar, necesitaba otra perspectiva, una que la viera externamente.
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Mensaje por Anthea E. Olson 14.02.15 7:49

Le gustaba disfrutar de esos pequeños momentos de paz en compañía de otra chica. Normalmente, Thea tenía que esforzarse para sonreír o actuaar de manera espontánea y relajada, algo que salía solo cuando estaba con Anya. La rubia se había acostumbrado a vivir oculta tras su mentira y casi había olvidado lo que era no tener que fingir. Había momentos en los que se planteaba contarle a Anya su verdadera historia. Se planteaba hablarle de ella, de sus padres, de la infancia y adolescencia en Holywell y de cómo se había marchado con intención de no volver jamás. No tenía ni idea de por qué había regresado cuando aquel pueblo no hacía más que avivar sus demonios, aunque también tenía que reconocer que los únicos momentos mínimamente felices de su vida los había experimentado allí. Agradecía enormemente la tarde de compras porque la ayudaba a distraerse y no pensar en nada más. —Bien, decidido, entonces. —respondió, esbozando una nueva sonrisa. Vestido y zapatos. Ella no creía necesitar nada más, pero no dudó en preguntarle a su amiga si tenía que comprar algún otro artículo. —Sí, claro. —contestó cuando Anya preguntó si la acompañaría a mirar la bisutería. —De todos modos, si no encuentras nada que te guste, podemos mirar en otra tienda. —propuso en tono discreto para que las vendedoras no la escucharan. Siempre le había parecido irrespetuoso hablar de otras tiendas mientras compraba.

Las dos muchachas volvieron a los probadores para quitarse los elegantes vestidos. Anthea se lo tomó con calma puesto que no tenía ninguna prisa; además, suponía que Anya podía utilizar esos minutos para observar la sección de bisutería con atención y sin ningún tipo de presión por su parte, aunque tampoco pensaba apresurarla en su decisión. Se miró en el espejo, arreglándose el cabello y el abrigo, antes de salir con los dos vestidos en sus manos. La dependienta que las había atendido no tardó demasiado en acercarse a ella. —Me llevaré éste, gracias. —informó, indicándole cuál de las dos prendas había sido la escogida. La joven aseguró que ella misma se encargaría de colocar el vestido descartado en su lugar y Anthea le obsequió con una cálida sonrisa de agradecimiento.

No tardó en dar con Anya que parecía debatirse entre varios modelos de pendientes. Thea se acercó a ella, dispuesta a ayudar en todo lo que fuera posible. —¿Has visto algo que te guste? —le preguntó, haciendo notar, así, su presencia. Sus ojos claros observaban las diversas piezas de bisutería, sin saber todavía cuáles eran las que más le gustaban a su amiga, intentando decidir cuáles eran sus favoritos por si su opinión resultaba de ayuda.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 16.02.15 16:25

¿Qué sería más sencillo, el vestido y los tacones o la bisutería? Anya apostaba que la primera ya que la ropa era un tanto más elemental que la joyería, aunque había escuchado comentarios que afirmaban que sin una buena bisutería la ropa no era nada, comentarios que no le afectaban a la pelirroja que se jactaba de no tener ni necesitar mucha bisutería en sus muñecas, sus oídos o incluso esas cintas y demás accesorios que habían salido para el cabello, cosa que en algún momento pensó en necesitar pero, en definitiva, la muchacha era feliz con su melena a todo dar, sin ataduras o un excelente peinado. Tan solo le faltaba ese detalle para lo que prometía ser una noche maravillosa, cosa que solo le causaba nervios, y honestamente Anya tenía la esperanza de encontrar todo en esa tienda, al salir solo quería ir a comer, tenía hambre y apostaba que Thea también, o que por lo menos ambas la pasarían mejor hablando frente a una gran pizza que en una tienda con todas las jóvenes trabajadoras a su alrededor. Para cuando Thea salió Annie aún no se decidía sobre que joyería llevar, sabía que solo necesitaba los pendientes pero no se decidía pro completo. Alzó la mirada con una sonrisa cuando escuchó la voz armónica de Anthea y se hizo a un lado para que la rubia observara lo que ella había seleccionado. —No sé si están bien solo los aretes, para mi es lo mejor, tomé estos tres. ¿Tú qué dices?—. La pelirroja alternó su mirada entre su amiga y los objetos que estaban sobre el cristal y que ya no tocaba pensando que podría romperlos, disimuladamente las empleadas las observaban.

—También tenemos brazaletes que le sentarán bien con su vestido, señorita—. Y antes de que Anya pudiera llegar la empleada sacó una pequeña despensa negra de terciopelo con hermosos brazaletes finos que brillaron frente a los ojos de Annie con toda su fuerza, desafortunadamente la pelirroja tenía pensado no gastar más dinero del que tenía planeado así que alzó una de sus manos y negó con cierta timidez. —Oh no, muchas gracias pero mi madre ya tiene unos brazaletes en casa que estará encantada que use—. Vale, en parte era verdad pero como lo decía podía pintar un escenario de una madre consiente que está feliz porque su hija estaba siendo tomada en cuenta en la sociedad. Anya ve a Thea y tuerce los gestos como si quisiera decirle que ya quería irse. —Creo que solo los pendientes, solo eso y podremos irnos a comer, creo que ya estas… y estamos cansadas—.

Anya saca solo un momento su celular para darse cuenta que tiene algunas llamadas de Pyter y unos mensajes, logra ver un poco de uno, su hermano tenía hambre y ella no le había dejado nada. —Creo que a Pyt también le tocará cenar sobras de pizza hoy.
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Mensaje por Anthea E. Olson 20.02.15 12:53

Anthea no creía necesitar nada más, por lo que podía dedicarse a asesorar a su amiga en la elección de los complementos. Lo bueno de los vestidos con adornos de pedrería era que Thea no consideraba que necesitara muchos adornos más; además, tampoco veía a Anya como una de esas muchachas llenas de joyas. La fiesta había sido una de las cosas que más habían preocupado a la rubia los últimos días, pero el rato compartido con la pelirroja hacía que comenzara a ver el evento como una noche perfecta para relajarse y divertirse un poco. Imaginaba que Cory no acudiría esa noche, eso si seguía viviendo en Holywell, así que no había razón para preocuparse. —Yo también creo que es mejor que no lleves demasiados complementos. —comentó, de acuerdo con ella. Anthea estaba observando con atención las piezas que su amiga había seleccionado cuando la vendedora volvió a acercarse a ellas. ¿Es que aquella mujer no pensaba dejarlas comprar en paz?

La rubia estaba a punto de pedirle, una vez más, que las dejara seguir con sus compras tranquilamente, pero la morena no era de la misma opinión. No tardó en aparecer con varios brazaletes que Anya rechazó de manera delicada. Sí, las dos estaban cansadas y la vendedora no hacía más que agobiarlas con sus atenciones. Thea posa su mano derecha sobre el brazo de su amiga en un gesto cariñoso antes de señalar los pendientes más largos de todos los que le habían gustado. —Creo que esos serían perfectos. —sonrió. Una risa musical salió de sus labios cuando Anya comentó que a su hermano le tocaría cenar sobras de pizza. —No me parece una mala cena, la verdad. —rió.

No tardaron demasiado en pagarlo todo y encontrarse en el exterior de la tienda, cada una con un par de bolsas. —No pensaba que fuéramos a encontrarlo todo en la primera tienda. —declaró. Lo cierto era que odiaba ir de un establecimiento a otro, así que agradecía enormemente haber tenido la suerte de que ambas habían dado con sus vestidos a la primera. —Creo que nos merecemos una pizza y un refresco. ¿No te parece? —alzó las cejas en un gesto divertido y sonrió.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 20.02.15 17:31

Los tres pares le gustaban y seguramente si la pelirroja hubiera tenido el dinero suficiente habría comprado los tres de una vez, no por vanidad, seguramente a la hora de un evento parecido tendría mucho más fácil el asunto de la joyería, afortunadamente el Carver no era un apellido demasiado valioso para la ciudad así que la muchacha estaba segura de que no la contarían como invitada a muchos eventos. Sabía que cualquiera de los tres le quedaría bien con el vestido, además que le gustaban, sin embargo Thea la ayudó con su decisión final y Anya en el fondo agradeció, de no ser por ella seguramente habría durado un largo rato en la tienda tanteando con sus dedos o probándose aretes, además que las chicas vendedoras no parecían incómodas haciendo que se demorara más de lo usual. La pelirroja alterna la mirada entre su amiga y la joyería y asiente, estaba de acuerdo, ya se podía dar por servida, tenía todo y más de lo que había esperado comprar. —Me llevo esos, gracias, es todo—. Finalmente pasaron su tarjeta por un monto menor al que esperó pagar y eso alegró más a la chica de profundos ojos chocolate. El vestido, los tacones y los accesorios fueron colocados en cajas individuales y finalmente sellados en bolsas blancas elegantes, todo acorde a la tienda. —A mi tampoco me parece malo, es la típica cena de un par de adolescentes que no tienen tiempo para cocinar cuando la rutina está al tope—. Agradeció tomando sus cosas y salió del lugar.

Al salir el aire se volvió a topar con su rostro y Anya tuvo que aferrarse a su abrigo, estuvo tanto tiempo en la tienda que se había acostumbrado a la calefacción que esta emanaba para sus clientas. —Yo tampoco, juro que no pensé que fuéramos a conseguir todo en la tienda número uno, pero en el fondo me alegro, a veces no me gusta dar muchas vueltas, es mejor encontrar algo que guste en uno de los primeros locales, Pyter dice siempre que tiene una hermana muy rara—. Annie frunció el ceño arrugando su nariz pecosa mientras buscaba con la mirada algún lugar cercano que vendiera buena pizza. Asintió incluso antes de terminar de escuchar a su amiga. —Si, definitivamente nos merecemos eso y más.

Luego de bajarse de sus puntillas en el intento de encontrar un local cercano, la joven de cabellos rojizos se encogió de hombros viendo a su amiga mientras señalaba a una manzana y media mas o menos donde un letrero rojo y verde reposaba a la distancia. —Podemos probar con ese, ¿te parece?, creo que lo peor que nos puede pasar es que la pizza esté mala y a ciencia cierta tengo tanta hambre que no creo que mi paladar sea muy exigente. ¿Vamos?—. Quizás ese no fuera el local ganador, pero ambas chicas merecían un premio por tal hazaña de haber encontrado ropa fabulosa en la primera tienda visitada, y ahí estaba, a lo lejos una buena o muy mala pizza caliente.
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