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Mensaje por Corant O. Creamer 01.02.15 16:05

Una noche. Una noche más. Eso era lo que era para él aquel día. Una nueva oportunidad para gastarse sus ahorros en bebidas con raras etiquetas y polvos que guardaba minuciosamente en su bolsillo interior de la chaqueta. La música, los bares y los demonios de su pasado parecían protagonizar cada una de sus salidas, casi como si se tratara de un ritual que había firmado sin ser consciente de ello. Los pasos tambaleantes del chico demostraban que no se encontraba en su mejor estado, aunque esto no era más que un eufemismo, el joven se encontraba en un estado deplorable. Serían las 3 de la mañana, las calles estaban completamente vacías algo no de extrañar siendo las horas que eran y estando en el pueblo que estaban. Y le gustaba, le gustaba la tranquilidad de la noche ¿o lo odiaba? Hacía tiempo que Corant había perdido la habilidad de diferenciar aquellos dos sentimientos, que pese a parecer muy dispares en realidad eran demasiado cercanos.


Con mano en la botella casi acabada se apoyó en un muro de la avenida principal. Su mirada se encontraba pérdida en ninguna parte, aunque desde fuera parecía que miraba las líneas dibujadas del suelo. El recuerdo de aquella noche llegó a su mente como un flash de imágenes. Aquella no fue la calle, ni hacía ese tiempo, pero quitando eso todo parecía demasiado real. La ira llenó las venas del joven haciéndole que se apartara de la pared y caminara hacia la mitad de la carretera. -¿Dónde estas? ¡Eh! ¿Ahora no vienes? ¡Malditos extranjeros! ¡Malditos asesinos! ¿Dónde estás ahora? - Las palabras salían con furia de sus labios para finalizar con darle un buche a la botella, acabándola de esta manera. -Porque no estás.... porque ya no queda nadie... - Las palabras salieron como susurros de sus labios mientras se colocaba en cuclillas y finalmente sentándose en mitad de la carretera cruzando las piernas. -Me da igual. ¡Soy el rey! Soy el rey de este cacho de suelo ahora mismo. ¿Qué más quiero? - Y como si tratara de mostrar algo colocó la botella tumbada en el suelo haciéndola rodar hasta la acerca. Giró el rostro como si pensara algo pero como nada llegó a su mente se dejó caer con no demasiada delicadeza, quedando ahora tumbado. Se golpeó con la cabeza pero las sustancias consumidas hicieron que ni siquiera se percatara de esto, aunque mañana terminaría por dolerle. Pero ¿qué más daba? El mañana no existía, el ayer tampoco. Solo hoy, solo existía hoy y se sentía el rey de toda la nada.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 01.02.15 16:41

Iba tarde, muy tarde, seguro Pyter ya habría colapsado o estaría esperándola en la sala con Roddie a sus espaldas tratando de calmarlo, quizás hasta ya habría salido aunque Anya prefería no pensar en esa posibilidad ya que le había escrito exactamente hacía media hora a su hermano que iba saliendo de la casa de los Green.

Olive cumplía seis años y la habían invitado a su cumpleaños, de principio Anya no aceptó afirmando que sería una molestia para la familia tomarla en cuenta para el pastel pero tanto insistieron que tuvo que quedarse. Lo que iba a ser una fiesta hasta las diez de la noche terminó acabando de madrugada y todo porque los abuelos y tíos de la pequeña parecían asombrados con el talento de la niña y la paciencia de su maestra. Le hicieron cualquier tipo de preguntas, hasta hicieron que tocara el piano a lo cual la muchacha aceptó tocando una tonada que su madre le había dedicado cuando era pequeña, causó algunos aplausos y uno que otro silencio nostálgico. Finalmente, ya pasada la media noche, Anya decidió irse afirmando que buscaría un taxi cerca y negando repetidas veces a la petición de Jonathan (el padre de Olive) de llevarla a casa. La muchacha comentó que cerca había una línea de taxi, que podría tomar uno pronto. John no parecía convencido pero la dejó ir, sobre todo porque la pelirroja parecía preocupada por las insistentes llamadas de su hermano mayor y su batería a esas horas de la noche no estaba muy completa. Subió a la habitación de Olive y le dio un beso, estaba por quedarse dormida mientras su madre guardaba los regalos y apenas logró responderle a la pelirroja. Se colocó un abrigo sobre su vestimenta, tomó su bolso y salió caminando a paso rápido por las calles de Holywell mientras frotaba sus manos en los bolsillos, tenía frío y de nuevo había olvidado los guantes.

La línea de taxi estaba sola y la próxima parada al bus no quedaba tan cerca, dos chicas esperaban a que apareciera un vehículo pero Anya estuvo con ellas más de diez minutos y nadie regresó. Resignada empezó a caminar buscando alguna parada o taxi que la regresara a su casa, aumentaba la velocidad de su andar cada vez que escuchaba el repique de la batería que se agotaba. Estaba un poco cansada y el frío perforaba sus músculos, los pies le dolían por los altos tacos que a su vez marcaban su pálida piel. Mientras veía el camino iba recordando algunas paradas, luego del semáforo a dos bloques creía que había una. Su salvación.

Iba con la vista fija en el horizonte cuando un punto en medio de la calle llamó su atención; era una persona. Lo primero que hizo fue detenerse y abrir sus ojos exageradamente, por un momento su corazón se detuvo y su piel se erizó pensando lo peor, aunque la tasa de muertes de Holywell no fuera nada alta. Sin embargo el rostro se movía y veía un pecho que respiraba, bien, el chico no estaba muerto, Anya pudo volver a soltar todo el aire que había presionado en su pecho. Poco a poco Anya se fue acercando viendo de un lado a otro para cerciorarse que los autos no pasaran. ¿Estaría loca al acercarse a un desconocido? Se detiene a pocos pasos del lateral del joven, era más o menos de su edad, un poco fuerte y pálido, le parecía conocido pero no sabía de dónde. Las manos de Anya aprietan la tela del interior de los bolsillos, no le bastaba la oscuridad de la noche si no que ahora le hablaba a alguien que estaba tirado en medio del rallado del semáforo en evidente mal estado. —Disculpa… ¿estás bien?
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Mensaje por Corant O. Creamer 04.02.15 15:32

Decir que Corant no había estado buscando terminar en aquel estado sería como decir que la tierra era plana, nadie en su sano juicio se lo podría creer. Ya hacía un tiempo que el joven no conocía otra manera de esperar al alba que no fuera con un litro de alcohol más en su cuerpo y alguna que otra pastilla que había logrado conseguir. Así que podía decirse que su estado actual era fruto de su trabajo y de una predecible rutina. Sí, la única monotonía que había aprendido a soportar en su día a día. Así pues dejó que sus pasos tambaleantes le llevaran a su nuevo destino. No sabía a donde iba, aunque eso no era ninguna novedad, había aprendido a vivir sin tener idea alguna de lo que sucedería al siguiente segundo. Un muro cercano fue su primera parada, pero no la definitiva. Los flashes de sus demonios le impidieron encontrar esa paz que había buscado encontrar en la inhibición del consumo, por ello terminó por perseguirlos hasta acabar en mitad de la carretera. ¿Qué hacía ahí? Quizás probar algo, quizás esperar a que un coche llegara, ojalá él mismo lo supiera.

Con la cabeza en el suelo y los ojos cerrados parecía poder descansar, pero sus dedos se movían ritmicamente siguiendo alguna extraña melodía que solo él podía escuchar. Su respiración era lenta, quizás demasiado, y podía haberse quedado ahí durante toda la noche de no ser porque una femenina, y casi infantil, voz le distrajo. Con lentitud y como si se encontrara desubicado fue abriendo sus ojos hasta toparse con el rostro de la chica, solo que al principio no fue a la pecosa chica a quien vio, sino el rostro de su hermana. Sus ojos, aún lentos de reflejos, se quedaron durante varios segundos en el de la chica. -¿Milari? - Una torpe pero sincera sonrisa se abrió paso en los labios del chico. -Has venido. Has vuelto. - Como si aquello hubiera sido todo lo que el joven hubiera deseado cerró de nuevo los ojos, solo que a diferencia de la vez anterior ahora una sonrisa iluminaba su rostro.

Estaba ahí, su hermana estaba ahí con él, y solo una mente tan rota y destruida como la suya podría creer que aquello era cierto. Cualquier cosa para huir de la realidad ¿no? -Mil... túmbate aquí conmigo... no sabes lo que te he... - Lentamente volvió a abrir los ojos pero esta vez si vio a la chica haciendo que su hermana desapareciera. Los ojos del chico se abrieron de par en par haciendo que se incorporara de inmediato. Su rostro se movía con velocidad buscando alguna seña de la presencia de la joven niña, pero no había nada. Su pecho se agitaba más rápido de lo que era aconsejable pero no podía evitarlo ¿dónde estaba? Trató de levantase, pero sus piernas fallaron. -¡¿Milari?¡ - Gritó pero la niña no aparecía. Volvió a intentar levantarse nuevamente, y esta vez sí lo consiguió. -¿¡Dónde estás?! ¡No te vayas! - Sus piernas le movían de un lado a otro de manera frenética hasta que finalmente se detuvo frente a la pelirroja. -¿Dónde a ido? ¿La has visto? ¿Hacia dónde fue? - El joven acortó la distancia y agarró a la chica por los brazos tratando de hallar alguna respuesta. Sus ojos gritaban en forma de súplica. ¿Dónde estaba? No podía volver a perderla, no de nuevo.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 04.02.15 17:46

Anya estaba quebrantando por lo menos una docena de reglas de seguridad al acercarse a aquel extraño sin alguna razón aparente, por lo menos sin algún motivo que no fuera la mera curiosidad que la movía en ese momento y que hacía que sus ojos chocolate no se escaparan de la figura de ese extraño tirado en la calle pidiéndole algo desconocido al destino. No podía mentir, su corazón latía a mil por hora y sentía la piel helada, tenía miedo pero las raíces de sus pies se ataban al suelo impidiéndole huir a la primera oportunidad. Si Pyter hubiera estado con ella fácilmente la tildaría de loca, Pyter, su hermano, estaba claro que ella no le diría nada, por lo menos no si lograba llegar a casa sin problemas. En ese momento Anya deseó ser lo suficientemente dura para no reaccionar o preocuparse, pero que va, estaba en su naturaleza y era algo de lo que no podía escapar.

Él la miró y sus ojos la paralizaron, no supo porqué pero su mirada oscura la dejó sin habla, hubiera sido un buen momento para salir corriendo pero siguió sin hacerlo, tenía frío, sin importar las prendas y las mangas del vestido tenía mucho frío. Milari, su voz gruesa y varonil pronunció un nombre extraño que no era el de la pelirroja de tez blanquecina, ¿estaría alucinando en joven?, ella volteó para comprobar que eran los únicos en esa calle y desolada y que si, la estaba confundiendo con alguien mas. El cuerpo del muchacho parecía poseído por una cantidad de peso que ni él parecía entender, quería levantarse pero no podía y la chica quizás lo agradeció cuando él pareció darse cuenta de que ella no era su Milari. El corazón de Annie se aceleró más si eso era posible y retrocedió un paso cuando él logró levantarse pidiendo explicaciones que ella no le podía dar por mas que quisiera. Torpemente llegó hasta la pelirroja y la tomó con fuerza de los brazos. —Cuidado, espera—. Omite un quejido y Anya también lo toma de las muñecas como una manera de soporte. Podía detallarlo, no era poco agraciado, al contrario, era guapo, pero los ojos desconcertados y los gestos tensos lo hacían más aterrador que cualquier otra cosa, su piel estaba fría, muy fría. Anya tenía que calmarse, no sabía a lo que se estaba enfrentando.

Ann toma un respiro, endereza su espalda y trata de tomarlo con fuerza y aparentar tranquilidad mientras ve sus ojos desorbitados con toda la amabilidad que es capaz. —No soy Milari, ella no está, pero... Pero si quieres puedo sentarme contigo y me hablas de ella ¿si?, quizás podemos... Buscarla, no lo sé—. ¿Acaso estaba loca? Quizás, pero de momento fue lo único que pasó por su mente, llamar a emergencias no era una opción. Anya trata de caminar con él, los pies le dolían pero ahora alguien más, de cierto modo, dependía de ella. —Mi nombre es Anya, Anya Treadaway. ¿Cómo te llamas?—
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Mensaje por Corant O. Creamer 08.02.15 14:00

¿En qué se resumía la vida de Corant? Es noches en vela bebiendo del culo de una botella o perdiendo el conocimiento con las pastillas que conseguía encontrar en el hospital. Sí, su vida era simple, o al menos así se había empeñado en que fuera. No quería complicaciones, quería que se marcharan, y sino, él se alejaría de ellas, como había aprendido a hacer desde que todo había sucedido. Aquella noche era una muestra más de su intención de perder sus demonios, al mismo tiempo que se perdía a sí mismo entre botellas de licor. Lo que no estaba acostumbrado a que le sucediera era que la imagen de su hermana apareciera ante él. Aquello era nuevo, y seguramente por eso mismo le cogió tan desprevenido. Era completamente imposible que la pequeña Milari realmente se encontrara frente a él, pero su maltrecho y roto corazón había decidido aferrarse a esa alucinación. Claro está que no duró mucho, pero aquel instinto de protección, ese sentimiento de abandono, de culpa, ya había vuelto a posarse sobre el moreno. Buscarla, encontrarla, protegerla. Eso era lo único que su mente atolondrada, por la bebida, podía razonar.

Su tono de voz era alto, quizás demasiado. Sus gestos eran frenéticos, muestra clara de la desesperación que sentía su interior en aquellos momentos. Tardó en reparar en la pelirroja, seguramente porque su estado era lo suficientemente lamentable para que no fuera capaz de centrar en dos cosas a la vez, y encontrar a su hermana era una clara prioridad. Solo cuando se dio cuenta de que solo no sería capaz de encontrarla, fue hacia ella. Si alguien busca ser ayudado, lo último que debería hacer era asustar al contrario, pero eso era pensar demasiado para el estado del joven. Necesitaba encontrarla, solo eso, y ella podría ayudarla. En cuanto la agarró de los brazos, la chica se agarró a él, pero él no le dio importancia. Sus ojos desorbitados, por la angustia sentida, observaban los chocolates de la joven. La voz de la chica es suave, casi calmante, por lo que él se mantiene quieto, observándola, escuchándola. No le dice nada nuevo, claro que ella no es Milari. Milari era su hermana y estaba perdida. Casi estuvo a punto de soltarla para ir a buscarla por su cuenta cuando ella se ofreció a ayudarle. No le gustaba que le ayudaran, pero era tarde y cuatro ojos veían más de dos. Sí, haría lo que fuera por encontrar a su hermana. Nota como la chica anda, tirando levemente de él, y él  se deja hacer, quizás porque estaba cansado, mucho más cansado de lo que habría imaginado. -Anya - Repite él cuando escucha su nombre sin estar seguro de por qué. Las manos de la chica, alrededor de las muñecas del joven, suponían una especie de tacto tranquilizador, uno al que no estaba acostumbrado. Sus pasos se detuvieron frente a un banco, a pocos pasos de ellos, y se dejó caer, como si si cuerpo pesara demasiado de repente.

Sus ojos estaban fijos en las pequeñas líneas del suelo, como si aquello fuera, de repente, lo más importante de la noche. Estuvo así, varios segundos, hasta que volvió a recordar la presencia de la joven pelirroja a su lado y con ello a su hermana. - ¡Milari! - Su cuerpo se levantó de un salto pero de la misma manera volvió a caer al banco. No podía. -Ella. Está perdida. Tiene 8 años y no debería estar fuera. - Sus ojos miran a Anya casi suplicantes. -Tiene... tiene el pelo oscuro, en largos rizos. Y... y no puede estar sola. Ella... ella no puede ver. Me necesita.  Necesito buscarla. Por favor, ayúdame. - Aquella última frase demostraba desesperación en su voz. -No... no tengo demasiado dinero para darte. Pero... trabajo en un... un... un taller. - Necesitó de varios intentos para encontrar la palabra, el alcohol hacía que las palabras no encontraran su camino hasta sus labios. -Solo necesitas buscarme. Buscar a Corant. Y...y yo te arreglaré el coche gratis. Siempre. Pero necesito encontrarla. No puede estar sola. Necesito... la necesito. - Apartó la mirada de la chica mientras sus manos pasaban por su pelo hasta colocarlos a ambos lados de su cara, mientras esta la agachaba. -¿Dónde diablos estás? - No hacía la pregunta para nadie en particular, o al menos esa era su intención. ¿Dónde estaba? Eso era todo lo que necesitaba saber, al igual que verla una vez más.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 08.02.15 14:37

Miedo, si, sentía mucho miedo, pero extrañamente no era miedo de él, era temor de no ser lo suficientemente fuerte para soportar lo que venía y dejar al extraño peor de lo que se encontraba. Por un instante los nervios de estar a tan altas horas en la calle, la preocupación de su hermano, incluso de sus jefes no hizo más que mantenerla alerta en lugar en lugar de servir de impulso para que se fuera. Anya era la única consiente en ese par y se había acercado a él, ahora tenía que ayudarlo así no hallara la razón por la cual le interesó el mal estado del chico de cabellos oscuros ¿Cualquier persona hubiera hecho lo mismo, cierto? Ella lo guía como puede e intenta olvidarse del dolor de sus pies marcados hasta sentarlo a un banco frío en la calle, por lo menos estarían más seguros que acostados en el rallado y vaya que Annie consideró hacerlo si así el chico volvía a recuperar la conciencia. Se sentó junto a él, su estado no mejoraba y el corazón de Ann volvió a latir con fuerza cuando se levantó de la nada repitiendo ese nombre como si fuera un niño en mitad de las pesadillas de la noche Milari.

Tardó en atar cabos pero logró hacerlo por medio de lo que sus balbuceantes palabras decían. Se trataba de una niña pequeña que no podía ver, era ciega o estaba muy enferma de la vista, él tenía un lazo con la pequeña,  la pelirroja se atrevía a pensar que uno fuerte; hermano, primo, algo de familia o uno con demasiada influencia emotiva. Necesitaba encontrarla pero Anya por un segundo consideró que esa niña ni siquiera existía o estaba perdida para siempre, lo decía por su aliento, estaba impregnado de alcohol y sus ojos desorbitados daban a entender que no solo era el líquido lo que corría por sus venas; intentaba acercarse a ella u olvidarla, o quizás las dos, esa fue la teoría de la pelirroja. Corant, finalmente supo su nombre y eso, en parte, hizo que se sintiera más tranquila. Anya no sabía qué hacer, solo tenía dos opciones o por lo menos esas eran las que lograba ver en ese momento; llamaba a las autoridades o se quedaba a su lado y lo guiaba hasta un lugar donde estuviera a salvo. Fue la desesperación con la que tocaba su propio rostro lo que hizo que Anya se convenciera de la primera opción y de que ella era la única que podría salvarlo. Quien sabe que opinaría la policía. —Corant, escúchame—.Puso su mano de nuevo sobre la muñeca del chico, intentaba capturar su mirada pero sabía que no sería suficiente. Con decisión tomó el rostro del muchacho entre sus manos sin nada de brusquedad e hizo que su iris perdido mirara los de ella, centrados, rogando por una respuesta. —Estar aquí no te hace bien, necesito que me digas si vives cerca o un lugar en el que puedas quedarte, no puedes quedarte aquí, te pueden hacer algo. Por favor, necesito que me digas alguna dirección, necesito saber. Deja... déjame ayudarte, quiero ayudarte—. Ella lo suelta con cuidado y pausa, su respiración es cortada, Annie esta agitada también. Retira su mano y mantiene la otra en la mejilla del chico, usa la que está libre para retirar sus cabellos de su frente y liberarle un poco la cara, estaba frío y estaba sudando.

Su teoría sobre Milari no era suficiente para prometerle a Corant suficientes respuestas, pero si algo sabía era que ese nombre era el motor que lo movía y que ella necesitaba resguardarlo para así poder ayudarlo a plenitud. Anya se levanta de nuevo y tiende una de sus manos, no pretendía obligarlo pero rogaba que las ganas de llegar a la luz fueran el motor para que decidiera moverse, que el solo recuerdo de la pequeña que portara ese nombre lo ayudara a volver en sí. —Vamos, Corant, necesito que te apoyes de mi, prometo llevarte a un lugar seguro, no necesito dinero, no te cobraré. Así... quizás podamos encontrar algo de Milari—. Pero ese algo era para ella, era saber que tanto había marcado esa niña la vida del chico para que ahora quisiera dejar su vida en la completa deriva. —Puedes confiar en mí.
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Mensaje por Corant O. Creamer 13.02.15 18:43

Muchos decían que la sensación de pérdida, de no saber dónde estar, era pasajera. Que no era una forma de ser pero con Corant se equivocaron. Sentirse perdido dejó de ser una sensación, un sentimiento, para pasar a ser parte de su personalidad, de aquello que le representaba. Y lo peor es que le gustaba. Sí. Su nombre, su apellido, incluso su reflejo en el espejo no era suficiente para sentirse él mismo. En cambio, en noches como aquellas que casi era incapaz de mantenerse sobre sus propios pies. Ahí era cuando se sentía auténtico, se sentía él mismo. Solo en esas horas dejaba de ser una farsa. Cuando apenas era capaz de decir palabra, era el Corant de verdad.

La simple posibilidad de que aquella extraña pelirroja pudiera ayudarle a encontrar a Milari hizo que su inconsciente se fiara de ella al momento. Sabía que necesitaba ayuda, lo que su interior no era capaz de procesar era que, incluso, con toda la ayuda del mundo, no podría tenerla de vuelta. Pero aquello era demasiado duro para procesar. Todo pareció volverse más tranquilo cuando se sentó en aquel banco, pero como si quisiera mostrar que Corant no merecía eso, el pensamiento de su hermana pequeña volvió a él. Quiso levantarse, ir a buscarla, pero no podía, su cuerpo patoso y defectuoso se lo impedía. Sus palabras comenzaron a salir de sus labios como si de río desbocado se tratara. No seguía un orden concreto, y alguna que otra vez se repitió, pero era lo que aquellas sustancias causaban en él. Cuando Anya, así creía recordar que había dicho que se llamaba, tomó su rostro sintió calmarse. Tenía las manos cálidas, como si dieran vida al rostro moribundo del chico. Era como el tacto de Milari. Por ese simple motivo se mantuvo en silencio, observando a la chica y a la vez, de forma inconsciente, buscando a su hermana en ellos. Decir que escuchó lo que la joven le decía hubiera sido mentir de manera ardua. Lo correcto sería decir que se quedó ahí, parado, escuchando sonidos pero no llegando a comprender una sola palabra que salía de ellos. Solo cuando la pelirroja se levantó y pronunció el nombre de Milari reaccionó.

Durante varios segundos se quedó quieto, mirándola como si acababa de descubrir algo pero en realidad su mente se sentía vacía. No era nada en concreto, era la simple reacción que causaba en su interior cada vez que el nombre de la niña llegaba a sus oídos. Finalmente terminó  por asentir a lo único que había escuchado: puedes confiar en mí. Se levantó, pero necesitó agarrarse a la chica puesto que su equilibrio falló levemente, pero nada que no pudiera solucionarse. -Vamos. - Consiguió decir pero realmente no sabía a dónde irían. Su única misión era encontrar a la pequeña niña de rizos pero desconocía donde estaría. Un recuerdo llegó a su mente. El moreno siempre le había dicho a su hermana que si alguna vez se separaban y terminaba perdida, debía pedir a algún policía que la llevara a casa. Quizás eso había sucedido, quizás ahora estaba preocupada por él, como siempre solía estarlo, esperándole en su cama sentada obedientemente. -Quizás esté en casa. Quizás alguien la haya llevado allí. - Necesitó aferrarse a ese pensamiento porque cualquier otro le rompería en dos.

Se encontraba levemente apoyado en la chica con su brazo sobre los hombros, no sabía si era demasiado pesado para alguien tan diminuta, pero en esos momento no pensaba en ello. -Sí. Vayamos allí. La calle... la calle... - ¿Cuál era la calle? No podía haber olvidado el nombre de la calle donde vivía. No podía ser. La ira le invadió haciendo que se separa. -¿Por qué diablos no logro recordarlo? - Se movía frenética y tambaleántemente hasta que llegó a una papelera a la que le dio una patada. No fue inteligente pues le dolió pero no tuvo tiempo de  sentirlo porque en ese instante la calle llegó a su mente. Wallgrave. Así es. Vivo en Wallgrave, en el 570. - Una sonrisa de orgullo extremo se mostraba en sus labios, la única sonrisa sincera que había tenido en mucho tiempo. Volvió a la pelirroja cogiéndola del brazo y tirando de ella. -Vamos, Milari está esperando. - Solo había dado unos pocos pasos cuando se dio cuenta que había perdido todo sentido de la orientación. No dijo nada, solo se quedó ahí como si esperara que aparecieran flechas en el camino o que algo en él le llevara hasta su hermana. Nunca hubiera  deseado nada más.
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Mensaje por Anya L. Treadaway 13.02.15 22:05

Luego de que su madre tuviera el accidente que acabó con su cordura, Anya tuvo que hacer uso de toda su fuerza para ocupar un lugar que, a veces sentía, no le correspondía, sin embargo ella misma se lo había impuesto y sería tonto pensar que ahora ese sentido maternal que tenía con algunas personas como Pyter y Roddie se iría de la nada. De ser la niña a la que peinaban, vestían y educaban había pasado a ser una ama de casa, la mujer de servicio, la estudiante, la enfermera para su hermana y la dulce maestra para sus niños pequeños. Annie había adquirido un gran sentido de la responsabilidad y el cuidado de quienes estaban bajo sus alas, a veces Pyt se molestaba, incluso Roddie, pero era algo a lo que se había acostumbrado y no era sencillo dejar de preocuparse cuando se tenía un rol parecido a una madre. Sin embargo esa vez fue completamente diferente, las responsabilidades que se estaba tomando con ese chico excedían el máximo de la capacidad que estaba dispuesta a dar, nunca una vida había dependido de ella de esa forma y quizás estuviera exagerando, podía ser, pero estaba segura de que si dejaba a Corant solo este acabaría peor de lo que estaba y quién sabe si la imagen del chico en medio del rayado sería otra peor al día siguiente. ¿Por qué?, no lo conocía, parecía peligroso y alto para ella que apenas le llegaba la cien con los tacones, además que era pesado, estaba delirante, era un conjunto de condiciones físicas y emocionales que la pelirroja nunca pensó atender en una misma noche, mucho menos en medio de la nada, porque no tenían rumbo, solo el horizonte de encontrar a Milari, o que Corant estuviera bien, lo cual dependía de cuál de los dos muchachos se le preguntase.

Anya podía con él, de momento podía, aunque los tacos estuviesen machacando sus pies trataba de no pensar en eso y del tono rojizo que se estaba tornando la tez de sus dedos. Él se apoyaba como podía de sus brazos y ella pasó uno de los suyos en torno a su fuerte cintura. Anya alzó sus curiosos ojos marrones cuando él pareció buscar la dirección, interiormente rogaba a que la encontrara y quedara relativamente cerca. Se separa de golpe de la joven, Annie lo ve y la preocupación vuelve a colarse en su cuerpo y a recorrerla como una corriente eléctrica. —Corant... tranquilo—. Susurra, pero sabe que él en medio de su trance no logra escucharla. La chica de pecas cubre sus labios con sus manos y ahoga un pequeño grito cuando escucha el golpe contra la basura, fuerte y que seguro lo había lastimado, no lo sentiría en ese momento pero si al día siguiente. Ahora más que nunca ambos necesitaban un lugar techado donde Anya pudiera asegurarse de dejarlo bien.

Las palabras llegan a sus oídos como si de magia se trataran, como si fueran la plegaria exacta para un enfermo delirante. Su cerebro empieza a maquinar, no quedaba tan lejos, por lo menos no demasiado, si se daban prisa podría dejarlo y llamar a algún taxi que la dejara en su casa. Pyter, su hermano Pyter, a esas alturas seguramente el chico se habría arrancado todos los cabellos de la cabeza, un poco desesperado por el paradero de su hermana menor y ella tenía la culpa, no podría explicarle lo que realmente pasó y mentirle más el remordimiento no conformaban una mezcla precisamente útil en ese momento. Anya toma su móvil, le quedaba mínima batería, quizás pudiera escribirle a Pyt alguna mentira pero Corant la toma con su mano fría y la hace correr solo unos pasos solo para detenerse y darse cuenta que tampoco sabía lo que hacía.

—Espera—. Sus acciones son rápidas, teclea lo más rapido que puede un mensaje diciéndole a su hermano que se devolvió, que era muy tarde y que se quedaría en casa de la familia que pagaba por su servicio musical, él le creería, sabía lo consiente que era su hermana, por lo menos lo que era antes de salir de la casa a la celebración. La pelirroja se inclina al suelo y de la nada se quita los tacones y baja unos pies quedando a la altura de los labios de Corant, quizás un poco menos, los toma en su mano y se aferra a su bolso apagando el celular. —Haremos algo, vamos a correr, la calle no está muy lejos, si logramos llegar vas a poder ir a...casa—. No sabía si era su casa pero le aliviaba pensar que si sería un lugar familiar para el chico. Esta loca, descalza, a mitad de la noche, con un extraño inconsciente, verdaderamente estaba loca, pero no era momento de analizar, debían estar seguros y ella tenía que cumplir su objetivo de ayudarlo. Sabiendo que lo único que lo movía era el nombre de su hermana Anya toma su mano y la aprieta, se aferra a ella y mira el suelo un segundo, rogaba no cortarse con algo o peor, congelarse y enfermar. —Mientras más rapido lleguemos yo... podré saber más de Milari, podremos saber de ella. Por favor, Corant, ayúdame y vayamos a casa—. Susurra alzando su mirada para ver los orbes del chico con intensidad, con súplica, con necesidad. —Ella no quiere que estés aquí.
Anya L. Treadaway
Anya L. Treadaway

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