everything is cool when you're part of a team → harrison and becker

— Y eso es debido a que las células tienen una propiedad llamada...—

Otis no estaba prestando atención a la clase, y sinceramente, nunca lo hacía a esa hora. De lunes a viernes, todas las materias que tenía antes del almuerzo eran no tan importantes, como el dicho almuerzo. Pero en especial los viernes. Repiqueteaba un pie contra el suelo, como si tomara carrera para salir corriendo en cuanto el timbre se lo permitiera. Subía la vista al reloj que colgaba en la pared, después la bajaba para ver a la pizarra y por último veía su banco, impecable porque no había sacado nada de la mochila. Tener el brazo hábil escayolado no le ayudaba a hacer las tareas, pero sí a no hacer nada.

Aunque el profesor hubiera dado indicaciones sobre la tarea, Otis salió lo más rápido posible en cuanto escuchó el pitido que anunciaba que la clase había acabado. Con la mochila al hombro, atropelló a todo aquel que se le cruzó seguido de un «perdona, voy apurado». Cuando entró a la cafetería y vio que la cola para el almuerzo no era tan larga como se lo había imaginado, soltó un suspiro. Se apuró para coger una bandeja y pararse detrás de la última persona, relamiéndose los labios porque era viernes, y el menú de los viernes era su favorito. ¿Fast Food Friday? No se lo perdía ni loco.

Mientras avanzaba, iba echándole miradas a la mesa que siempre ocupaba con sus amigos. Estaba vacía, pero nunca faltaba el desubicado que se sentaba como si nada. Se sirvió una porción de papas fritas, una hamburguesa pequeña y una porción de pizza. La porción de pizza que esperaba desde que la acababa el viernes anterior y la razón por la que seguía yendo al instituto, honestly. Se movió como pudo, agarrando la bandeja en la mano sana y una cajita de jugo en la escayolada. Se sentó en la mesa, en su lugar de siempre y subió los pies a la silla de enfrente, esperando a que algunos de sus amigos apareciera. Otis era casi siempre el primero en llegar, correr por comida y su mesa de siempre no le molestaba en lo absoluto.

Esto no era divertido, de hecho, quería gritarlo pero sabía que la respuesta de su amada profesora no iba a ser agradable. Razón principal por la cual calló, jugueteando silenciosamente con sus gafas tratando de enfocar la vista. El impulso responsable había sido oprimido por los crujidos de su estómago, volviendo todo más interesante.  Cuando comenzaba a comprender el significado de Matar a un ruiseñor, ¡Oh, una mosca! ¿De que estaba hablando?

Dejó caer su cabeza con resignación contra el escritorio. Dios, deberían pagarle por asistir a la escuela. Nada tenía que ver el hecho de que fuera una dramática con que aquella actividad le pareciera uno de los tipos de tortura más bárbaros, y eso, que conocía casi todos gracias a Buzzfeed. Cerró sus ojos, transportándose directamente al mundo del libro que le servía como almohada. Su imaginación la presentaba como una dama norteamericana, respectivamente sureña, llena de clase y porte. Una enorme sacudida provocó que alzara la cabeza y se acomodara los lentes, buscando comprender. Gente corriendo, profesores quietos, aula casi vacía... Elemental, mi querido Watson, era el almuerzo.  Tomando su bolsa e introduciendo el libro como podía corrió por los pasillos, tratando de abrirse paso entre el mar de personas. Puede que conociera a menos de tres cuartas partes del alumnado, así que no le importaba empujar y maldecir a quien se le cruzara por enfrente.  

Con una bandeja en mano, suspiró al ver la larga cola que la separaba de sus alimentos. Unos momentos de silencio y ya tenía un perfecto plan.  Al primer nuevo que encontró le inventó una historia magnifica y mítica sobre la carne de rata y desperdicios de la cafetería. Fue sorprendente como replicó y el chico se lo creyó, saliendo de la fila y cediendo su lugar a la honorable dama que había evitado su muerte, pobre criatura. Totalmente en calma y con comida lista para satisfacerla caminó hasta la mesa que compartía con sus Sidechicks, aunque fueran hombres. Se sentó junto a Otis, pellizcando su brazo sin decir palabra y mordió un pedazo -Joven Ernest-. 

Si escuchar todos los pormenores de la II Guerra Mundial no le resultó interesante la primera vez que lo escuchó, estar ahí presenciando, una vez más, la explicación de la señora Montgomery, con su voz monótona, no era más que una tortura. Estar repitiendo curso tenía sus ventajas puesto que sus notas en el resto de materias había subido, aunque mínimamente, con respecto al año anterior, pero tener que escuchar una vez más las mismas explicaciones resultaba tedioso. Lincoln tenía los ojos abiertos y parecía prestar atención, pero su mente estaba en un lugar lejano. El timbre y el consiguiente revuelo anunció la hora del almuerzo. Link se puso en pie a la velocidad de la luz, guardando sus libros en el interior de la mochila de cualquier manera y colgándose esta del hombro derecho.

Lincoln se confundió entre el resto de estudiantes que, como él, luchaba por llegar al comedor antes de que su plato favorito se acabara. Cuando había coles de bruselas nadie se daba tanta prisa al salir de clase. Las conversaciones en la fila se sucedían y él no captaba ninguna en especial, aunque dibujó una mueca extraña en su rostro cuando escuchó diversas menciones a la carne de rata. Pizza, patatas fritas, hamburguesa y Coca-Cola. Lincoln tuvo que caminar despacio para que las grandes cantidades de comida basura que llenaban su bandeja no terminaran en el suelo. Ni siquiera necesitaba mirar para saber dónde tenía que dirigirse porque siempre ocupaban la misma mesa. Ese día era el último en llegar. Otis ya estaba allí y junto a él estaba Asia. Ella. El amor de su vida. La Hermione de aquel Golden Trio del que Link rezaba por ser Ron. Sí, podéis decir que era un crío que no tenía ni idea del amor, pero la muchacha era la dueña de todos sus suspiros desde que Link tenía recuerdos. —¡Ey! —saludó, sin demasiado entusiasmo, dejando caer la mochila al suelo y depositando su bandeja sobre la mesa antes de sentarse, de cualquier manera, junto a sus amigos.

Otis saludaba con la cabeza a las personas que pasaban y le sonreían. Le hubiera gustado decir algo como "¡Hola! ¿Qué va?" pero tenía constantemente la boca llena con papitas o hamburguesa. Se fijaba en la gente que iba y venía siempre buscando con la vista a sus amigos, y por qué no a Jackie. En cuanto puso ojos en Asia la siguió por todo el salón, riendo cuando al comentar algo a la persona de adelante logró que se marchara.

Movió los pies que todavía estaban sobre la silla del frente y le hacían perder un poco de altura, porque estaba literalmente desparramado sobre el asiento. Siguió con la vista a Asia mientras se acercaba y le sonrió — Hola — saludó con la boca llena y en cuanto tragó se aclaró la garganta y giró la cabeza para verla — ¿Dónde está Link? — preguntó antes de tomar un sorbo de su juguito y mover el brazo escayolado para no ocupar mucho espacio en el lugar de Asia, que estaba a su derecha. Antes de poder preguntarle otra cosa, notó a lo lejos a su amigo concentrándose en no tirar la bandeja con comida. No pudo evitar sonreír y tocar a la chica a su lado, para luego señalar a Link con la cabeza en plan 'mira lo que hace el tonto'. En cuanto estuvo lo bastante cerca, Otis bajó los pies de la silla y se sentó derecho, ganando unos centímetros — Hoy te demoraste mucho — dijo riendo, antes de estirar el brazo bueno y sacarle unas papas del plato, llevándoselas a los labios — Las últimas que sirven son las mas calientes — comentó aún con la boca llena y volvió tomar de su jugo.

Luego de tragar soltó un suspiro y dejó la caja de cartón sobre la mesa — Gracias a Dios esta vez le pusieron pepperoni — señaló con la vista a su porción de pizza y luego miró a sus amigos — ¿A quién mierda le gustan los tomates? — preguntó frunciendo el ceño, haciendo memoria a la semana anterior, en la cual su vida se había desmoronado al enterarse de que la pizza del viernes sería de tomates. Levantó su adorada porción con pepperonis y se la llevó a la boca, logrando un bocado más que grande — Podría casarme con esto — comentó moviendo los ojos y riendo por lo bajo. Con la boca llena, por  supuesto. Clásico de Otis.