Home alone » James

El rubio cerró el ordenador portátil de golpe, suspirando. No estaba preparado para seguir escribiendo. Seguía siendo un ignorante en cuanto a la política que había en Holywell se refería, y no quería que su próxima obra fuese un fracaso. Lo hizo  fenomenal con su primera obra, aquella en la que relataba de forma autobiográfica su vida por Inglaterra a pesar de la corta edad que tenía cuando la escribió, y no quería estropearlo ahora. No cuando, supuestamente, estaba en sus mejores años. Necesitaba un respiro, quizás unas cervezas con patatas fritas mientras veía, o escuchaba de fondo, la televisión. ¿Había sido arriesgado instalarse definitivamente en Holywell?

Ladeó el rostro ante tal pregunta antes de levantarse y hacerse con su teléfono móvil, buscando a James entre los contactos. Seleccionó la opción de enviar mensaje y fue claro y conciso. ¿Estás libre? ¿Te apetecen unas cervezas, y así me actualizas cómo te va la vida? Estaré en casa, pásate cuando quieras, y trae a la pequeña si quieres, rezaba el mensaje. Dudó antes de darle a enviar, justo eso era lo que temía, ser una molestia cuando sabía perfectamente que James cuidaba de su sobrina, aquella niña que tanto le encantaba a Ëthan, y viceversa.

Por si acaso venía, comenzó a ordenar un poco el salón y la cocina. Miles de libros inundaban las mesas del salón y platos sucios la encima de la cocina. Metió éstos al lavavajillas antes de encenderlo y ponerse a colocar los libros por orden alfabético, con rapidez, pues se sabía el orden de memoria. Se aseguró que todos estuviesen alineados –era así de maniático– y luego ordenó su nevera, del tal modo que parecía que había más comida de la que en realidad tenía. Suspiró, volvió al salón y cogiendo un libro de Orwell se tiró al sofá con las piernas en alto, sobre el reposabrazos contrario del que apoyó la cabeza, comenzando a leer donde lo dejó la última vez, esperando que James diese alguna señal de vida, bien presentándose en su casa, bien con un mensaje.

La última vez que el enfermero se quedaba hasta tarde en el hospital por una operación de última hora. Agotado ante la expectación de los chicos universitarios que se había trasladado a Holywell para conseguir expericiencia médica. James estaba hasta arriba de ellos, sabía que estudiar medicina era un coñazo, pero más coñazo aún eran sus prácticas, él no era médico, si no enfermero. Acabó por cambiarse por completo y metiéndose en su camisa blanca y sus vaqueros con el cabello rubio despeinado, como siempre. Después de un turno realmente cansado. Llegar a casa y ver a su pequeña como siempre o tal vez hacer algo distinto por una vez. Monotonía, se estaba convirtiendo todo en una auténtica monotonía. Bufó, él no esperaba que acabaría llevando aquella vida de tío responsable y muy pero que muy ocupada. Nadie se lo había pedido, pero solo saber, que Lottie acabaría en servicios sociales llorando se acababa sintiéndose completamente mal, desgraciado y una mala persona. El móvil de James sonó con el pitidito del pajarito que tanto le gustaba a su sobrina. Era Ëthan, una oferta tentadora que no evitó tan solo sus ojos azules verlo: "Claro, te llevo a la pequeña para que vea a su tío nuevo". Escribiendo tan rápido como pudo y llegando a casa de su hermana.

— Pequeñaja, nos vamos a ver al tío Ëthan. ¿Te gusta la idea? — pregunta que su sobrina fue capaz de aplaudir con sus dos pequeñas manitas. Aquella rubita de ojos azules consiguiera instantáneamente ganarse su corazón, desde hace dos años era ya la única mujer de su vida. En menos de dos minutos ya se encontraba en la puerta con su dibujo en la mano para Ëthan — ¿Ya le haces dibujos a Ëthan? —James no pudo evitar sonreír, en tan poco tiempo ya le había cogido el cariño más que imposible al escritor. Y bueno, el escritor estaba encantado con Lottie.

Cargando a la pequeña hasta la zona de los Miller, cierta zona de la cual nunca había pisado, entre el hospital, la casa de su hermana y el parque de Holywell eran los únicos lugares que el enfermero y su pequeña pisaban. Llamó a la puerta nada más encontrar el timbre y Lottie se impacientaba por ver a su nuevo amigo. Vamos, amigo de ambos.

Cuando el libro estaba en la parte más interesante, escuchó los golpes en la puerta. Se levantó sujetando el libro con la izquierda y leyéndolo mientras se dirigía a la entrada; tenía suerte de conocer aquella casa como si fuese su propio cuerpo, a pesar de que era de alquiler, sino se habría dado con algún que otro mueble al haber ido leyendo. Abrió, dejando el libro en el mueble de la entrada boca abajo para no perder la página y sonriendo al ver a James y Lottie. La niña se tiró a él así que se agachó y la abrazó, levantándola del suelo con alguna que otra carcajada. —¿Qué tal, Lot? ¿Todo bien? —la niña asintió y le tendió el dibujo. El escritor vio que eran ellos dos, con James, aunque más apartado de Ëthan y Lottie. El rubio rió y la dio un beso en la frente antes de dejarla otra vez en el suelo—. Me encanta, muchas gracias, va a ir directo a la nevera.

La sonrió y luego miró a James, dedicándole una sonrisa más grande. —Hola, tío —le estrechó la mano amistosamente y luego le dio una especie de abrazo, rodeando sus hombros con un brazo y palmeando su espalda mientras con la restante cerraba la puerta—. Pasad, pasad. No es gran cosa, pero bueno, por un alquiler no puedo pedir más —soltó una pequeña risotada y les pasó al salón, dejando que Lot toquetease curiosa todo lo que había en él—. Voy a por las cervezas. Dime, ¿qué tal por el hospital?

Fue alzando la voz según se alejaba a la cocina. Sacó dos cervezas en lata del frigorífico, bien frías, y llevó un vaso por si James lo usaba. Luego abrió un armario y comenzó a rebuscar hasta dar con unos pistachos y unas patatas fritas. Llenó dos cuencos con ambos y lo llevó todo a la cocina, señalando luego a Lot con la cabeza. —Lot, ¿quieres un vaso de leche, zumo, un batido...?

Todo pasaba demasiado deprisa, sin darse cuenta, James ve a una pioja de cinco años queriendo como si fuera de su familia, ella era ahora todo felicidad y le alegraba más que nadie en el mundo que todo en esa cabecita rubia fuera mejor que nunca. Ya hacía tiempo que no preguntaba por "mamá" y eso era mejor, no quería verla llorar, se le rompería el corazón, el corazón que ya había sido roto alguna vez en su adolescencia. Perdido en sus pensamientos dejó que Lottie se quedara tranquila con Ëthan, haciendo lo que hacía la pequeña. Querer a alguien sin juzgarla, no quería que creciera nunca más, que se quedara pequeñita, con cinco años para siempre. Levantó la vista y miró a su sobrina que entraba en casa. Devolviéndole el saludo al hombre y  vigilando de reojo a su sobrina, que como la liaba no era normal. Se sentó en el sillón a sus anchas mientras Lottie se sentaba en el sofá de al lado. Rascó su sien unos segundos, resopló — Agotador, estos días es un caos. Están los de prácticas de medicina y... que ganas de mandarlos todos fuera — Estoy harto. Ëthan era uno de sus escritores favoritos, los anteriores libros le habían fascinado tanto que quería que fuera el día exacto para encontrar su libro en las librerías. Estaba emocionado,  demasiado y James a pesar de ser un tipo muy tranquilo y paciente, cuando se refería a libros se ponía impaciente, demasiado impaciente. El chico no pudo evitar mirar a Lottie, ahora estaba tranquila, dentro de cinco minutos estaría de pie revolviendo y viendo como siempre hacía en cada sitio en el que era nuevo para ella, toda curiosa... como su tío James. Seguía teniendo un ojo en su sobrina para que se mantuviera tranquila — ¿Y a ti como te va? — preguntó de vuelta y por si acaso se dejaba caer la fecha en la que saldría el tercer y esperaba que no fuera último libro de la política de Holywell. Era realmente insteresante a los ojos del enfermero.

—¡Batido, Batido! Que sea de... de... — Lottie se quedó pensando durante unos segundos, moviendo la nariz, cuando pensaba hacía aquel gesto, curioso por que le recordaba a su hermana. Ella también lo hacía y era una de las pocas cosas que el enfermero le gustaba de su hermana mayor. — ¡De Vainilla! — dice toda emocionada y lo que el americano no puede evitar sonreír, esa pequeñaja va a ser lo más bonito que tiene en la vida. Que sí, que su pioja es la razón por la que cada mañana está en el hospital salvando vidas y ayudando a toda persona que lo necesite. Incluyendo a aquellos que le caiga mal. El enfermero se quedó en silencio viendo la escena entre su nuevo tío y él se tomaba su cerveza de la lata tranquilamente, todo estaba bien y Ëthan parecía más feliz incluso cuando Lottie estaba cerca.