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the only place ☁ ziggy
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the only place ☁ ziggy
La operación Zorra del Desierto no había hecho más que comenzar, y yo ya estaba preparadísimo: llevaba el pijama y las zapatillas de Las Tortugas Ninja, y el beanie de color negro y la chaqueta de cuero quedaban niqueladas con todo lo demás. Cogí las llaves, la cartera y el monopatín y saludé a la vecina de al lado, que a veces me hacía galletas de chocolate y bufandas porque decía que le recordaba a su hija. Sí, hija. En fin, si me viera en calzoncillos cambiaría de opinión, pero la señoras jubiladas no eran mi tipo. En menos de cinco minutos me planté en ASDA, y media hora más tarde salí de allí con veinte billetes menos en el bolsillo y una mochila llena de mierdas varias, incluidas películas y chorradas vegetarianas que eran cruciales para la operación Ziggy Déjame Entrar A Tu Casa Y Ver Unas Pelis Contigo. Yo la llamo ZDEATCYVUPC para acortar pero, vaya, eso es lo de menos.
Hacía un frío tremendo y tenía la punta de la nariz congelada, y sabía que debía tener las mejillas tan rojas como mi cabello mientras esquivaba peatones en mi viaje sobre ruedas a casa de Layla. Podría haber sido una persona decente y haber salido vestido a la calle, pero la verdad es que me daba una pereza tremenda tener que embutirme en los skinnies y ponerme las botas. Además, en casa de Ziggy seguro que algo me había dejado: camisetas mías había seguro, porque más de una vez la había visto a ella con una puesta, y algún pantalón tendría por ahí también. Cosas que pasan. Otis también me roba las camisetas. Y Jackie directamente me acompaña a comprarlas porque así se asegura de que le gusten para robármelas con más gusto. Qué habré hecho yo para merecer tal castigo, eso no lo sé. Eso no lo sabe nadie.
Cuando llegué a la puerta de la casa de Ziggy, bajé del monopatín y me lo puse bajo el brazo antes de tocar al timbre. Si me abría su madre, sabía que no iba a juzgarme. O sí, una parte de mí tenía dudas al respecto. A mí me parecía una señora agradable y simpática, quizás por dentro solo pensaba en mí como el amigo loco de su hija que a veces iba en pijama a su casa. De todas formas, las madres suelen amarme u odiarme, no hay punto medio; los padres me odian, todos ellos. Será el pelo de colores. O las botas militares y las chupas de cuero. O la lechuga mágica que una vez se me cayó del bolsillo del pantalón. Probablemente eso último. Alcé la vista al cielo y recé para que alguien, fuera quien fuera, me abriera la puerta rápido. Porque Ziggy estaba en su casa... ¿no? — Mierda... — Murmuré, y es que si la suerte no me acompañaba era lo que iba a tener que comerme.
Hacía un frío tremendo y tenía la punta de la nariz congelada, y sabía que debía tener las mejillas tan rojas como mi cabello mientras esquivaba peatones en mi viaje sobre ruedas a casa de Layla. Podría haber sido una persona decente y haber salido vestido a la calle, pero la verdad es que me daba una pereza tremenda tener que embutirme en los skinnies y ponerme las botas. Además, en casa de Ziggy seguro que algo me había dejado: camisetas mías había seguro, porque más de una vez la había visto a ella con una puesta, y algún pantalón tendría por ahí también. Cosas que pasan. Otis también me roba las camisetas. Y Jackie directamente me acompaña a comprarlas porque así se asegura de que le gusten para robármelas con más gusto. Qué habré hecho yo para merecer tal castigo, eso no lo sé. Eso no lo sabe nadie.
Cuando llegué a la puerta de la casa de Ziggy, bajé del monopatín y me lo puse bajo el brazo antes de tocar al timbre. Si me abría su madre, sabía que no iba a juzgarme. O sí, una parte de mí tenía dudas al respecto. A mí me parecía una señora agradable y simpática, quizás por dentro solo pensaba en mí como el amigo loco de su hija que a veces iba en pijama a su casa. De todas formas, las madres suelen amarme u odiarme, no hay punto medio; los padres me odian, todos ellos. Será el pelo de colores. O las botas militares y las chupas de cuero. O la lechuga mágica que una vez se me cayó del bolsillo del pantalón. Probablemente eso último. Alcé la vista al cielo y recé para que alguien, fuera quien fuera, me abriera la puerta rápido. Porque Ziggy estaba en su casa... ¿no? — Mierda... — Murmuré, y es que si la suerte no me acompañaba era lo que iba a tener que comerme.
Re: the only place ☁ ziggy
Las tardes de invierno como aquellas no había mejor plan para la castaña que estar tirada en la cama con Led Zeppelin sonando como si no hubiera mañana. Sin más. Los riffs de Jimmy Paige, los alaridos casi orgásmicos de Plant y un cenicero con varias colillas en el que se iba acumulando más y más ceniza a medida que Ziggy sacudía el canuto sobre éste. Otro domingo que no vas a misa, Lay. La joven Stevens bromeó consigo misma, y es que llevaba todo el domingo así, sin hacer nada, nada en absoluto. Ni siquiera se había tomado la molestia de vestirse, y paseaba de un lado a otro de la habitación en pelota picada, sin más.
Varias veces tomó el teléfono en sus manos, pensando en hacer alguna llamada, quedar con alguien, hacer algo por su vida. Incluso penso en ponerse a trabajar en ese ensayo sobre Dr. Jekyll y Mr. Hyde que tenía pendiente desde hacía semanas, pero estar tirada era más placentero. Apartó a un lado el plato con restos de un sandwich que la buenaza de Joan le había preparado hacía un par de horas, y se acurrucó bajo el millón de mantas mientras daba la última calada al porro. La definitiva, la que la dejó más pa' allá que pa' acá y la que hizo que se quedara dormida sin darse cuenta.
Despertó atontada por el ruido del timbre y los gritos de su madre. "Ziggyyyyyyyyyyy, abre tu, que yo estoy llena de colores". Vamos, de pintura. Como en un sueño, tomó la primera camiseta que vio, una varias tallas más grande que debía de haberse dejado Indy por ahí, pero ni siquiera fue consciente de ello, ni de que no se había puesto ropa interior cuando al fin, con paso perezoso y ojos entornados, abrió la puerta y se encontró precisamente al rubio ante ella, cargado de bolsas del ASDA. - Pero... qué hora es? Hemos quedado o algo? - preguntó, completamente extrañada, mientras se frotaba un ojo. No hizo más preguntas y dio media vuelta. No sabía si le habia llamado o si eso era una sorpresa, y en realidad tampoco le importaba. Dejó abierta la puerta tras ella y se dirigió a su habitación como sonámbula, para después tirarse en la cama de nuevo. Muy The Walking Dead todo, sí. Su madre gritaba que quién era, y ella murmuró un "Indiana" con voz cansada. Estaba completamente volada, y a su amigo le correspondería espabilarla, o iban apañados.
Varias veces tomó el teléfono en sus manos, pensando en hacer alguna llamada, quedar con alguien, hacer algo por su vida. Incluso penso en ponerse a trabajar en ese ensayo sobre Dr. Jekyll y Mr. Hyde que tenía pendiente desde hacía semanas, pero estar tirada era más placentero. Apartó a un lado el plato con restos de un sandwich que la buenaza de Joan le había preparado hacía un par de horas, y se acurrucó bajo el millón de mantas mientras daba la última calada al porro. La definitiva, la que la dejó más pa' allá que pa' acá y la que hizo que se quedara dormida sin darse cuenta.
Despertó atontada por el ruido del timbre y los gritos de su madre. "Ziggyyyyyyyyyyy, abre tu, que yo estoy llena de colores". Vamos, de pintura. Como en un sueño, tomó la primera camiseta que vio, una varias tallas más grande que debía de haberse dejado Indy por ahí, pero ni siquiera fue consciente de ello, ni de que no se había puesto ropa interior cuando al fin, con paso perezoso y ojos entornados, abrió la puerta y se encontró precisamente al rubio ante ella, cargado de bolsas del ASDA. - Pero... qué hora es? Hemos quedado o algo? - preguntó, completamente extrañada, mientras se frotaba un ojo. No hizo más preguntas y dio media vuelta. No sabía si le habia llamado o si eso era una sorpresa, y en realidad tampoco le importaba. Dejó abierta la puerta tras ella y se dirigió a su habitación como sonámbula, para después tirarse en la cama de nuevo. Muy The Walking Dead todo, sí. Su madre gritaba que quién era, y ella murmuró un "Indiana" con voz cansada. Estaba completamente volada, y a su amigo le correspondería espabilarla, o iban apañados.
- Layla J. Stevens
- Libras : 41
Re: the only place ☁ ziggy
Empezaba a pensar que iba a tener que llevarme mi mochila llena de comida y pelis a casa de Otis cuando una Ziggy con muy poca ropa que parecía estar a punto de quedarse dormida allí mismo me abrió la puerta. No es que no quisiera a Otis, de hecho era —en el sentido más platónico posible— el amor de mi vida, pero Ziggy... En fin, lo que sentía por ella no era platónico en absoluto. — Yo también me alegro de verte — murmuré, cerrando la puerta a mis espaldas antes de seguir a Ziggy hasta su habitación. El olor a marihuana era embriagador, y la música de fondo le daba el toque de gracia a aquella habitación en la que la luz del sol parecía no querer entrar; aunque lo que de verdad convertía aquella estampa en algo digno de admirar era Ziggy tirada en la cama, con tan solo una de mis camisetas adornando su figura. Deja de mirarla, coño. Dejé la mochila en el suelo y tiré la chupa a los pies de la cama; el pijama —los típicos pantalones a cuadritos y una camiseta básica negra, vaya— ya lo llevaba puesto, ahora solo me faltaba solucionar un pequeño detalle.
— Te he traído mierdas de esas de avena y sirope de arce — comenté mientras revolvía los cajones de Ziggy, como si estuviera en mi casa. — Y como veinte mil películas, aunque igual deberíamos poner The Walking Dead para que te reencuentres con tu familia perdida — bromeé, y solté un "¡AHÁ!" cuando por fin di con lo que estaba buscando. Vamos a ver, el negro pega con todo, así que unas bragas negras eran la elección más sabia. Me acerqué a la cama y deslicé la prenda por las piernas de Ziggy, meneando ligeramente la cabeza al recordar que normalmente hacía aquel recorrido a la inversa. En fin, supongo que desde la última vez que nos vimos las cosas habían cambiado. Desde luego algo en mí había cambiado. Se suponía que esto de ser amigos con "privilegios" iba a quedarse en eso, en amigos, pero supongo que en algún momento a mí se me escapó la situación de las manos. — Voilà — murmuré, quitándome las zapatillas antes de subirme a la cama.
— Tengo que hacerte una pregunta muy seria — dije, moviéndome hasta que noté la espalda de Ziggy contra mi pecho, y sin pensármelo demasiado puse una de mis manos en su cintura; yo tenía las manos frías y ella estaba ardiendo, así que era lo más justo, ¿no? — Bueno, en realidad es una pregunta y una observación — rectifiqué, enterrando la cara en su cuello; olía a Ziggy y a hierba y a un domingo más perezoso que de costumbre. — Para empezar, esta camiseta es mía, perra — anuncié, dándole un suave tirón al borde de la camiseta; lo de perra no iba en serio, claro. — Y... ¿se puede saber por qué no llevabas bragas?¿Has notado que venía y se te han caído o...? — pregunté, riéndome como un auténtico idiota de mis propias bromas. No es que me molestara que fuera por ahí con el potorri al aire, más que nada porque a estas alturas ya habíamos follado en todas las habitaciones de su casa y de mi casa y probablemente de las casas de otras personas —lo siento, Jackie, mentí cuando dije que solo iría a regar las plantas.
— Te he traído mierdas de esas de avena y sirope de arce — comenté mientras revolvía los cajones de Ziggy, como si estuviera en mi casa. — Y como veinte mil películas, aunque igual deberíamos poner The Walking Dead para que te reencuentres con tu familia perdida — bromeé, y solté un "¡AHÁ!" cuando por fin di con lo que estaba buscando. Vamos a ver, el negro pega con todo, así que unas bragas negras eran la elección más sabia. Me acerqué a la cama y deslicé la prenda por las piernas de Ziggy, meneando ligeramente la cabeza al recordar que normalmente hacía aquel recorrido a la inversa. En fin, supongo que desde la última vez que nos vimos las cosas habían cambiado. Desde luego algo en mí había cambiado. Se suponía que esto de ser amigos con "privilegios" iba a quedarse en eso, en amigos, pero supongo que en algún momento a mí se me escapó la situación de las manos. — Voilà — murmuré, quitándome las zapatillas antes de subirme a la cama.
— Tengo que hacerte una pregunta muy seria — dije, moviéndome hasta que noté la espalda de Ziggy contra mi pecho, y sin pensármelo demasiado puse una de mis manos en su cintura; yo tenía las manos frías y ella estaba ardiendo, así que era lo más justo, ¿no? — Bueno, en realidad es una pregunta y una observación — rectifiqué, enterrando la cara en su cuello; olía a Ziggy y a hierba y a un domingo más perezoso que de costumbre. — Para empezar, esta camiseta es mía, perra — anuncié, dándole un suave tirón al borde de la camiseta; lo de perra no iba en serio, claro. — Y... ¿se puede saber por qué no llevabas bragas?¿Has notado que venía y se te han caído o...? — pregunté, riéndome como un auténtico idiota de mis propias bromas. No es que me molestara que fuera por ahí con el potorri al aire, más que nada porque a estas alturas ya habíamos follado en todas las habitaciones de su casa y de mi casa y probablemente de las casas de otras personas —lo siento, Jackie, mentí cuando dije que solo iría a regar las plantas.
Re: the only place ☁ ziggy
Escuchaba el ruido a su alrededor como en un sueño. Estaba más dormida que despierta, y necesitaría un huracán para salir de su letargo. Al escuchar la voz de Indiana simplemente giró el rostro, cubierto por parte de su melena, y le sonrió. Con una sonrisa de esas embobadas, como si estuviera drogada. Que también. - The Walking Dead me da miedo. - comentó, para disuadirle de la idea de ver la serie. - Los bichos esos dan mucho yuyu. - aunque claro, ella era muy impresionable y con cualquier cosa se estaba tapando la cara con un cojín. Las manos frías de Walsh le hacían cosquillas en las piernas. Muchas, tantas que una risotada se le escapó y no pudo evitar retorcerse cual gatito al que le acarician la tripa. Y entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se incorporó un poco y miró con rostro extrañado la prenda que ahora lucía. - Me has puesto unas bragas. - reafirmó lo obvio tras unos segundos de reflexión. - Oooooooooooostia... que me olvidé de ponerlas antes... perdón. - murmuró, aunque seguro que al chico no le había importado lo más mínimo. Y un segundo después se había tirado de nuevo en la cama, como si aquel esfuerzo la hubiera agotado.
Se acurrucó al sentir al chico tras ella. Se acurrucó y mucho, pegando su cuerpo al suyo e incluso agarrando la mano que el chico había llevado a su cintura. Le salía por instinto, sin pensar en si aquel contacto era demasiado íntimo para dos colegas que simplemente se acostaban de vez en cuando. Estaba mimosa, adormilada, y tan a gusto que ni lo consideraba. - Pero me queda... - interrumpió su frase con un sonoro bostezo. - mejor que a ti. - se frotó un ojo diciéndose que, o se despertaba, o se dormía definitivamente. Además de que el pobre chaval no había venido hasta su casa para verla dormir. Y el estómago comenzaba a rugirle. - Estaba echando la siesta, timbraste, me puse la camiseta... y me olvidé de lo otro. - típico en ella, olvidarse de ponerse las bragas. Por alarmante que pareciera, no era la primera vez que le pasaba. Se giró en la cama para quedar cara a cara con el chico y así forzarse a mantener los ojos abiertos, mirándole lo más fijamente que podía. - Y la culpa es tuya... por presentarte aquí por sorpresa, esas cosas no se hacen. - le recriminó con una sonrisa de oreja a oreja, dejando claro que en realidad estaba encantada con la visita. - Ay, perdona, ya me termino de despertar... es que me cuesta mucho. - admitió su complejo de marmotilla mientras se estiraba cuan larga era en la cama.
Estaban próximos, mucho. Tanto que podía sentir la respiración del chico contra ella, y analizar cada rasgo de su rostro al mínimo esfuerzo. Pero lo mejor casi que iba a ser ponerse a ver algo, antes de que les diera por hacer otras cosas... más que nada porque su madre estaba por ahí, y era de las que entraban sin avisar ni leches. - Entonces... qué me has traído? ¿Algo rico? - algo que seguramente él ni probaría porque le horrorizaban sus mierdas vegetarianas. - La próxima vez me toca invadirte yo la cama, vale? - y lo haría, claro que lo haría. En una semana o dos, aparecería en plena noche y se le colaría entre las sabanas con todo el descaro del mundo.
Se acurrucó al sentir al chico tras ella. Se acurrucó y mucho, pegando su cuerpo al suyo e incluso agarrando la mano que el chico había llevado a su cintura. Le salía por instinto, sin pensar en si aquel contacto era demasiado íntimo para dos colegas que simplemente se acostaban de vez en cuando. Estaba mimosa, adormilada, y tan a gusto que ni lo consideraba. - Pero me queda... - interrumpió su frase con un sonoro bostezo. - mejor que a ti. - se frotó un ojo diciéndose que, o se despertaba, o se dormía definitivamente. Además de que el pobre chaval no había venido hasta su casa para verla dormir. Y el estómago comenzaba a rugirle. - Estaba echando la siesta, timbraste, me puse la camiseta... y me olvidé de lo otro. - típico en ella, olvidarse de ponerse las bragas. Por alarmante que pareciera, no era la primera vez que le pasaba. Se giró en la cama para quedar cara a cara con el chico y así forzarse a mantener los ojos abiertos, mirándole lo más fijamente que podía. - Y la culpa es tuya... por presentarte aquí por sorpresa, esas cosas no se hacen. - le recriminó con una sonrisa de oreja a oreja, dejando claro que en realidad estaba encantada con la visita. - Ay, perdona, ya me termino de despertar... es que me cuesta mucho. - admitió su complejo de marmotilla mientras se estiraba cuan larga era en la cama.
Estaban próximos, mucho. Tanto que podía sentir la respiración del chico contra ella, y analizar cada rasgo de su rostro al mínimo esfuerzo. Pero lo mejor casi que iba a ser ponerse a ver algo, antes de que les diera por hacer otras cosas... más que nada porque su madre estaba por ahí, y era de las que entraban sin avisar ni leches. - Entonces... qué me has traído? ¿Algo rico? - algo que seguramente él ni probaría porque le horrorizaban sus mierdas vegetarianas. - La próxima vez me toca invadirte yo la cama, vale? - y lo haría, claro que lo haría. En una semana o dos, aparecería en plena noche y se le colaría entre las sabanas con todo el descaro del mundo.
- Layla J. Stevens
- Libras : 41
Re: the only place ☁ ziggy
Típico, se te olvida ponerte bragas, como el que se deja la luz de la habitación encendida o la nevera abierta. No sabía si echarme a reír o a llorar, algún día Ziggy saldría de casa y se dejaría la cabeza en la mesa de la cocina, aunque supongo que para eso me tenía a mí, para recordarle esos pequeños —pero importantes— detalles que se le solían escapar. Se volvió hacia mí y me sonrió, y es posible que estuviera tan concentrado en cómo sus labios se movían al hablar y en lo cerca que estábamos el uno del otro que no hubiera escuchado ni una palabra de lo que me había dicho. Aun así, asentí como un completo idiota y besé la punta de su nariz, para no perder la costumbre. Para Ziggy probablemente seguía siendo el Indy de siempre, el tío del pelo raro con el que charla y se ríe y ve películas hasta que llega la hora de desayunar, el Indy que de vez en cuando le arranca una profanidad tras otra mientras hunde sus dedos en sus caderas; y ese Indy, para mí, había muerto. Sin quererlo, esas gilipolleces sin importancia de repente lo eran todo, y aquello estaba malmalmal.
— Más te vale, si me despierto y no estás ahí tendré que buscarme a otra que me quiera un poco más — bromeé, apartando mis manos de la cintura de Ziggy para restregarme los ojos. Ya me veía con Jackie a un lado y Otis al otro, intentando animarme con chistes malísimos y vídeos de gatos; bueno, y si no hubiera sido un capullo monumental, Wes habría estado ahí también para ponerle la guinda al pastel. — Pues mira, te he traído unas cosas de avena y sirope de arce que parecían comestibles, unas galletas con chocolate que puede que pruebe y... — cerré los ojos con fuerza, intentando recordar qué más llevaba en la mochila — Batido de leche de soja con cacao y ¿almendras? No sé, no tenía mala pinta, aunque seguramente sepa a corcho. Ah, y unos sándwiches vegetarianos que para mi gusto están pidiendo a gritos unas rodajitas de jamón — expliqué, estirándome en la cama como si me fuera la vida en ello solo para volver a rodear a Ziggy con mis brazos. Me gustaba abrazar cosas, y daba la casualidad de que Ziggy estaba ahí. — Y pelis, muuuuchas pelis, de miedo y de llorar. Y creo que me vas a perder el respeto con cualquiera de las dos — murmuré, enterrando la cara en la almohada.
— Pero te dejo escoger, puedes secarme las lágrimas o reírte de mí cada vez que grite cuando una niña siniestra cruce un pasillo — suspiré, y aunque parezca mentira, los géneros de terror y drama eran mis preferidos. Solo que, no sé, los vivía con demasiada intensidad. Claro, que no es lo mismo ver una de esas pelis en tu casa, solo, por la noche, y sabiendo que tus padres están demasiado lejos como para llamar a la policía en caso de que un asesino loco y sanguinario se cuele en tu casa, que ver algo así en compañía. — Eso sí, nos quedamos aquí, que estoy pensando en convertirme en un burrito humano con tantos edredones —. Hala, ésa era mi única condición, que me dejara ser un burrito.
— Más te vale, si me despierto y no estás ahí tendré que buscarme a otra que me quiera un poco más — bromeé, apartando mis manos de la cintura de Ziggy para restregarme los ojos. Ya me veía con Jackie a un lado y Otis al otro, intentando animarme con chistes malísimos y vídeos de gatos; bueno, y si no hubiera sido un capullo monumental, Wes habría estado ahí también para ponerle la guinda al pastel. — Pues mira, te he traído unas cosas de avena y sirope de arce que parecían comestibles, unas galletas con chocolate que puede que pruebe y... — cerré los ojos con fuerza, intentando recordar qué más llevaba en la mochila — Batido de leche de soja con cacao y ¿almendras? No sé, no tenía mala pinta, aunque seguramente sepa a corcho. Ah, y unos sándwiches vegetarianos que para mi gusto están pidiendo a gritos unas rodajitas de jamón — expliqué, estirándome en la cama como si me fuera la vida en ello solo para volver a rodear a Ziggy con mis brazos. Me gustaba abrazar cosas, y daba la casualidad de que Ziggy estaba ahí. — Y pelis, muuuuchas pelis, de miedo y de llorar. Y creo que me vas a perder el respeto con cualquiera de las dos — murmuré, enterrando la cara en la almohada.
— Pero te dejo escoger, puedes secarme las lágrimas o reírte de mí cada vez que grite cuando una niña siniestra cruce un pasillo — suspiré, y aunque parezca mentira, los géneros de terror y drama eran mis preferidos. Solo que, no sé, los vivía con demasiada intensidad. Claro, que no es lo mismo ver una de esas pelis en tu casa, solo, por la noche, y sabiendo que tus padres están demasiado lejos como para llamar a la policía en caso de que un asesino loco y sanguinario se cuele en tu casa, que ver algo así en compañía. — Eso sí, nos quedamos aquí, que estoy pensando en convertirme en un burrito humano con tantos edredones —. Hala, ésa era mi única condición, que me dejara ser un burrito.
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