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Ubicada en el condado de Berkshire, en Inglaterra, Holywell City recibe octubre con temperaturas que oscilan entre los 6°C y los 15°C. Se esperan lluvias durante todo el mes, con ocasionales tormentas provenientes del sur. Fuertes ráfagas de viento atraviesan la ciudad de punta a punta, por lo que es recomendado no dejar objetos sin supervisar a la intemperie.
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Mensaje por Holywell City 29.01.15 18:45

lo que algunos sugirieron

Domingo 26 de Octubre, 2014.
20:00 hs.
Edificio de la Gobernación.

Holywell City recibe el último domingo de octubre con unos grados menos de los esperados, haciendo que la noche parezca más una de invierno que de otoño propiamente. El salón principal del Edificio de la Gobernación es un lugar distinto cuando se prepara para eventos como aquel, y quienes creen conocerlo de memoria tienen que mirarlo dos veces, porque fuera de su look habitual —alejado del papeleo y el movimiento de oficinas— pueden notarse sus estructuras dignas de un edificio datado del 1800. Las arañas de cristal relucen, los músicos tocan las canciones que con tanto esmero han practicado durante días, todo parece perfecto. ¿El motivo de tal celebración? Nada menos que el bicentenario de la fundación de la ciudad que, de hecho, se cumple el 27 de octubre pero que, como todos los años, se espera y se celebra a medianoche.

La invitación a la gala se extendió a todos los ciudadanos, la norma de vestimenta es de etiqueta, y el comportamiento de todos será vigilado para evitar altercados. Eustace Miller, como actual alcalde, dará el discurso conmemorativo y se espera que sus pares políticos hagan alusiones a la fecha. Dada la magnitud del festejo, están habilitados para el evento el salón principal, el vestíbulo y los jardines delanteros del edificio. La noche es joven, la ciudad está de fiesta. El momento es ahora. El lugar es este.
robb stark
Holywell City
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Mensaje por Asia K. Becker 29.01.15 21:48

Dios mio, no podía creer que aquello estaba pasando. De hecho, no se lo había creído hasta que sus hermanos habían tenido que empujarla para comprobar si sus piernas seguían funcionando.  La situación le era en parte familiar, ya que no era la primera vez que tocaba para un público selecto, pero una ligera diferencia evitaba que se calmará. ¿Qué... Ah si, el pequeño dato de tener que tocar para ciento y tantas personas que en su vida había visto. Sería una hermosa velada.  Caminó con lentitud, estudiando cada detalle de las sala y de quienes se encontraban, tratando de no pisar su vestido y caer de faces en el suelo, eso sería realmente vergonzoso. ¿Sabes que también sería vergonzoso? Se dijo a si misma, buscando de extraña manera distraerse de la situación ''Que se rompa una cuerda mientras tocas, wow'' Sus ideas nunca eran buenas, y estaba más que segura cuando sintió una parte de ella romperse por la angustia.

Todos los músicos se veían más que preparados. Sus apariencias y actitud de tener todo bajo control provocaba que Asia se sintiera más insignificante y nerviosa de como antes se sentía. Cada delicado movimiento que realizaba le causaba la sensación de que miles de ojos se posaban sobre ella de manera despectiva. Sacó su instrumento con un breve sentimiento de nostalgia, asegurándose de que no hubiera nadie en la costa. Aun recordaba cuando había recibido su Violonchelo de manos de su madre. Había sido un regalo de su madre, una excusa para mantenerla viva. Asia lo veía como el lazo que la unía a su madre, la música era lo más importante. Sentía que era lo que la conectaba a la presencia de su madre, o lo que quedaba de ella.

Movimientos y llamadas hicieron que se colocara en posición y arreglara sus partituras, esperando a que les indicaran cuando comenzar.  Cerró los ojos a medida que tomaba una gran cantidad de aire, mientras sus dedos se movían con suavidad sobre las cuertas del Violonchello. Esperaba que Otis o Link llegaran rápido. No quería hablar con los amigos de su padre durante su tiempo libre.
Asia K. Becker
Asia K. Becker

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Noche uno de tres: lo que algunos sugirieron.  Empty Re: Noche uno de tres: lo que algunos sugirieron.

Mensaje por Robbie Zane Jr. 29.01.15 22:50

La corbata. ¿Acaso tenía una? Fácil, la respuesta era no. Porque cada vez que quería comprar una... bueno, digamos que nunca estaba de humor para eso. ¿Cuantas veces en la vida tendría que ponérmela, de todas formas? Una sola, y esa era la gala de los doscientos años de Holywell. No tenía problema si en mi funeral me ponían en el cajón con una remera de Adidas, ya estaría muerto, ¿para qué la formalidad? Seguro me arrepentiría de comprarla en cualquier momento de mi vida, así que en parte me alegré de no tener una. ¿Pero y qué demonios me ponía entonces? 'La norma de vestimenta es de etiqueta'. Que le den a la etiqueta, mis más sinceras disculpas.

Casi las ocho de la noche y todavía caminaba descalzo, con los pantalones de vestir desprendidos y la camisa mal abotonada. Me acerqué a las macetas con un vaso con agua en la mano y las mojé un poco, como solía hacer todas las noches. ¿Había algo en el mundo más precioso que las plantas? No doy oportunidad a respuestas, porque no, no lo había. Quién sabe qué clase de magia oscura hice, el tema es que en diez minutos ya estaba listo. O bueno, lo que yo consideraba listo y la mayoría de las personas consideraban desarreglado. Me pasé una mano por el pelo antes de cerrar la puerta de la casa con llave, para después guardarla en el bolsillo del pantalón.

Caminar con el frío toca pelotas que había me molestó un poco. No había prácticamente nadie en la calle, porque los tontos que no estaban ya en la gala de seguro se encontraban bien arropados y durmiendo. Me fijé a ambos lados antes de cruzar la Mayflower, para llegar a la otra esquina de la plaza. ¿Estaba emocionado? Sí, más que mucho, porque Bernard Johnson estaría ahí. ¡En el mismo salón que yo! Vaya, no llevaba felpas para que me firmara algo. Entrar y escuchar la música clásica me hizo sonreír. No era un fanático, pero me hizo sentir en una fiesta de la alta sociedad. Me arreglé el saco —¿mencioné que mi camisa era rojo oscuro?—, y caminé hacia una mesa en la que había ciertos platos que llamaban mi atención.
Robbie Zane Jr.
Robbie Zane Jr.

Libras : 27

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Mensaje por Anya L. Treadaway 30.01.15 20:14

A pesar de ser hermanos, Pyter y Anya podían llegar a actuar como dos personas independientes uno del otro. Habían sido invitados a un evento muy importante donde ponían a prueba sus habilidades musicales, la pelirroja estaba acostumbrada al hecho de tocar el violín pero no recordaba haberlo hecho frente a tantas personas en mucho tiempo, la última vez había tocado con su padre en la calle, un verdadero espectáculo, más que para cualquier persona, para su corazón. Pyter afirmó que iría luego, necesitaba practicar y la pelirroja entendió por completo, de su pequeña familia él era el único que no disfrutaba demasiado el don de la música, era mejor dejarlo a que la musa llegara y no presionarlo. Mientras, la pelirroja se vistió lo mejor que pudo, era feliz en sus leggins, vans y camisas anchas, pero ahora intentaba llevar el vestido color crema y los altos tacones de la mejor manera, había gastado de sus preciados ahorros para una noche como esa, por otro lado ahorró en salones y demás lujos, procuró un maquillaje discreto y ondas armadas en su melena de fuego, no, no se sentía cómoda pero esperaba no lucir como una muñeca vestida con prendas ajustadas sin aire para respirar.

Una chica había subido antes, una que se estaba luciendo por completo, de no ser por su melodía la pecosa chica no habría encontrado calma para pensar las cosas en frío y no retirarse. Anya aprovechó para llamar a Pyter tres veces, pasarle algunos mensajes y notas de voz donde su tono era, evidentemente, desesperado. No sabía cuando tendría que subir al escenario pero si algo era obvio era que no podría tocar con tranquilidad si sabía que su hermano no estaba o se encontraba probablemente perdido en sus propias partituras. Tenía que haberse quedado, en ese momento la culpa se sumó a su pecho y la muchacha se movió buscando alguna ventana visible mientras intentaba que las ondas no se colaran por su cabello. Sus ojos oscuros se perdían en un camino donde no lograba divisar nada. Mira por un instante la pantalla del móvil, nada, se supone que habían planeado tocar uno tras del otro, como una especie de apoyo o algo por el estilo.

Mira hacia las mesas, los invitados, la comida se veía excelente y el ambiente era algo diferente pero en un sentido totalmente bueno, sin embargo no lo estaba disfrutando, cuando se alejaba de Pyter en unos términos no completamente buenos se sentía abrumada. Toma el móvil y vuelve a marcar, la primera vez se equivoca, la segunda acierta. —Pyter… vamos, contesta—. Susurra mordiendo su labio inferior con algo de fuerza. Ve hacia el escenario, la logística es obvia en un evento tan importante, señala con su mano que iría pronto, internamente rogaba porque alguien le diera más tiempo a que el mayor de los Treadaway llegara y aplacara a su hermanita.
Anya L. Treadaway
Anya L. Treadaway

Libras : 53

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Mensaje por Skyler Dankworth 31.01.15 0:25



“¿Nerviosa o incómoda?” ¿Cuál sería la mejor palabra para describir su estado de ánimo? Esa era la duda que corría por la cabeza de Skyler en aquel momento. Se encontraba sentada en una mesa junto a “su familia” en completo silencio. Su madre hablaba con el padre de Asia y todos reían gracias a los chistes de los colegas de él, mientras que ella se limitaba a escuchar y formar una sonrisa “tímida” cuando las miradas se posaban sobre su anatomía, como si esperaran que reaccionar y saliera del trance en el que parecía estar, pero, ¿Cómo hacerlo? Ese día había sido uno terrible para ella.

Cuando despertó fue cuando su madre le avisó sobre la actividad a la que iban estar asistiendo en la noche y, algo resignada, había aceptado ir. Tenía otros planes para ese día, pero no había puesto mucho empeño en librarse de la gala por dos simples motivos: Aunque Asia y ella no se llevaran bien, su hermanastra iba a estar tocando en la noche y le parecía que, por cuestiones de educación, lo menos que podía hacer era ir a verla. La segunda razón es aún más creíble: ¿Qué otras noches al año puedes usar un vestido largo libremente? ¿Cuáles son tus otras oportunidades para producirte? Exacto, se reducen a pocas, por ende, desaprovechar esa excusa sería tonto de su parte, pero no contaba con el “pequeñísimo” detalle de no haber decidido que usaría, así que pasó toda la mañana tratando de elegir el atuendo perfecto y parte de la tarde intentando que su cabello quisiera peinarse, mas mientras más corría el tiempo, se veía más lejana la posibilidad.

Antes de partir al edificio de la gobernación, se aseguró de tener todo consigo y de que a nadie más en la “familia” se le quedara algo en “casa”. Una vez y estuvo en el carro le envió un mensaje de texto a su hermanastra, el cual se supone que debía ser una alentador, pero la verdad es que, como siempre, todo terminó en una pelea de niñas. Las palabras que ambas tecleaban eran simples respuestas a los comentarios anteriores que se hacían, nada de que preocuparse, no hasta que Asia decidió mencionar a su padre biológico en la conversación. A pesar de que Sky pudiese ser reconocida por su frialdad, estaba consciente de que no debía cruzar ciertos límites en cuanto a sus conversaciones con cualquier miembro de la familia Becker; Eso era algo que Asia debía de entender de una vez por todas, así que decidió dar final a la conversación, permitiendo que Japón (como le llamaba en su cabeza) se quedara con la última palabra, que era posiblemente lo que quería desde el principio. Lo último que hizo fue apagar su teléfono y dejarlo en su bolso.

Ahora se encontraba allí, pensando otra vez en su padre, imaginando los lugares en los que podría estar o como se vería en ese punto de su vida. Tenía miedo de lo que pasaba por su mente y ya no tenía ganas de seguir sentada con cara de “no opino, pero sé que alrededor de mí están entablando una conversación”, entonces se disculpó y se levantó con su bolso en mano, fingiendo que iba al baño, cuando realmente se dedicaba a dar una vuelta por el lugar, esperando ver una cara conocida o por lo menos una amigable para poder entablar una conversación.
Skyler Dankworth
Skyler Dankworth

Libras : 34

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Mensaje por E. Otis Fitzgerald 31.01.15 12:15

Se bajó lo más rápido que pudo. Antes de que Wes hubiera sacado el seguro para niños del auto —que siempre estaba puesto y a Otis le molestaba de una manera sobrehumana—, ya había tirado de la manija unas diez veces seguidas, repitiendo la misma palabra muchas veces. "Wes, por favor, quita el seguro del auto", quiso decir de una manera calma y relajada, pero de sus labios solo salió un "seguro, seguro, seguro" más bien desesperado e impaciente.

Su amigo lo había pasado a buscar, como habían quedado, pero más temprano de lo que Otis esperaba. Por supuesto que el rubio ya había estado listo, su madre estaba más emocionada que él mismo, y le había hecho ducharse temprano. Estaba dando vueltas por la casa esperando a que alguien le anudara la corbata cuando el timbre sonó, así que decidió que la llevaría en la mano y le pediría a Wes que se la acomodara en cuanto estuvieran ahí. Por supuesto que preguntó qué demonios hacía tan temprano, quejándose también que llegarían y todavía no estaría abierto, y que seguro que toda la ciudad recién estaba preparándose, porque le gustaba dramatizar. Todo esto mientras subía en el asiento de atrás del conductor, lugar que era suyo siempre que viajaban juntos, se ponía el cinturón de seguridad y después se estiraba para pasarle el cd de Taylor Swift que le habían regalado. Wes se quejaba muchas veces de la música de la cantante, pero Otis más de una vez lo había escuchado cantando, y sabía que su amigo sabía muy bien la letra de I knew you were trouble, y que además no dudaba antes de mover la cabeza a ritmo del estribillo.

Lo que le hizo entrar en pánico fue el hecho de que no estaban yendo hacia el Edificio de la Gobernación, y se había dado cuenta un poco tarde. Wes le había dicho que tal vez irían a por Maggie, pero honestamente no le había prestado atención ese día. Así que cuando le dijo "A lo de Maggie, ya te dije" asintió, porque le parecía lógico que quisiera llevar a su novia al baile. Pero no esperaba que con ella viniera Jackie, y mucho menos que le tocara sentarse al lado suyo en el auto. Le sonrió y le dijo un "hola" con aire awkward, porque su último encuentro no había sido el más normal de todos. Hizo el tramo que les quedaba callado, mirando por la ventana y jugando con las manos, sin decir palabra. Sí, también estaba ruborizado, pero no quería creer eso y lo negaría hasta el día de su muerte.

Eso lo llevó a la desesperación al querer bajar, y en cuanto lo hizo, se acercó a Wes lo más rápido posible después de cerrar la puerta con un golpe — Ayúdame con esto — le dijo parándose al frente, poniéndole la corbata en la mano y estirando el cuello, intentando hacérsela más fácil.

E. Otis Fitzgerald

Libras : 191

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Mensaje por Lincoln S. Harrison 31.01.15 14:04

Link, ¿estoy guapa? —la aguda vocecita de Megan formulo aquella pregunta por enésima vez desde que habían salido de casa mientras alisaba la falda de su vestido amarillo pastel. El viaje en coche hasta el Edificio de la Gobernación estaba siendo una pequeña tortura. Él había estado a punto de decirle a sus padres que iría con los Fitzgerald, pero en cuando mencionó el nombre de Otis, su madre se negó, alegando que tenían que aparecer todos juntos, aunque Link no sabía por qué, si en cuanto llegara, buscaría a sus amigos entre la gente. —Sí, enana, estás muy guapa. —respondió en tono cansado mientras se arreglaba un poco el nudo de la corbata que rodeaba su cuello, negra como el resto del traje, contrastando perfectamente con la camisa blanca. No comprendía la necesidad de ir tan arreglado, pero discutir con su madre era una pérdida de tiempo. Megan, por su parte, estaba encantada con su vestido nuevo y su brillante cabello castaño peinado en perfectos tirabuzones. Tenía ocho años y había pasado media tarde preparándose. ¿Qué sería de ella cuando llegara a la adolescencia?

Efectivamente, cuando cruzaron las puertas del salón, sus padres se detuvieron a hablar con unos conocidos y él se disculpó para ir a buscar a sus amigos. ¿Otis también se habría arreglado tanto o sería él el único idiota de los dos que llevara traje? ¿Y Asia? Seguro que ella estaría preciosa, como siempre, obviamente. ¿Iría Jackie? El castaño repasaba mentalmente la lista de todos sus amigos, esperando que acudieran y no tener que pasar la noche pegado a Meg y a sus padres porque eso podía ser una tortura. Por lo menos habría buena comida o eso parecía. Repasaba los rostros de la gente buscando algún conocido con quien charlar hasta que llegaran sus amigos y fue entonces cuando la vio en el escenario, junto a su violonchelo. La sonrisa de Lincoln no podía ser más grande -a la vez que absolutamente delatoria, aunque creía que Asia jamás se había dado cuenta de su eterno enamoramiento- y se acercó con el único objetivo de que ella también pudiera verle.
Lincoln S. Harrison
Lincoln S. Harrison

Libras : 62

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Mensaje por Corant O. Creamer 01.02.15 16:39

La fiesta de aniversario de la fundación de la ciudad, aquel era su destino. Cualquiera que conociera minimamente a Corant sabía que imaginarlo a él en mitad de todas aquellas formalidades y protocolos era como ver a un lobo entre perros correctamente domesticados. No. El chico no era ese tipo de personas que veía y actuaba, él estaba por encima de todo aquello. Mientras caminaba a paso lento leyó la invitación en la que claramente especificaba: vestimenta de etiqueta. El joven moreno de detuvo para mirarse en un escaparate observando sus pantalones oscuros y su camisa por fuera de estos. No tenía corbata o chaqueta alguna, ¿para qué iba a usarla? En el interior estaba seguro de que la temperatura sería alta  y luego estaba la corbata ¿era él acaso algún animal para llevar algo del cuello? No. Se pasó la mano por el pelo y con una de esas sonrisas del chico, esa que demostraba que algo bueno esperaba - al menos para él- continuó su camino.

Cuando entró en el lugar descubrió que todo aquello que había imaginado era cierto. Las personas estaban altamente arreglados y una suave música inundaba el lugar. Con las manos en los bolsillos se detuvo en la puerta a observar a los invitados que ya habían llegado a la fiesta. Encontró a algunas personas conocidas, aunque le extraño no ver a Wes entre ellos por lo que no dudó en enviar un rápido mensaje al joven. Tras ver el mensaje como enviado volvió a ponerse en movimiento pero no caminó hacia ellas en primer lugar, no, había un destino principal en cualquier fiesta a la que asistía: la barra de bebidas. Además, estas eran gratis. Oh, esperaba que tuvieran suficientes fondos porque Corant no era de los que se contentaba con poco. Cogió una, demasiado elegante, copa y bebió el contenido con rapidez. Quizás alguno se hubiera detenido a ver la calidad del líquido pero al chico solo le interesaba el grado de embriaguez que podría conseguir con esto. -Quizás así esto me parezca más divertido. - Susurró mientras cogía otra copa y esta vez si caminaba hacia uno de esos rostros que había reconocido: Anya.

Cuando se acercó pudo ver la vestimenta completa de la joven lo que le hizo detenerse. La visión de la pequeña niña con rizos negros llegó a su mente. Sin dar ninguna oportunidad bebió la copa con rapidez y cogió una de un hombre cercano cambiandola por la suya vacía. - Gracias. - Esas palabras y un asentimiento de cabeza fue todo lo que hizo antes de irse hacia la chica. Cuando llegó a su lado notó el nerviosismo de la joven pero tardó unos segundos en comprenderlo. -Oh, oh. No me digas que te has disfrazado como una muñeca de porcelana porque vas a tocar ahí arriba. Creo que ahora mismo siento que mereció la pena venir a esta aburrida fiesta. Pareces nerviosa, ¿sabes lo que deberías hacer? Beber. El alcohol ayuda. Bueno, y alguna que otra pastillita mágica. Te ofrecería pero ¿qué tipo de amigo sería si lo hiciera? No. Tienes que seguir siendo la perfecta chica de punta en blanco. - Sentenció con una sonrisa traviesa mientras cogía uno de sus rizos con sus manos y jugaba con él para luego dejarla caer sobre el hombro de la chica.
Corant O. Creamer
Corant O. Creamer

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Mensaje por Layla J. Stevens 01.02.15 19:04

Hay que acudir de etiqueta. O eso rezaba la invitación que había llegado hasta el apartamento de Ziggy. Mierda, mierda y mierda. Jodere. La castaña maldijo a sus adentros nada más leer aquellas palabras, y automáticamente repasó su armario: ahí no había más que camisetas de colores o con el logo de alguna banda, vestidos llenos de florecillas y pantalones afganos. Jamás había sido de las que se arreglaban, había días que ni se molestaba en cepillar su enmarañada melena... y ahora se encontraba eso. Antes de quebrarse la cabeza con el "qué me pongo", se ocupó de whatsappear a su mejor amigo. Por si él iba a la fiesta, porque si él no iba, ella ni se dignaría a acudir, vamos. Obviamente, la respuesta era afirmativa: el chico era todo un forofo de Bernard Johnson, y él estaría allí, seguro. Así que ella también se armó de valor, rebuscó aún más en su armario hasta encontrar un vestido lo más apropiado posible, y fue a la dichosa fiesta fumándose un canuto por el camino. Lo necesitaría para afrontar tanta formalidad con buen humor.

Cuando al fin entró en la enorme sala del Edificio de la Gobernación, lo único que hizo fue buscar con la mirada la melena enmarañada de Robbie. Tras dar unas cuantas vueltas, completamente desorientada por el enorme lugar, agarró una copa de champagne y al fin le vio, vistiendo traje y una camisa rojo oscuro que reflejaba los colores de los Hansen. Y cómo no, junto a la comida. Se le acercó por la espalda, y sin ningún recato ni cuidado respecto a su largo vestido, se le subió por la espalda cual koala. - ¡Pero mira quién esta aquí! Casi ni te reconozco, chaval, qué ha sido de mi Robbie de siempre y quién es este señor de la alta sociedad? - bromeó, con una sonrisa. - Estás muy guapo, es broma. - le alagó, soltando después una carcajada. Dio un largo a su copa de champagne y abrió mucho los ojos, que traia semi-achinados debido al efecto de lo que se había venido fumando. - Sigo sin saber muy bien qué hacemos aquí ni para qué es esto, así que explícamelo. Aunque siempre es una buena excusa para agarrarnos una borracherilla de las nuestras, no?
Layla J. Stevens
Layla J. Stevens

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Noche uno de tres: lo que algunos sugirieron.  Empty Re: Noche uno de tres: lo que algunos sugirieron.

Mensaje por W. Maggie Blythe 01.02.15 19:10


¡Wes Robbinson! — exclamó al ver a su novio, sonriendo ampliamente y dándole un beso rápido en los labios. — Cuando pensaba que no podías estar más guapo, vas y te arreglas de este modo. — hasta ahí todo bien, pero se acabó lo que se daba: el ambiente no le estaba dando muy buenas vibraciones a Maggie, que digamos. En el coche iban Wes al volante, Otis tras él, Maggie como copiloto, y su prima Jackie tras ella. Y la morena esperaba lo usual; conversación,algún golpe, risas, mirar por el retrovisor como quien no quiere la cosa y ver a alguno de los dos rubios dormidos con la cabeza apoyada en el hombro de otro... nada. ¡Ni siquiera parecía que se hubiesen sentado juntos! Maggie miró a Wes varias veces con las cejas alzadas, queriendo ver si él también se había dado cuenta o se estaba imaginando cosas. Suspiró y espero que terminase aquella incomodidad, tratando de conversar con Wes, pero aquello practicamente duró todo lo que tardaron en llegar al Edificio de Gobernación, para disgusto de la morena. Tal vez Jacqueline se lo contaría en algún momento, o tal vez al llegar a su destino todo pasaba.

Su prima no le había dicho nada extraño mientras estaban en su piso, y había actuado con total normalidad —dentro de lo que viene siendo normalidad para la rubia, vaya. —, ayudando a que Maggie se sintiese cómoda en el bonito vestido que le había ayudado a elegir y a que no se pusiese nerviosa. No estaba acostumbrada a fiestas como la que Holywell celebraba ese día, es más, temía sentirse fuera de lugar una vez allí. Pero si había algo que tenía claro era que aquello era importante para Wes, y él lo era para ella, así que no pensaba quejarse. Bueno, tal vez se quejaba un poco de los tacones, porque no estaba muy acostumbrada a ellos.

Cuando llegaron se quitó el cinturón y miró una última vez por el retrovisor, viendo cómo Otis prácticamente huía del coche y cómo Jackie se bajaba segundos después, cerrando la puerta y sacándola de su ensoñación con el ruido. Se bajó del coche, cerrando su puerta y quedándose junto a ésta, y mirando a su prima con el ceño ligeramente fruncido por la preocupación. — ¿Todo bien? — preguntó a la rubia,  acercándose un poco más y colocándole una mano en el hombro.
W. Maggie Blythe
W. Maggie Blythe

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Noche uno de tres: lo que algunos sugirieron.  Empty Re: Noche uno de tres: lo que algunos sugirieron.

Mensaje por Wes F. Robbinson 01.02.15 22:32

Prácticamente saltó al auto, haciéndolo arrancar antes de cerrar la puerta, poniéndose el cinturón al tiempo que maniobraba para sacarlo a la calle. Iba tarde y tenía que hacer varias paradas, por lo que no podría contarse entre los primeros en llegar al evento. Se había quedado dormido —vaya novedad— y ahora pagaba el precio. Agradeció a Dios que la casa de Otis no quedaba tan lejos y dejó el auto andando mientras se bajaba a tocar el timbre. — Que vamos tarde. — replicó a las quejas de su amigo, que parecían interminables. Puso el cd de Taylor Swift sin chistar porque sabía que el rubio le armaría un escándalo allí mismo si no lo hacía. Y no, escuchar los cincuenta y cinco motivos por los que era la mejor cantante del mundo no era algo que quisiese hacer en ese momento. Repiqueteó los dedos en el volante al tener que esperar un semáforo en rojo, mirando de reojo la hora que le indicaba tablero. 20:17. No era tanto atraso, pero el mensaje que recibió de El rey le confirmó que era atraso al fin. Contestó tan rápido como pudo, moviendo la palanca de cambios para ponerse en marcha otra vez. — A lo de Maggie, ya te dije. — respondió cuando Otis le preguntó adónde iban, casi riéndose al ver la cara de pánico de su amigo. Le había dicho que buscarían a Maggie, pero no le había mencionado que con ella iría Jackie también, principalmente porque quería ver qué hacía en cuanto ya no les quedase más remedio que sentarse juntos. Sí, se sentía todo un Cupido.

Tocó la puerta del 2°D y esperó con las manos en los bolsillos a que alguien abriera, mirando a Otis. — Creo que es un buen momento para decirte qu-... — se vio interrumpido por Maggie exclamando su nombre, dándole un beso y diciéndole que se veía bien. La miró de arriba a abajo, esbozando una sonrisita. — Damn, Maggie Blythe, estás hermosa. — dijo a su vez. Se fijó un poco más atrás y vio a su prima, a la que, en lugar de saludar, felicitó por verse como una señorita. Que le gustaba cargar a la Gallagher, y podía contar con un dedo las veces que la había visto con un vestido. Y esa era la de esa noche. De ahí en adelante la cosa fue en picada. La tensión podía cortarse con un cuchillo y le daba la sensación de que los que iban atrás estaban de lo más incómodos. Miró a Maggie con una sonrisa cuando tuvo que esperar el semáforo de la Mayflower, recordando de repente que llevaba la corbata desanudada alrededor del cuello. No es que odiase las corbatas, pero la sensación de casi asfixia que le producían le molestaba, así que había decidido posponer el tema hasta que no hubiese más remedio. Y en vistas de que ya casi llegaban al evento, se la acomodó. Acto seguido, se fijó en el retrovisor, más que nada chequeando lo que sucedía atrás, echándole otro vistazo a Maggie, pero esa vez más del estilo "tú también te das cuenta, ¿verdad?". Pensó que a lo mejor subiendo el volumen de la música aliviaría la situación. — Otis, esta es la que te gusta. — comentó, escuchando las primeras notas de 22.

Estacionó donde encontró lugar, resoplando mientras se quitaba el cinturón y sentía a su amigo abrir la puerta sin éxito. — Un segundo, UN SEGUNDO. — se quejó mientras tocaba el botón que quitaba el seguro. Se bajó del auto y echó un vistazo alrededor, fijándose si no veía a Corant entre la gente que había allí. Cogió la corbata que Otis le tendía y se la pasó alrededor del cuello, haciendo el nudo como sabía hacerlo desde hacía años. — Ya, te veo más tarde. — le palmeó un hombro y se dio vuelta buscando a Maggie, metiendo las manos en los bolsillos al ver que hablaba con su prima y que tendría que esperar.
Wes F. Robbinson
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Mensaje por Bernard Johnson 01.02.15 22:47

No estaba nervioso. Para nada. Estaba incluso más relajado de lo que le hubiera gustado. Tenía sus palabras listas, el discurso memorizado. Se arregló la corbata una vez más porque algo le decía que la tenía arrugada. Roja, por supuesto; tenía que lucir el espíritu Hansen al máximo esa noche. Faltaba ya muy poco para las elecciones, y si quería ganar tenía que pensar muy bien antes de actuar. Es por eso que al entrar dedicó muchas sonrisas falsas, muchos saludos con la mano, muchos '¿qué tal?' a personas desconocidas. Ganar votos se trataba de encanto, ya lo había aprendido. Recibió una copa que alguien le entregó y sonrió a unas cuantas cámaras, antes de asentir levemente a las preguntas que le hacían. No las escuchaba y muchas ni le importaban, pero a eso no podía saberlo nadie.

Se pasó las manos por el saco y caminó sin rumbo, bebiendo de la copa de vino tinto que le habían alcanzado. Buscaba con la vista la presencia de su contrincante. No es que le importara mucho ella, sino que quería saber lo que tenía planeado para esa noche. Grace Aldridge era alguien en quien no confiaba, y mucho menos en ese momento, con las elecciones tan cerca. No obstante, como ya se dijo, no estaba preocupado. El discurso le hacía quedar bien. Estaba seguro de que aquellas mentes indecisas acabarían eligiendo el conservadurismo. Era tan bueno con las palabras que quedaría como si fuera la mejor opción. Y lo era. O eso creía él.

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Mensaje por Anya L. Treadaway 02.02.15 9:52

De haber tenido la fuerza suficiente seguro hubiera dañado el teléfono. Los botones de bajar y subir el volumen se marcaban en sus manos mientras su vista se perdía en una calle donde ella esperaba ver solo una cosa; a su hermano Pyter. Había decidido no llamarlo más, tenía poco crédito, pero además estaba segura que el mayor llegaría, lo había prometido y ellos no eran de los que rompían sus promesas. Una voz fuerte llama su atención, la conocía así que no se asusta si no que solo voltea y dirige su mirada a Corant. No era de extrañarse que el chico hubiera rechazado el ademán de etiqueta, pero estaba muy bien para como su amigo acostumbraba a ser. Antes de que la voz salga de sus labios entreabiertos él toma la iniciativa y toma uno de los risos perfectos que caían bajo sus hombros, Anya lo ve con esa tranquilidad suya tan característica y se da el lujo de sonreir mientras niega a lo que dice antes de dejar la onda en el lugar donde esta debería estar. —No serías el amigo que me gusta tener—. Comenta con sencillez mientras se encoge de hombros, ya no se sentía tan sola aunque la ausencia de Pyter siguiera bullendo en su interior. Anya rueda los ojos mientras ladea su rostro, una vez más tenía que decirlo. —Cory, no soy una niña pequeña—. Y solo ella sabía que significaba todo aquello, ella no era su hermanita, pero nunca sería tan clara para decírselo de esa forma y herirlo. —Si, bueno, no practiqué mucho así que también está la posibilidad de que me equivoque—. Se muerde el labio justo cuando su celular resuena, era Pyter, ya iba a llegar.

La sonrisa de Anya expresó la alegría que no había tenido en el inicio de la celebración, todo ahora mientras leía el mensaje. —Cory, debo irme, Pyter ya viene y hace rato debería haberme montado en el escenario—. La muchacha pone una de sus manos en el brazo de su amigo y se inclina para despedirse y darle un beso en la mejilla. —No te vayas—. Susurra viéndolo con una mezcla de súplica y seriedad. No le da tiempo ya que enseguida la melena de fuego se pierde entre las personas camino al escenario y en la búsqueda de su violín. Si Pyter iba a llegar esperaba que la viera en el escenario.

Toma su violín, lo había dejado cerca de los demás instrumentos tras bastidores. Sube con algo de lentitud y sin ver a los demás levantando un poco la falda del vestido para no hacer un espectáculo peor, solo se concentra en esa área de la tarima, prefería sentarse así que lo hace en el medio y acomoda su cabello, de manera que este caiga por el lado contrario al que dejaba reposar el violín. Carraspea un poco y solo mira por el rabillo del ojo a los demás que parecían distraídos en sus propios intereses, cosa que de por sí la hacía sentir mejor como si estuviera sola en su habitación. Sin dudarlo, y luego de los primeros acordes, Anya empieza a tocar, su iris solo se fijaba en el instrumento y en el movimiento armónico de sus manos. La canción que había elegido era lenta, solo esperaba no dañar las cosas, y claro, que Pyter llegara pronto.
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Mensaje por Pyter L. Treadaway 02.02.15 17:28

No había dudado ni un segundo en aceptar la invitación, no lo había echo porque sabía que sería agradable pisar un escenario nuevamente. Ya lo había echo antes, con su padre y con su familia. Recordaba las canciones en familia y aún podía tocar ciertas canciones con los ojos cerrados. Un evento podría hacer que todo pareciera ir a la normalidad, pero en ninguno de sus planes espero despertarse tan verde esa misma mañana, donde lo primero que hizo fue vomitar. Malditos nervios. Maldito pánico escénico, se dijo a si mismo mientras iba por las cosas para limpiar el suelo de la casa. Sentía que las ojeras atravesaban su cráneo, la piel estaba pálida, sus rodillas temblaban y sus manos no parecían parar de sudar. Se quedo en la casa esa mañana, fingiendo que esa tarde no iría. Como si hubiera tomado una decisión final. Tomo aire, comió, vio televisión, y al final eran las seis. No podía ir, no iba a poder tocar en el escenario, no iba a poder y de nada valía intentar. Fue entonces que recibió el primer llamado de Anya. Cerró sus ojos al recordar que su hermana también estaría ahí.  «Es una idea terrible», y comenzó a ponerse el traje.

Llego a los ensayos con el tiempo justo, pero se separo a un lugar cerca de una ventana para respirar, sintiendo que se moriría ahí mismo. Tonto Pyter, tu y tus tontas ideas. Podía hacerlo, se atrevía a ir a la organización y decir que no. Su móvil volvió a sonar, y sus manos frías y sudadas miraron el celular. Anya.  «No me hagas esto Ann» Tenía que irse. Justo cuando una persona puso una mano sobre su hombro para preguntarle si estaba bien, dijo que no y se abrió paso hasta la puerta, se apoyo en uno de los postes de luz y se concentro en respirar, que era la tarea mas importante para no vomitar de nuevo. Sentía cada llamada en su móvil, pero no quería ni moverse de donde estaba, al final cesaron y se enderezo como pudo. Recuerda Pyter, de lo único que puedes estar seguro en tu vida es que el sol siempre saldrá por el este y sabiendo eso, ya no tienes nada que temes... Era el último mensaje que le había dejado su padre, había sido antes de un examen, siempre le daba valor. Tipeo un mensaje a su hermana y entro nuevamente. Se acerco al escenario a la parte de los músicos e indico que estaba bien, que subía tras su hermana, como era el plan original.

Aplaudió con fuerza cuando termino de escuchar la canción de la pelirroja, y la abrazo cuando puso un pie debajo del escenario, con cuidado de no tocarla mucho para evitar que la chica sienta el temblor que él sentía en cada parte de su cuerpo.  «Espérame aquí, ahí bajo. Subiré antes de arrepentirme de nuevo». Tomo lugar en el piano y sus dedos comenzaron a deslizarse por las teclas al ritmo de una canción conocida para los hermanos, dado que sus padres se las tocaban cuando tenían tiempo, según el mayor, era el mejor dueto que hacían juntos, y ahora él se las tocaba en piano. Recordando los buenos momentos que nunca volverían a repetirse.
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Mensaje por Anthea E. Olson 02.02.15 18:08

Cuando se manchó el párpado superior con máscara de pestañas por quinta vez estuvo a punto de darlo todo por perdido, ponerse el pijama y quedarse en casa. Había pasado el día yendo de un lado a otro únicamente para no pararse a pensar demasiado. Nerviosa. Histérica, mejor dicho. Su regreso, dos semanas atrás, había pasado inadvertido. Los que recordaban a los Olson, apenas habían reconocido a la simplona Anthea en aquella rubia que destilaba felicidad, y muchos ni siquiera se acordaban ya de la familia y su trágica historia. Esa noche, sin embargo, todo Holywell estaría celebrando el centenario de la ciudad, lo que aumentaba las posibilidades de que la rubia se reencontrara con personas de su pasado a quienes preferiría evitar o por quienes ni siquiera se había atrevido a preguntar. Cuando su pulso se estabilizó consiguió arreglar su maquillaje y después dedicó unos cuantos minutos a crear suaves ondas en su melena rubia. El vestido corto y blanco se acoplaba perfectamente a su figura, resaltando su cintura estrecha. Aunque debería haberse acostumbrado a la imagen que le devolvía el espejo, seguía sintiéndose extraña. Se calzó unos altos zapatos de tacón de color dorado y tras ponerse unos pequeños pendientes y una fino y delicado collar, decidió salir de casa antes de arrepentirse.

Su coche había decidido portarse bien esa noche y la suerte estaba de su parte ya que consiguió encontrar estacionamiento cerca del Edificio de Gobernación, por lo que dejó su abrigo en el interior del vehículo. Había parado a comprar un paquete de tabaco nada más salir de casa. Dos días sin fumar tirados a la basura porque su cuerpo le pedía a gritos su dosis de nicotina. Debía reconocer que ayudaba a calmar sus nervios, aunque el efecto sería efímero una vez pusiera un pie en el salón en el que se celebraba la fiesta. Apagó la colilla con uno de sus pies y respiró profundamente antes de entrar en el edificio, confundiéndose entre la gente. La suave música llegó a sus oídos y estuvo a tiempo de ver el final de la actuación de Anya. Aplaudió, con una gran sonrisa en sus labios, antes de dirigirse a buscar algo para beber. Sus ojos claros paseaban por entre la gente, aunque no sabía si con la intención de buscar algún rostro conocido o de poder evitarlos antes de que ellos la vieran.
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Mensaje por H. Jackie Gallagher 02.02.15 18:45


Sigue sin convencerme, Mags. — le había dicho a mi prima antes de salir de casa, mientras miraba por última vez la trenza que me había hecho. No es que no fuese bonita, es que yo no veía todos los adjetivos bonitos que Maggie me había dicho una vez la trenza estaba lista. La que se los merecía era ella, con aquel vestido que ayudé a elegir y que le quedaba genial. Parecía una princesa, y ya podía Robbinson recordárselo o me encargaría de que se diese cuenta. Mi vestido era más sencillo, de encaje granate y de media manga. Lo más raro de todo aquello era que además de llevar un vestido bonito, llevaba tacones, evidentemente culpa de Maggie, que se empeñó en que los iba a necesitar y en que el color era igual al del vestido. La cuestión era tocarme las narices, ya lo veis. Cuando llegó Wes y mi prima pegó aquel gritito antes de abrir la puerta, reí, y creo que fue la última vez que lo hice en mucho rato, porque no sabía que además de Wes iba a venir Otis. O sea, sabía que iba a acabar viéndole en la fiesta, pero, ¿tan pronto? Le dediqué el bonito gesto de enseñar el dedo corazón acompañado de una sonrisa adorable a Wes al oír que me felicitaba por mi atuendo. Será cabrón, con lo que me costaba ir tan arreglada y encima para un evento como aquel.

Digamos que el viaje en coche fue de lo más incómodo. Otis me saludó con una sonrisa y yo hice lo mismo, y cuando pensaba que todo podía volver a ser como era, se giró a mirar hacia la ventana y no me dirigió la palabra en todo el camino. Más de una vez intenté decir algo, pero acababa cerrando la boca cual inútil porque no sabía qué podía decir que justificase lo que había pasado. Mira que hay que ser gilipollas integral. La noche que casi beso a Otis la pasé dando vueltas y vueltas por la cama y por la casa, pensando en que había estado a punto de besar a mi mejor amigo y en que  probablemente había arruinado años de amistad por un deliz que ni siquiera llegó a pasar. Pero que me hubiera gustado que pasase. Dios, era todo muy difícil, yo sólo quería llegar al Edificio de la Gobernación y beber algo frío.

Otis salió del coche como alma que lleva el diablo, y fruncí ligeramente el ceño porque podía imaginarme el por qué. Solté un suspiro y bajé del coche, enfrentándome a mi prima y a su pregunta tras cerrar la puerta. — Todo genial. — sonreí ampliamente, enseñándole el pulgar y mirando hacia Wes, que estaba tras ella. Puede que en otro momento le hubiese pedido consejo o algo, pero con su novio ahí... mejor dejarlo en una pequeña mentira. — Más te vale ser un caballero con mi prima, Robbinson. — advertí, enseñándole el dedo índice y luego colocando bien aquella trenza tan extraña. Fue entonces cuando pude ver bien a Otis y juro que no me había dado nunca tal vuelco el corazón. ¿De verdad era legal que Otis llevase un esmoquin? Yo digo que debería ser ilegal. Viendo que Wes y Maggie ya iban a entrar, no supe si ir sola o acercarme a mi silencioso amigo, así que, por qué no, puestos a avergonzarme... oh no.¡Joder, me cag-...! — sí, casi me mato mientras andaba hacia Otis. ¿Así o más inútil? Me callé a tiempo, bajando la mirada y plantándome ante Otis con las mejillas algo rojas por haberme tropezado cual cervatillo, y me alisé el vestido con nerviosismo, ahora mucho más insegura que estaba delante de él. — Pareces un pingüino. — murmuré, y levanté la mirada con una sonrisa, mirándolo a los ojos y bajándolos otra vez hacia mis zapatos segundos después. Otis sabía lo mucho que me gustaban los pingüinos, así q-... mierda, si es que no sabía cómo salir de aquel lío, sólo sabía enredarme más y más y más.
H. Jackie Gallagher
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Mensaje por Robbie Zane Jr. 02.02.15 21:08

La comida estaba buena. Punto. Me refiero a que sí, tal vez era lo más delicado que alguna vez había probado, ¿pero había algo que superara los sándwiches de albóndigas de Jenkins'? No, absolutamente, así que la comida de aquella fiesta era solo buena. Ya buscaría un libro de sugerencias, tal vez para las elecciones podría pasar alguien repartiendo albóndigas envueltas en pan para degustar. Vaya, qué idea genial. ¿Por qué no era yo el alcalde? Lo sabía: número uno, porque existía La Roca Johnson, y no me refería a Dwayne, sino Bernard Johnson, líder Hansen y próximo líder de Holywell, porque si no ganaba las putas elecciones yo mismo me encargaría de organizar hogueras y eventos en Facebook para los más modernos. Número dos, porque ahí estaba yo, lamiéndome los dedos porque la salsa de un bocadillo había quedado dándome vueltas por las manos y ya me parecía insoportable. ¿Robert Zane Junior alcalde de Holywell? Creo que ni yo mismo me votaría, vaya.

Sentir un peso en la espalda me hizo soltar la servilleta que había agarrado. No iba a agacharme para levantarla, así que sólo la moví con el pie para que quedara bajo el mantel de la mesa. Miré a Lay y sonreí. Quería hacerle un comentario sobre como estaba vestida, pero ella ya lo había hecho y quedaría como el que no tiene nada para decir — No has visto la mejor parte— comenté antes de meter las manos entre las solapas del saco y tirar de los tirantes negros que tenía sobre el pecho — ¿A que soy irresistible? — le pregunté todavía sonriendo y moviendo las manos, haciendo que los elásticos se estiraran. Los solté y me pasé las manos por el pecho de nuevo, como si quisiera desarrugar la tela del saco — Una gala, Layla, o como mierda le llamen los de tu especie. Doscientos años de la fundación, pero tú y yo sabemos que no estamos aquí por eso — le guiñé un ojo y subí mi vista a la puerta, porque mucha gente parecía amontonarse de repente — Lamento informarte que no voy a acompañarte esta vez porque Bernard Johns... — ¡¿BERNARD JOHNSON ACABABA DE ENTRAR POR ESA PUERTA?! — Ziggy... — comenté por lo bajo agarrándola del brazo y señalando con la cabeza al tipo, que parecía fijarse mucho en los alrededores como una persona común y corriente. ¿Qué demonios hacía entre tantos plebeyos? Para, Robbie, que el fanatismo te evaporó el poco cerebro que te quedaba — Zigs, por favor, vamos a hablar con él — le pedí por lo bajo, sin separar la vista del mayor.
Robbie Zane Jr.
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Mensaje por Gaia M. Holland 03.02.15 21:29



¡Que ya voy, joder! —grito la chica con un tono bastante energúmeno a la voz que intentaba a apresurarla desde abajo. Si la obligarían a ir a una fiesta de etiqueta, al menos tenía derecho a demorar en arreglarse el tiempo que se le viniera en gana. Dio algunos pasos torpes intentando encontrar un camino por el cual salir ilesa en medio de montones de ropa que se encontraban tiradas en el piso, como si alguien hubiera volcado todo el armario en él y antes de cruzar el umbral de su habitación volteo rápidamente para observar su figura en el espejo a pocos metros de su cama. El vestido le quedaba tan ceñido al cuerpo que muy seguramente su padre ardería en cólera al verla. Esbozo una pequeña sonrisa al sentirse complacida con su cometido, alcanzó el encendedor de la luz para apagarla y cerró la puerta de la habitación tras ella.

¿Qué? ¿Acaso no te gusta cómo me veo, hermanito? —le preguntó conservando aún la sonrisa a su hermano, quien había quedado atónito al verla salir de la habitación. Gaia hasta hubiera pensado en que Frederick se encontraba maravillado con la mujer en que se había convertido su hermana, si segundos después no hubiera fruncido el ceño y chasqueado su lengua en clara señal de desaprobación. El joven salió del pequeño apartamento una vez se aseguró de que su hermana estuviera lista y susurró un ligero pero seco “date prisa”, mientras llamaba al ascensor.

Una vez abajo, Frederick se apresuró a abrirle la puerta de la flamante limosina que su familia claramente había rentando por cuestión de estatus y esta entró a ella seguida por su hermano, no sin antes hacer un chiste realmente malo acerca de que solo era una fiesta de pueblo, no una cita con la reina. Dentro del auto no la esperaba ninguna cara sonrisa ante su ironía y solo se limitó a inclinar un poco la cabeza en señal de saludo mientras observaba detalladamente a cada miembro de su familia. Todos y cada uno de ellos parecían una manada de payasos, perfectamente vestidos y peinados, como ya era costumbre entre los Holland cada vez que había un evento público.  — ¿Y el vestido que te envié, Gaia? —preguntó su padre con un claro  tono de disgusto en su voz. — Oh, hablas del montón de tela que llegó esta mañana en una bolsa muy cara, ¿no? —su padre asintió un poco indignado— Lo regalé —mintió disfrutando del dejo de cólera que se asomaba por la cara de German y llevó su mirada hasta la polarizada ventana que estaba a su lado, era mejor la vista de la acera por la que pasaba el auto en movimiento que la del circo con aires de grandeza que siempre había sido su familia. — Luces como una Leavold… —dijo Thomas, el mayor de los hermanos Holland quien iba acompañado de su nueva esposa, actuando como el comodín que siempre había sido dentro de la familia. — Pues, creo que esa siempre fue mi idea, gracias —respondió cortante al escuchar la palabra Leavold usada como insulto y acto seguido, abrió la puerta del auto en cuanto se percató de que este había parado la marcha frente al edificio de la gobernación  y salió de él ignorando todos los comentarios que surgieron tras su atrevida respuesta. Aún no terminaba de entender porque su familia había insistido tanto en su presencia dentro de esa fiesta, la cual Gaia no veía más que como un derroche innecesario de dinero. O bueno, si entendía la razón, ahora que su padre andaba detrás de la campaña política de Bernand Johnson como patrocinador y asesor, este necesitaba dar muestra de tener el absoluto control sobre cada aspecto de su vida, incluida su rebelde hija.

La chica entró al lugar intentando pasar lo más desapercibida posible, el plan era este: escabullirse hasta la mesa donde se encontraba los pasabocas, comer y beber todo lo que su estómago le permitiera y luego huir de la misma manera en que había entrado. No tenía ninguna razón para permanecer allí observando la forma en que la gobernación malgastaba el dinero obtenido por medio de los impuestos, menos aún tenía ganas de ver a más políticos realizar falsa publicidad para obtener más votos, así que rápidamente caminó entre los presentes hasta dar con la mesa llena de biscochos y múltiples tipos de pasabocas aprovechando que todos estaban distraídos con la muy glamurosa e importante familia que acaba de entrar por la puerta.
Gaia M. Holland
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Mensaje por Laurence Fairchild 03.02.15 23:20

Tomada de su brazo iba su esposa, la mujer con la que Laurence Fairchild llevaba casado catorce años. Él no estaba allí por la campaña política, todos sabían que los Farrimond no participaban nunca. No, a él le había tocado organizar el evento, y ahora le tocaba comprobar que todo se ejecutase a la perfección. Lo que más le interesaba era la música, desde luego, fanático de las orquestas como era. Aunque aquello no podía ni llamarse orquesta, era más bien un puñado de músicos tocando piezas de dificultad variable. Pero eran talentosos, eso debía reconocerlo. Aplaudió al primer grupo, lamentando no tener la oportunidad de prestar la atención que debía a la violinista que subía a continuación. Bernard Johnson acababa de llegar y lo correcto era saludarle.

Se acercó y le estrechó la mano, añadiendo una sonrisa gentil. No, no eran amigos. Laurence, de hecho, casi no mantenía relación con los que participaban activamente de la política. Él llevaba la bandera de la neutralidad, y neutral se mantenía. Flashes de cámaras fotográficas aparecieron de varios ángulos. Una vez le hubo saludado, se retiró para dar espacio a aquellos que deseaban intercambiar palabras con el líder de los Hansen. Hizo señas para que le alcanzaran algo para beber, llevando a su esposa de nuevo hacia donde se hallaban los músicos. Si hubiese asientos ahí, no se molestaría en hacer más que contemplar la destreza de los que ocupaban el escenario.

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Mensaje por E. Otis Fitzgerald 03.02.15 23:33

El hecho de que Jackie estaba más hermosa de lo usual también le ponía nervioso. Nervioso y coloradísimo, demonios. ¿Alguien le había dado permiso para vestirse así? En el auto de vez en cuando la había mirado de reojo, tragando saliva cada vez que volvía la vista a la ventana — Gracias — le dijo a Wes una vez que este terminó con su corbata y se alejó con una palmada en el pecho. Giró un poco a ver a Maggie y Jackie, que hablaban entre ellas y después con el castaño. Apretó los labios y no supo si entrar o quedarse como maceta esperando a que la rubia se acercara o bien entrara sola. Estaba viendo el edificio en cuanto escuchó la maldición tan típica de ella. La miró rápidamente mientras avanzaba hacia él, con la sonrisa de tonto que siempre aparecía en su rostro cuando Jacques estaba por ahí. Rió a su observación — Un pingüino verde, porque si te fijas bien bajo las luces el saco es verde oscuro — comentó mientras inconscientemente le agarraba la mano y se la llevaba bajo una farola, estirando la manga que tenía sobre la escayola. Sí, todavía la tenía. Dos semanas más y era libre — ¿Ves? Casi, casi negro— la miró sonriendo y después a su brazo. La única desventaja es que ahora seguro también notaría sus mejillas rojas —Me gusta tu trenza, y tu vestido, y los zapatos — dijo viéndola a los ojos de nuevo — Estás muy bonita —. Digamos que si Otis ya había estado muy rojo ahora era rojo a tope de poder. ¿No había algún Récord Guinness sobre eso? Pues si existía el rubio lo tenía ganado — Siempre estas hermosa, pero creo que hoy te pasaste — dijo antes de rascarse la nariz y soltar una risa por lo bajo. No era Otis hablando, sino el manojo de nervios que lo controlaba.

Giró para ver la puerta de entrada y luego a ella, bajando la mirada al piso, como si le interesaran los zapatos que tenía puestos más que cualquier otra cosa — ¿Deberíamos entrar? — preguntó alzando los ojos para verla y sonreír un poco. Desvió la atención a un árbol de por ahí — ¿Tomar algo? No sé — se encogió de hombros y volvió a apretar los labios, esta vez estudiando sus zapatos de nuevo.

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Mensaje por Eleanor S. Jones 04.02.15 17:03

Había tenido que darle la vuelta al armario para encontrar algo que ponerse. Cuando, después de todo el desastre, la elección se limitó a dos vestidos, no estaba segura de que ninguno de ellos fuera adecuado para la celebración a la que iba a asistir. En la invitación se especificaba que se debía vestir de etiqueta. ¿Eso significaba vestido largo o corto? Lo cierto es que estaba cerca de volverse loca. Llevaba poco tiempo en la ciudad y en un lugar tan pequeño como Holywell un tropiezo como aquel podría llegar a ser recordado por aquellos que se preocupaban de las apariencias. Miró el reloj, sólo para comprobar que era demasiado tarde como para salir a comprar algo. Tenía que elegir. Se decidió, finalmente, por el único vestido largo que había en su armario. Todavía no sabía cómo había terminado aquella prenda viajando con ella, pero se alegraba. En un color gris claro, largo hasta el suelo y con pequeños adornos brillantes a la altura de la cintura, la tela fluía ligera y vaporosa. Escogió un calzado que combinara, guardó un par de cosas en su bolso de mano y se apresuró a ducharse y prepararse. Si se entretenía demasiado, llegaría tarde.

Gran parte de los invitados parecían haber entrado ya. Le alegró ver a gente de todas las edades puesto que había temido que fuera un evento reservado únicamente a los más mayores. Estaba a punto de entrar cuando se detuvo un instante. ¿Y si no conocía a nadie allí dentro? Eran pocas las personas a las que conocía, sin contar a su abuelo, así que podía estar destinada a una noche en la más completa soledad. Suponiendo que si no entraba, no lo averiguaría, se armó de valor. Podía ser una noche divertida, al menos así lo esperaba.

En un primer vistazo al salón reconoció a un par de clientes habituales de la pastelería, pero estaban hablando con otras personas y Ellie no quería interrumpir. Lo primero que hizo fue buscar algo para beber, ya que eso le permitía examinar el lugar más detenidamente sin sentirse tan fuera de lugar. Fue entonces cuando la vio y una sonrisa instantánea se dibujó en los labios de la joven Jones. Con su bebida ya en la mano caminó entre la gente hasta llegar junto a Skyler. —Ya temía no encontrar a nadie conocido en esta fiesta. —comentó con tono casual a modo de saludó. Sonrió a la muchacha y la rodeó con uno de sus brazos para besar suavemente su mejilla. —Estás preciosa, Sky. —halagó amablemente.
Eleanor S. Jones
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Mensaje por Corant O. Creamer 05.02.15 13:13

Ese tipo de fiesta no era del agrado del moreno. Allí todo era elegancia, serenidad y "buen gusto" mientras que el joven buscaba el desorden, el sin sentido y el perderse entre multitud de sonidos y personas. No, ese no era su ambiente pero el alcohol gratis había sido suficiente aliciente como para decidir que aquel sería su destino aquella noche. Ya servido no dudó en acercarse a Anya. El joven no tendía a ser aquel que fuera acercandose a los demás, tendía a ser quien se apoyara y solo observara, pero con aquella chica era diferente, demasiado diferente.  Sonrió enseñando los  dientes al afirmar su suposición pero esta se convirtió en risa al escuchar su siguiente comentario. -Eres tú la que se vistió así, no yo. - Afirmó encogiéndose de hombros y con una sonrisa de no haber roto un plato, qué irónico. Negó ante su miedo por equivocarse mientras bebía de la copa. -Nada, exageraciones. Estoy seguro de que todos aplaudirán, y pobre del que no le haga. - Su tono se mostraba entre bromista y serio, y la verdad es que más le valía que él no escuchara comentario negativo o degradante hacia la joven, por bien del emisor, claro estaba. En sus labios se formó una mueca cuando afirmó que debía subir pero una pequeña, y algo dulce, sonrisa se formó ante su beso en forma de despedida. -Suerte ahí arriba ricitos.-

Mientras la actuación de Anya sucedía él se mantuvo a pocos metros, observando con una especia de orgullosa sonrisa en el rostro. ¿Cómo podía salir tal melodía de un instrumento como aquel? Misterios, supuso. Un pequeño rugido de estómago le hizo darse cuenta de que comer algo no estaría mal, así que caminó hacia allí. Estaba cogiendo una especie de canastilla con aperitivos cuando observó una figura a menos de 2 pasos de él y no tardó en reconocerla: Layla. No había vuelto a verla desde hacía ya un tiempo pero ¿acaso eso iba a impedirle acercarse? No. Así pues caminó hacia la castaña, que estaba acompañada de un joven alto, Robbie, quienes parecían en mitad de una conversación. La chica ya había acabado y había otros jóvenes tocando en aquellos momentos, obviamente no llegaban ni a la suela de la chica. Se detuvo a pocos centímetros de Layla aún observando los alimentos de la mesa. -Tenía pocas esperanzas de esta fiesta, pero acaban de destrozármelas. - Hablaba en voz alta, para nadie, para él o para quién quisiera escucharlo. Solo entonces caminó, con un canapé en mano, situándose al lado de la castaña. -Deberíamos enseñarles lo que es una fiesta, como las que teníamos ¿no crees Layla? Pobres ignorantes. - Negó con una sonrisa mirando a la joven para luego comerse el canapé y caminar hacia las bebidas, su copa estaba vacía y eso no era algo que pudiera permitir.

A medio camino le pareció encontrar a Wes en la entrada pero un impacto con alguien cerca de las bebidas le hizo perder su atención. -¡Eh! ¿Estás ciega o qué? - Por lo menos que tenía la copa vacía porque sino aquella persona había terminado por lanzársela encima.  Finalmente se topó con el rostro de la culpable y todo se detuvo. Anthea. Ella estaba ahí. No era capaz de decir nada, pero todo lo que callaba parecía gritarlo el dolor de su pecho o sus propios ojos. Sintió la fragilidad, sintió la necesidad y la pérdida de años atrás. Sintió todo aquello que había luchado por escapar. Ella acababa de detenerle y sus demonios estaban a punto de saltar contra él. Su impacto al verla solo duró unos segundos, lo necesario para volver a poner aquella sonrisa burlona que parecía ser la única del repertorio. -Mira quien ha decidido volver a esta ciudad perdida de la mano de dios, Anthea Olson. De todas las personas que pensaba que vería hoy, nunca estuviste entre ellas. - Observó a la chica ladeando el rostro, parecía tan cambiada, tan no ella pero ¿acaso él lo era? No, no lo era. A pesar de que sus palabras y su tono mostraba esa normalidad del moreno que muchos odiaban, el dolor de su pecho no desaparecía. Milari... Se acercó a la chica para alcanzar una botella que había tras ella, estaba harto de las copas. -Nos vemos. - Dijo mientras movía sus dedos de la frente hacia el aire, en modo de despedida caminando hacia una de las esquinas solitarias de la sala. Llevaba años sin verla, se había marchado y se hizo a la idea de no volver a verla, pero ahí estaba. Siempre pensó que si volvía a verla todo en él daría un vuelco, lo que nunca nadie le dijo es que este se precipitaría al vacío dejándole con un único pensamiento: ella había vuelto, pero Milari nunca lo haría.
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Mensaje por W. Maggie Blythe 05.02.15 19:51

No. Eso era lo que Maggia oía en su mente, lo que la rubia no había dicho y lo que debería haber salido de entre sus labios. Al menos, eso pensaba. No se fiaba mucho de su prima Jacqueline, más que nada porque no había nacido ayer y podía ver que, evidentemente, no todo estaba bien entre los dos adolescentes. Y además, aquel gesto que la rubia hizo con el pulgar no era para nada tranquilizador, que digamos. Vio que Jackie miraba hacia lo que estuviese tras ella y se giró, viendo a Wes. Tal vez por eso su prima no elaboraba más información, ya le sonsacaría algo más pronto, cuando estuviesen solas otra vez. Se giró para ver a Wes mientras Jackie le hablaba y lo agarró del brazo, viendo que llevando tacones era un poco más alta y le llegaba a la oreja, gracias a Dios, así que sólo por eso y con una sonrisa divertida, musitó un "hola" a su oído, dejando un beso justo bajo este después y girándose otra vez hacia la rubia. — Jackie, no seas idiota, anda, por favor. — pero rió igualmente, mirando a Wes con una sonrisa a sabiendas de que si alguien era un caballero con ella, ese era el muchacho que la acompañaba esa noche, que a la mínima pista de incomodidad se sonrojaba, o que sabía qué decir o hacer para hacerla sonrojarse. Que Jackie podía no ver eso porque su relación con el Robbinson era algo rara, al pero Maggie sabía que no le haría nada malo a su novio por cualquier tontería, vaya.

Observó a su prima irse hacia Otis y soltó un suspiro, agarrándose del brazo de Wes y apoyando la cabeza en su hombro, aún mirando a los adolescentes. — ¿Qué les pasa? — y miró a Wes, haciendo un pequeño puchero pero luego chasqueando la lengua. — No, ¿sabes qué? Prefiero no saberlo, no ahora, al menos. — miró una última vez a su prima y la vio con Otis de la mano, así que tan mal no podía ir. Se giró de nuevo hacia Wes y señaló la puerta con una cabezada. — Vamos dentro, venga, venga, venga. — pidió, emocionada por ver la decoración del lugar y a todo el mundo arreglado, y soltando una risa mientras tiraba del brazo de Wes.
W. Maggie Blythe
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Mensaje por Anthea E. Olson 05.02.15 20:26

Sólo había acudido a la celebración de esa fiesta una vez y eso había sucedido unos cuantos meses antes de que abandonara Holywell. Corant la convenció de que podría incluso llegar a ser divertido, aunque Thea no las tenía todas consigo. Recordaba perfectamente cómo sentía que su vestido, simple en comparación con todos los de las demás chicas de su edado, no era más que un disfraz para intentar encajar con el resto. Si había algo que no había cambiado en esa segunda aparición, era la indescriptible sensación de estar ocultándose tras su bonito vestido, sus tacones y un maquillaje que, a pesar de ser natural, combinaba con su recién adquirida pose de chica perfecta. Sabía que había sido arriesgado volver porque allí cualquiera podía desmontar la historia inventada de su vida. Su mirada vagaba ansiosa por la sala. Reconoció varios rostros de antiguos compañeros de instituto, compañeros con los que nunca había hablado demasiado.

Al finalizar la actuación de Anya fue a buscar una copa porque estaba claro que no iba a poder superar esa noche sin alcohol en su sistema. Después tenía pensado ir a buscar a la pelirroja, una de las pocas personas con las que se sentiría cómoda hablando esa noche. Además, tenía que decirle lo bien que había estado y lo fantástica que estaba con el vestido que ella misma le había ayudado a elegir. Se dio la vuelta, sin mirar, para seguir con su paseo por el salón cuando se chocó con alguien. Lanzó un gruñido molesta, por su torpeza y por la de aquel contra el que acababa de colisionar. —Lo sien... —comenzó a disculparse, pero en cuanto le reconoció no pudo seguir hablando. Supo quién era en cuanto escuchó su voz. Corant. Todavía recordaba la última vez que le había visto, en la puerta de su casa, la noche lluviosa en la que Anthea dejó Holywell con la intención de no volver jamás. ¿Se había acordado de él durante esos cuatro años? Por supuesto, pero un miedo irracional a que su fachada de perfección se derrumbara por completo le había impedido intentar contactar con él. No le había buscado al volver, incluso pensaba que ya no le encontraría allí. Como si, de repente, volviera a ser aquella cría de diecisiete años que no sabía desenvolverse alrededor del resto del mundo, no supo responder a sus palabras. La joven segura que aparentaba ser se había diluido sólo con verle. No supo qué fue más doloroso, si recordar todos esos momentos vividos o el tono de su voz, como si no fueran más que simples conocidos.

No había esperado que la recibiera con los brazos abiertos, o tal vez sí, porque él y su pequeña hermana eran las dos únicas personas a las que Thea había echado de menos, pero tampoco había esperado su frialdad. Le siguió con la mirada, incapaz de dirigir su atención a otro lado y, como si aquello sirviera para darle fuerzas, apuró el contenido de su vaso en un par de tragos para después tomar una nueva copa y recorrer la sala hasta llegar donde estaba él. No la miraba, pero suponía que podía sentir su presencia. Tampoco sabía qué podía decirle. Era absurdo porque siempre había sabido qué hacer cuando estaba con él. ¿Tanto podían cambiar las cosas en cuatro años? Aparentemente sí. —Yo tampoco esperaba verte aquí. —musitó, sintiéndose estúpida e insegura por primera vez en mucho tiempo.
Anthea E. Olson
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Mensaje por Wes F. Robbinson 06.02.15 17:50

Alzó el pulgar, indicándole a Jackie que vale, que sería un caballero con su prima, que captaba la advertencia. Como si necesitara que le hiciesen recuerdo de cómo había que tratar a las chicas — que no lo necesitaba, porque la señora Robbinson había cumplido muy bien con su papel en el asunto. Su mirada vagó entre los que entraban al edificio, creyendo reconocer a la dueña de la tienda de los pasteles que tanto le gustaban a Otis. Y que no era más que dos años mayor que él, por cierto. ¿Cómo era su nombre? Se lo habían dicho una vez. ¿Eleanor? Salió de sus pensamientos cuando Maggie le preguntó qué les pasaba a los otros dos. ¿Honestamente? No sabía, así que se encogió de hombros. No sabía, pero podía estar casi seguro de que Otis había metido la pata. No es que tuviese evidencias ni nada, era el hecho de que el 87% de las veces, Otis metía la pata. Y tenía una pata muy, muy larga. Iba a decirle eso cuando ella cambió de parecer, diciendo que no quería saber.

No sabía que estuvieses tan emocionada. — comentó, sonriendo, al sentir que le tironeaba el brazo. Sacó la mano del bolsillo y articuló el codo, para que pudiese sujetarse como debía. Al entrar, lo primero que le invadió fue el sonido del piano, por lo que instintivamente buscó a quien producía la melodía, un joven sobre un escenario, Pyter, al que habría podido observar con mayor claridad de no ser porque había muchas personas allí. Se volvió hacia Maggie, alzando ambas cejas, sonriendo con complicidad. — ¿Tequila? — preguntó, ya adivinando la respuesta. No era la bebida más elegante de todas, pero ambos sabían que los golpeaba como ninguna otra cosa. Y el punto de esa noche era divertirse, ¿no? Guió a Maggie hacia la barra, fijándose en el camino en las personas que veía. Se dio cuenta de que Bernard Johnson ya había llegado, al igual que Laurence Fairchild. ¿Estarían los demás líderes políticos?

Se cruzaron con una rubia que hizo que Wes la mirara dos veces, además de darse vuelta para hacerlo una tercera. El rostro le sonaba de alguna parte, pero no sólo le sonaba, estaba seguro de que la conocía. Lo que Wes no sabía —o no recordaba, porque, efectivamente, conocía a la chica, pero no le adjudicaba tal confianza— es que aquella era Anthea, una compañera de instituto que además había sido muy cercana a Corant. Hablando del muchacho, Wes se giró un poco más, buscándolo con la mirada, a saber dónde se hallaba. Llegaron a la barra después de atravesar el mar de gente y pidió unos shots, mirando a Maggie al tiempo que movía las cejas con gesto sugerente.
Wes F. Robbinson
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