a very manly title → link

Una hora. Otis llegaba una hora tarde y por eso iba por la Surrey como si se tratara un estadio de los Juegos Olímpicos. Bueno, tampoco para tanto. Sólo movía sus piernas un poco más rápido de lo normal y hacía pasos más largos. ¿A dónde iba? Al cine, y como dije, tenía una hora de atraso. No había sido su culpa; quedarse dormido por jugar a Los Sims en la computadora hasta tarde en realidad no había sido su plan desde un principio, sino el de estudiar la lección de biología que le habían dado para zafar esa mañana, cosa que también había terminado de la forma que Otis no esperaba. Bueno, sí la esperaba, pero no quería.

Esa tarde el dueño de la heladería la mantenía cerrada, y le había contado por qué pero el rubio no lo recordaba. En cuanto supo que estaría libre de trabajo, lo primero que se le ocurrió fue quedar con Link en el Second Row, para ver esa peli con Bruce Willis que todavía pasaban en las pantallas. Pero no llegaría si no movía las piernas, así que blanqueó la mente y aceleró el paso un poco más. Iba con las manos en los bolsillos, la escayola ya no le molestaba en absoluto después de un tiempo de llevarla consigo. Pensó en que llevaba el dinero justo para una entrada y que no iba a poder comprarse nada para comer. Pero eso no le molestó, porque aunque pareciera una locura, Otis no pensaba en qué quería comer en cuanto tuviera la oportunidad, sino en lo mucho que había disfrutado la sopa del mediodia y los bastones de queso calentitos que su madre había dejado envueltos para cuando llegara a casa después de clases. Le rugió el estómago que aún estaba lleno por la merienda, rugido de felicidad.

En cuanto el cartel del cine se hizo visible sonrió y se fijó a lo lejos para ver si su amigo estaba dando vueltas por ahí, o apoyado en algún poste con los brazos cruzados y una cara de '¿por qué mierda te has demorado tanto?'. Que era lo que se imaginaba que pasaría, por supuesto.

Veinte minutos. Muchas cosas pueden pasar en veinte minutos y en el caso de los Harrison fue una discusión de apariencia interminable en la que, obviamente, Link salió perdiendo. Desde que se había sacado el carnet de conducir su padre no le había prestado el coche una sola vez, alegando que Holywell no era lo suficientemente grande como para necesitarlo. Bien, ¿entonces por qué no se lo habían dicho antes de que perdiera el tiempo estudiando para aprobar a la primera? Que no lo había conseguido, pero se esforzó y sólo tuvo que examinarse dos veces. Megan, la enana de Megan, se sumó a la discusión, diciendo que necesitaba —¡Necesitaba!— que mamá la llevara en coche a casa de una amiga. Lincoln estuvo a punto de preguntar a ver por qué no podían ir ellas caminando, en vez de él, pero la mirada de su padre consiguió que terminara por ceder.

Otis y él habían quedado en el cine con cierto margen de tiempo para poder comprar las entradas y las palomitas sin demasiada prisa, pero él ya llegaba tarde y, cuando no vio a su amigo entre las personas que esperaban fuera, supo que era el primero. Miró la hora un par de veces mientras caminaba de un lado al otro, fijando su mirada en el horizonte para ver aparecer al rubio. La hora de la película se acercaba y no había ni rastro de Otis. Si el chico no llegaba pronto, Bruce Willis iba a tener que esperar a otro día.

Apoyado en la pared del edificio, con los brazos cruzados sobre el pecho, Lincoln se resignó a no ver la película que querían. Había empezado ya y, de no ser porque conocía a Otis como la palma de su mano, se habría preocupado porque no estuviera allí ya. Pronto le vio aparecer y frunció levemente el ceño, aunque tampoco es que estuviera genuinamente enfadado. —¿Sabes que si queremos ir al cine hoy tenemos que cambiar a Bruce Willis por Emma Stone? —preguntó y ése fue su saludo. Había visto que tenían en cartel una comedia romántica con la pelirroja como protagonista y era esa la película que empezaría en menos de quince minutos. No es que se quejara, Emma Stone le gustaba y siempre era agradable de ver, lo que no le gustaban eran las películas románticas que le recordaban lo horrible y vergonzosa que era su vida amorosa.

Efectivamente, Link estaba apoyado contra una pared, como Otis se lo había imaginado. No es que pensara mucho en eso, pero su amigo siempre parecía apoyado sobre algo, como si se cansara de existir porque no hacía más actividad física que él. Pero no es algo de lo que iba a ponerse a discutir en ese momento, porque estaba por decir un 'perdón por llegar tarde', pero cerró la boca. ¿Cuantas veces había llegado tarde Lincoln? Además de que estaba por ir a ver una película con su amigo y no ir a una fiesta con su novia.

Se fijó en el reloj que traía en la muñeca izquierda en cuanto escuchó su comentario — Creí que no empezaba hasta en unos quince minutos — dijo y alzó la mirada de nuevo. En realidad sí sabía que iba tarde y que llegaba justo, pero creía que iba a conseguir entrar aunque sea unos segundos antes de que comenzara. Se encogió de hombros y se giró a ver la cartelera. Al lado del póster de la película que promocionaba Bruce Willis había uno de Emma Stone, que no parecía nada de acción, tiros, sangre y muerte. Se encogió de hombros — ¿Y está buena? — preguntó arrugando la nariz, porque mucho no le convencía, pero ya se había apurado en llegar y si no entraba al cine entonces le patearía las paredes — Como sea, Link, quiero sentarme ahí dentro y distraerme un rato, que pasen La Sirenita si quieren — dijo girando la cabeza a su amigo y ya haciendo el amague de sacar el dinero para su entrada — ¿O no? — preguntó, ya que entrar solo mucho no le entusiasmaba. Porque sin comida y además sin compañía entonces para eso se quedaba a seguir diseñando su casa soñada en los Sims, con aquellos personajes a los que había llamado Otis y Jacqueline de broma, y seguía usando de todas formas.

—Lo siento. —se disculpó casi al instante, después de su saludo inapropiado. —He discutido con mis padres y creo que tener que esperar no ha ayudado a calmar mis ánimos. —resopló. Que Link se quejara de que Otis llegara tarde era una estupidez porque, normalmente, era el moreno el que siempre iba con retraso por haberse entretenido con cualquier tontería o porque Megan le había invitado a una de sus "fiestas de té" en las que era el invitado principal junto a su oso de peluche gigante y varias de sus muñecas.

Se encogió ligeramente de hombros cuando su amigo dijo que había creído que la película empezaba más tarde. Él tampoco había perdido la esperanza de poder ver a Bruce Willis en plena acción, pero tendrían que dejarlo para otro día. —No lo sé, pero dudo que sea de acción. No he visto entrar más que grupos de chicas y parejas. —respondió. Emma Stone le gustaba, físicamente hablando, pero las películas de amor le daban alergia y aquella tenía toda la pinta de ser predecible y estar llena de besos y momentos románticos. —Sí, vamos. —asintió con la cabeza, buscando el dinero en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Cuando se dirigieron a la taquilla y pidieron las dos entradas, el chico que les atendió les miró con gesto confuso. Estaba seguro de que no era particularmente habitual ver a dos muchachos de dieciocho años ir a ver una película romántica por voluntad propia, sin llevar detrás a un par de chicas de su edad. —¿Palomitas? ¿Coca-Cola? —preguntó, ya con las entradas en la mano. Todavía le quedaban un par de billetes en el bolsillo puesto que su abuela había sido especialmente generosa la última vez que fue a visitarla.

Negó con la cabeza sonriendo en cuanto Link se disculpó. No había necesidad de pedir perdones, y si alguien tenía que hacerlo entonces ese era Otis. Hizo también un ademán con el hombro, porque en serio no le había molestado para nada su actitud, y honestamente era la que había esperado. Frunció el ceño en cuanto dijo que había visto entrar a chicas y parejas, soltando un suspiro. Se le quitaron las ganas de entrar en cuanto le comentó eso, por lo que volvió a ver la cartelera, repasando la imagen de Bruce Willis y luego la de Emma Stone. Por lo menos la actriz era linda. Lo siguió hacia la boletería, sacando el dinero del bolsillo. Link compró las entradas y Otis sonrió, porque siempre era igual de generoso y eso era bueno en momentos como ese, en los que el rubio sólo había llevado lo justo y necesario para una entrada. Igualmente no quería deberle nada, así que extendió su mano con un par de billetes, como si él se la estuviera vendiendo — No, gracias — y negó con la cabeza, antes de llevarse la mano con la escayola al estómago — Llegué tarde porque me quedé dormido y además comiendo en casa, ¿te acuerdas de las tarteletas que hace mi mamá? — preguntó antes de morderse el labio y cerrar los ojos, porque vaya que las había disfrutado.

Se acercó a quitarle una de las entradas de la mano — Voy a ir a guardar los lugares, compra gomitas o algo así — comentó antes de salir rumbo a la sala que le tocaba, moviendo el papel entre sus manos. Cuando se lo cortaron y lo dejaron entrar le vieron raro, ¿dieciocho años y entrando a ver una romántica solo? Pues podría haber una chica esperándolo dentro, y eso era lo que iba a decir si le preguntaban. Pero no le preguntaron nada y no hubo necesidad de mentir. En cuanto entró a la sala buscó asientos al medio y un poco más arriba, porque ya había algunas filas ocupadas. Terminó sentándose casi al final, echándose sobre el sillón y apoyando el brazo bueno en el otro, como si estuviera esperando compañía femenina y no a su mejor amigo con unas cuantas gomitas. Sí, ya había comido y estaba lleno, pero el paquete de colores le había guiñado el ojo y el rubio tenía muy poca fuerza de voluntad.

La suya era una de esas amistades en las que no cabía la palabra "perdón", puesto que no era necesario pedir disculpas. A pesar de todo, Link se vio obligado a excusarse. El objetivo de ir al cine era pasar un rato juntos y divertirse un poco en un ambiente relajado, todo lo relajado que podía ser ver una película de Bruce Willis, llena de acción, asesinatos y sangre. Finalmente, en lugar del veterano actor, iban a ver en pantalla a la joven actriz pelirroja. El plan había dado un giro inesperado y Lincoln deseaba que la tarde no terminara siendo un desastre. Al castaño le importaba poco ser quien pagara por el cine, como ya hemos dicho, su abuela había sido especialmente generosa con él, aunque no se resistió cuando Otis quiso pagarle la entrada. Los ojos marrones de Lincoln brillaron de ese modo especial que adoptaban cuando veía la comida de la madre de su amigo o, en su defecto, oía hablar de ella. —A ver cuándo me invitas a cenar. —dijo, sin ningún tipo de vergüenza, sonriendo después. Vivían muy cerca y no sería la primera vez que el chico de los Harrison se presentaba en casa de los Fitzgerald sin avisar.

Otis decidió entrar el primero en la sala y Link se acercó al puesto en el que vendían los dulces para comprar algo. Coca-Cola, palomitas, gomitas de colores y un par de chocolatinas. El chico repartió, como pudo, las cosas entre sus bolsillos y las dos manos, llevando la entrada en la misma mano que el refresco. El muchacho encargado de romperle la entreda le miró con cierta extrañeza, pero el castaño no le dio ningún tipo de importancia. Cuando entró en la sala buscó a su amigo con la mirada. Como había esperado eran los dos únicos chicos que habían ido sin compañía femenina. —He traído chocolatinas también. —informó. Dejó su refresco en el lugar destinado para ello y sacó las gomitas de uno de sus bolsillos para dárselas a Otis. Se aseguró de que no quedaba nada en sus vaqueros antes de sentarse. —¿Ya sabes cuándo te la quitan? —preguntó, refiriéndose a la escayola, casi al mismo tiempo que se llevaba un puñado de palomitas a la boca. Mejor no pensar en las miradas curiosas de aquellos que encontraban llamativa su presencia en la sala.

Sin descaro puso los pies sobre el asiento de adelante. Por supuesto que antes se fijó de que estuviera vacío, porque muchas veces era él al que pisaban y no era muy agradable que digamos. Luego alzó la vista alrededor, asegurándose de que no hubiera nadie del cine por ahí para decirle por lo bajo 'por favor, baje los pies del asiento' apuntándole con una linterna, porque vaya que sería vergonzoso. Bostezó porque había encontrado un lugar más que cómodo, desparramado entre tres sillas de cine quién no lo haría.

Bajó el brazo que rodeaba la butaca de al lado en cuanto vio a Link entrar a la sala. Movió los brazos como si estuviera perdido en una isla y su amigo fuera el barco de rescate. Varias veces había sido el último en entrar a la sala y tenía que buscar a Wes entre las personas porque el universitario ni siquiera miraba en dirección del rubio cargado de palomitas. Y era frustrante, porque un paso en falso y se tropezaba tirando todo. Como sea, Link logró llegar a su lado y Otis bajó los pies del asiento, enderezándose mientras recibía el paquete y escuchaba que el ángel caído del cielo que tenía como mejor amigo había comprado chocolates — ¿Las que tienen una vaca en el envoltorio? ¿Sabes hace cuánto que no las traen? — preguntó sonriendo mientras abría las gomitas y se llevaba una a la boca. Como es de suponerse, Otis era de esas personas que antes de empezada la película ya se acababa lo que fuera que tenía para comer o tomar, o por lo menos la mitad. También solía ir al baño en el medio de la parte dramática. Ya sabes, cuando el personaje A está por matar al personaje B, y justo aparece un tipo en el medio de la pantalla diciendo por lo bajo 'permiso, permiso, permiso, gracias, permiso'. — El médico dijo que iba a tenerla un mes — se encogió de hombros — Así que en unas tres semanas, creo — dijo echándose de nuevo sobre el respaldo de la butaca y apoyando los pies en el de adelante.

Era imposible que Lincoln fuera a comprar comida para ver una película y que regresara con unas simples palomitas. Con más dulces en sus manos de los que realmente podía abarcar, el moreno entró en la sala. Encontrar a Otis no sería complicado puesto que la mayoría de las personas eran chicas, más o menos, de su edad o parejas en las cuales los pobres chicos habían sido arrastrados para ver aquella película. El rubio movió los brazos, a pesar de que Link ya le había visto y el moreno no contuvo la sonrisa mientras subía las escaleras para llegar a sus butacas. —Lo sé, por eso las he comprado. Casi compro más para tenerlas de reserva. —aseguró con total convicción. Otis comenzó con las gomitas y Lincoln no tardó más de dos segundos en empezar a comer palomitas. Antes de que se cumplieran los diez minutos de película los dos muchachos habrían agotado su pequeño arsenal de dulces.

Hizo una mueca cuando le dijo que le quedaban todavía tres semanas más con la escayola. Ser el único del equipo de fútbol que no salía a jugar era deprimente, pero cuando Otis estaba a su lado en el banquillo o los entrenamientos, por lo menos se lo pasaba bien. Incluso había veces en las que el entrenador les permitía salir a jugar los últimos minutos y a pesar de su torpeza ellos se sentían realizados. De hecho, uno de los misterios sin resolver del instituto era saber por qué Otis y Link seguían formando parte del equipo. —¿Te has dado cuenta de que somos los dos únicos chicos que han venido a ver esta película por su propia voluntad, verdad? —alzó una ceja, divertido. Le gustaría tener allí a Asia porque, por lo menos, les ayudaría a disimular un poco, aunque puede que su deseo de que la chica estuviera con ellos no fuera únicamente para pasar desapercibidos.

El rubio miró la pantalla en negro un rato largo, masticando gomitas y la mirada perdida en un punto fijo. ¿En qué pensaba? La verdad es que el último encuentro de Jackie le tenía tonto y no podía quitárselo de la cabeza. No quería contarle a Link, por lo menos no en ese momento, porque era un poco vergonzoso decir 'creo que iba a besarme pero se separó'. ¿Perdedor? Es poco. Sabía que su amigo tampoco era un máster en el amor, y que no sería capaz de burlarse, pero todavía no encontraba palabras para explicarlo, pues no había hablado con nadie sobre el tema. Seguro que después lo haría, así que si Link notó las mejillas enrojecidas de Otis y sospechó algo, no tendría problemas porque de una forma u otra el rubio acabaría detallando aquella noche entera.

Giró la cabeza justo cuando estaba llevándose otra gomita a la boca y lo miró un rato, porque había escuchado la pregunta pero tenía que repetirla en la cabeza para entenderla, así de perdido estaba. Asintió despacio — No ha sido tanta voluntad la que pusimos, sigo queriendo ver a Bruce Willis en acción — dijo sonriendo sin querer sonar como quejica, porque si no veían al tipo por culpa de alguien era suya — Igualmente, Link, somos los mejores, ¿quién iría al cine porque su novia le arrastra? — preguntó frunciendo el ceño. Lo dijo en voz un poco más alta sin darse cuenta, tendría que tener más cuidado si quería que al salir no le agarrasen todos los novios a quebrarle los huesos sanos.

— No puede ser tan mala, ¿cierto? — preguntó girando de nuevo la cabeza hacia la pantalla y hablando sobre la película. Removió las piernas que estaban aún estiradas y volvió a llevarse una gomita a la boca. Sin darse cuenta ya se había acabado el paquete. Antes de poder decir algo, las luces se apagaron del todo y en la pantalla se proyectó la imagen que decía que la película era sólo apta para mayores de dieciséis. Se removió un poco, y en cuanto apareció el sello de la compañía tragó saliva — Cállate, Link — dijo en voz baja y sonriendo, como si el otro hubiera formulado palabra.

El silencio nunca era demasiado habitual entre ellos, ni siquiera cuando estaban comiendo, por lo que el aire ausente de su amigo despertó las sospechas de Link. Le miró, con la ceja izquierda levemente alzada y una pregunta silenciosa reflejada en sus ojos castaños. ¿Por qué sus mejillas se habían sonrojado? La curiosidad de Lincoln le empujaba a preguntar, aunque conociendo a su amigo sabía que se lo contaría antes o después. Tal vez, comenzar a hablar sobre sus preocupaciones cuando la película estaba por comenzar no fuera lo más adecuado. Su amigo parecía estar a kilómetros de allí, lo que no hacía más que despertar la curiosidad del castaño.

—Tendremos que venir otro día, aunque será mejor que ninguno de los dos llegue tarde. —sonrió. Obviamente, él también quería ver la película de Bruce Willis, aunque tuvieran que ir a verla otro día. Le gustaba ir al cine, aunque la incapacidad de ambos de estar demasiado quietos o en silencio siempre terminaba metiéndoles en problemas con el resto de espectadores. —Shhh... No quiero tener que salir corriendo de aquí. —dijo en voz baja ante el comentario del rubio que podría haber sido considerado como ofensivo por cualquiera de los muchachos que habían acudido con sus novias. Si ellos tuvieran una, también estarían allí y Otis lo sabía tan bien como él.

Las luces se apagaron y la pantalla se iluminó. —Esperemos que no. —respondió él, en un tono más bajo que su amigo. Se recostó mejor en la butaca, adoptando la postura más cómoda, aunque no tardaría demasiado en cambiar. Otis le mandó callar y Lincoln respondió con un codazo, puesto que no había abierto la boca para nada. Las primeras imágenes comenzaron a moverse ante sus ojos. Esperaba no quedarse dormido.

Sonrió y giró la cabeza para mirarlo en cuanto le dijo que no quería salir corriendo. Hizo lo usual, que podría sonar raro, pero le gustaba observar el rostro de su amigo. No solo de él, quiero decir, le gustaba pararse aunque sea un segundo a mover los ojos por el rostro de cualquier persona, porque a pesar de parecer despistado era bastante observador — Nunca tienes ganas de correr, Lincoln, no te sientas en una ocasión muy especial — comentó riendo y después volvió la vista al frente, encogiéndose de hombros — Tampoco quiero hacerlo, eso es seguro. Prefiero que me quiebren las piernas — volvió a reír a pesar de haber dicho algo totalmente cierto. Otis Fitzgerald no corría para nada excepto una repentina apertura de McDonald's, aunque quizás sí había sido dramático con el 'prefiero que me quiebren las piernas'.

En cuanto le pegó el codazo se giró a mirarlo de nuevo, esta vez con una ceja alzada. Juntó con la mano buena un puñado de palomitas y se las arrojó a su amigo al rostro, para luego soltar una risa por lo bajo y volver a mirar la película. En realidad no había sido un puñado sino unas dos o tres, pero bueno, que a él le hubiera gustado atizarle con más, pero sabía que Link moriría de hambre y seguro le enviaba a comprar algo. — Ya estoy aburrido — dijo en cuanto apareció la primera imagen y se removió de nuevo, bajando las piernas del asiento de adelante. No sabía donde ponerlas, así que las subió a la butaca de al lado y se sentó de costado, apoyando la cabeza en el hombro de Link. — Ese no es Bruce Willis — dijo en cuanto un hombre random apareció y miró a su amigo. Bostezó y después de dirigir la vista hacia la pantalla decidió que estaba incómodo. Se sentó por fin como una persona normal, un poco más desparramado como si quisiera dormir, y bostezó de nuevo. — Caramba — dijo riendo, porque con esa inofensiva palabra solía insultar su abuela y le parecía de lo más gracioso.